martes 19  de  marzo 2024
ECONOMÍA EN 2021

En ascuas el rumbo económico de Estados Unidos

Los estadounidenses despidieron el 2021 con una mayor incertidumbre sobre la política económica del presidente Joe Biden 
Por Leonardo Morales

El 2021, un año nefasto en la economía de Estados Unidos (EEUU), concluyó con un buen pretexto para camuflar la mayoría de los errores de la política económica de la administración del presidente Joe Biden, cuyas prioridades continúan lejos de la realidad que enfrentan los más de 335 millones de estadounidenses.

La nueva variante de COVID-19, ómicron, llegó apenas cuatro semanas antes de finalizar el año, y pudiera convertirse en el paño tibio del Presidente, cuando su popularidad en recientes encuestas no supera el 40% de aprobación, el más bajo para un Presidente norteamericano en su primer año. Incluso, algunos sondeos lo ubican en un 35%.

El lente de Biden en el nombrado cambio climático y en sus costosos proyectos sociales -supeditados a la extrema izquierda y en medio de una recesión que no termina- ha puesto en alto riesgo el destino económico de EEUU.

El mandatario le hizo creer a millones de electores estadounidenses -con el irrestricto respaldo de la prensa liberal- que sus métodos acabarían con la pandemia durante su primer año de mandato. Nada más lejos de la verdad…, pero por encima de esa promesa utópica está ahora la caótica situación económica que atraviesa el país, sin importar la afiliación política de cada persona o su condición apolítica.

Los consejos rechazados

No muchos confiaron en los consejos de expertos conservadores e independientes sobre los planes económicos de Biden y de la extrema izquierda.

El mensaje vino rápido y claro: 68 órdenes ejecutivas en menos de un mes para revertir de inmediato los relevantes resultados económicos de la administración del expresidente Donald Trump, a pesar del impacto de la pandemia de COVID-19 en su último año de gobierno.

Varios de esos dictámenes presidenciales regresaron a EEUU a la dependencia energética extranjera en el 2021 y a sus altas contribuciones a organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Acuerdo de París e instituciones creadas para combatir el denominado cambio climático, la pandemia y múltiples asuntos internacionales desligados del interés nacional actual.

La ayuda estadounidense contra el COVID-19 a entidades extranjeras se elevó a 19.600 millones de dólares este año, afirma el Departamento de Estado. El donativo es parte de una extensa lista de regalías –como ya es tradición de la izquierda- en busca de simpatías y adeptos.

Las ayudas innecesarias

Trump y la gran mayoría de la banca republicana se opusieron en noviembre a aprobar un paquete de estímulo económico de más de 1 billón de dólares, que finalmente recibió luz verde cifrado en 900.000 millones de dólares.

Algunos analistas prendieron las alarmas en Washington frente a una deuda que se encaminaba a superar los $30 billones y las preocupaciones de desatar una inflación en espiral, entre otras graves consecuencias debido al gasto federal extremo. Nadie en la Casa Blanca hizo caso a esas advertencias. Por el contrario, fueron ignoradas.

“La inflación es temporal y son irresponsables las afirmaciones de republicanos que intentan crear pánico”, indicó Biden en respaldo a sus planes económicos y a las ‘decisiones’ de la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, y del presidente de la Reserva Federal (Fed) o Banco Central, Jerome Powell.

A mediados de marzo, el presidente Biden firmó otro incentivo federal de más del doble del aprobado en diciembre. Esta vez de 1,9 billones de dólares.

Ambos paquetes representaron la ruptura de la elogiable recuperación económica de EEUU, luego de las severas consecuencias de la pandemia que se arraigó en marzo del año pasado.

A finales de mayo del 2020, la cifra de desempleo se ubicó en 14,7% y terminó en diciembre con un significativo 6,7%, lo que demostró la efectividad de las medidas del gobierno de Trump y la sólida recuperación.

Las órdenes y sus consecuencias

Economistas conservadores e independientes alertaron sobre lo que ocurriría con los dos paquetes de estímulo considerados innecesarios en el 2021, debido a las satisfactorias condiciones económicas al término de la gestión del predecesor de Biden.

Pero a partir del 20 de enero, el nuevo gobierno transformó la impresionante reactivación en un freno y desestabilización. Las consecuencias persisten, en particular el desestímulo laboral, una incontrolable inflación, escasez y una deuda superior a los $30 billones.

Más de 10 millones de empleos vacantes coexisten desde hace ya 7 meses y aunque las empresas han utilizado diversos incentivos, como el aumento de salarios para atraer a trabajadores, las órdenes obligatorias de vacunación han eliminado los avances de contratación y los beneficios para la fuerza laboral activa.

Cientos de miles de despidos, renuncias y retiros adelantados han causado serios problemas en casi todos los sectores de la economía norteamericana.

Medios de prensa liberales sólo mencionan la escasez por la dependencia de la cadena de suministros del exterior; sin embargo, las medidas adoptadas por la Casa Blanca generaron escasez interna de productos por la falta de personal y los precios del combustible, baja productividad y atascos en los puertos.

La pandemia causó por sí misma un alza de precios en el 2020, sobre todo en los alimentos, pero estuvieron balanceados con un descenso considerable de los precios de combustibles por el bajo consumo y la estabilidad de la industria del “oro negro”, gracias a las políticas económicas adoptadas por la administración Trump.

La situación dio un giro de 180% con el nuevo gobierno, que desde el primer momento comenzó con mayores restricciones en la extracción del crudo, cerró oleoductos procedentes de Canadá y reactivó medidas contra los combustibles fósiles (Petróleo, gas, carbón, gasolina y otros derivados) y a favor de las llamadas energías limpias (eólica, solar, eléctrica, nuclear, hidráulica e hídrica, entre otras).

La alarmante inflación

El 2% de inflación previsto por la Reserva Federal y el Tesoro para concluir el 2021 se convirtió en 6,8%. Lo peor es que las “curitas” anunciadas de forma [bastante tardía] por el gobierno no tendrán ni efecto inmediato ni solucionador a la crisis inflacionaria.

El 2021 concluye con la mayor alza anual de precios en las últimas cuatro décadas sobre todo en alimentos, combustibles, seguros, electricidad, materiales de construcción y en la compraventa de vehículos y viviendas.

La madera se elevó en mayo un 250%. La gasolina despide los 12 meses con un incremento de 58%; los alimentos entre un 12% y un 18% y el acero un 40%, entre una amplia gama de productos.

El valor promedio de venta de un auto regular subió a 42.000 dólares, lo que costaba en el 2019 uno de lujo.

El precio medio de una casa usada alcanzó un récord de $329.100 en marzo, un aumento del 17.2%. En algunos estados superó el 19%, respecto al 2020, según la Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios. La tendencia alcista continúa.

A principios de diciembre, luego de casi 11 meses de negación de una crisis inflacionaria en EEUU, el presidente del Banco Central anunció que en marzo del 2022 eliminaría la venta de activos del Tesoro, que fue parte de las medidas de emergencias instauradas en plena crisis pandémico-sanitaria.

Además, se realizarán tres subidas de tasas de interés, cada una de 0.25%, con un efecto reducido y lento, previsto por expertos.

Las leyes y las crisis

La Ley de Infraestructura firmada por el presidente Biden, junto a los dos paquetes de estímulo económico, se han sumado a la abultada deuda y gastos del contribuyente estadounidense generados durante la actual administración.

La crisis humanitaria fomentada por Washington en la frontera sur y la caótica retirada de Afganistán desbrozaron las arcas federales, uno de los motivos por lo que los demócratas tuvieron que subir en dos ocasiones en el 2021 el límite de la deuda pública, la última vez sin ningún respaldo republicano.

La política de “puertas abiertas” en inmigración practicada por el gobierno actual ha costado miles de millones de dólares adicionales del erario en el 2021.

Solo en estancias de inmigrantes ilegales en hoteles cercanos a la frontera, Washington entregó en marzo 90 millones de dólares al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas. Esta es solo una de las partidas de dinero público destinado a la crisis originada por la desactivación del programa “Quédate en México”, acordado por Trump y su contraparte mexicano, Andrés Manuel López Obrador, con el objetivo de que los inmigrantes en proceso de asilo o residencia esperaran sus trámites al otro lado de la frontera de EEUU.

A finales de abril, Biden anunció 310 millones de dólares para combatir las oleadas migratorias desde centro y Sudamérica, unido al plan liderado por la vicepresidenta Kamala Harris y nombrado 'Proyecto Causas Raíces', con un fondo de $1.200 millones en inversiones, entre otras asignaciones de fondos. En total, casi $5.000 millones.

Pero el costo mayor ha sido en el procesamiento, alojamiento, alimentación y custodia durante meses de más de 20.000 menores; el incremento de la seguridad frente a las operaciones de bandas criminales en la frontera; deportaciones, gastos de cortes y pagos de horas extras a los agentes federales, que se agrega a los considerables gastos de los departamentos policiales en todos los estados fronterizos del país. La suma equivales a decenas de miles de millones de dólares.

La respuesta del senador demócrata moderado, Joe Manchin, al Proyecto de Ley de gasto social U.S. Build Back Better (Construir Mejor a EEUU) ha dado esperanza frente al destino en el senado de esta otra controversial medida.

El despilfarro de dinero del contribuyente cierra el año con la propuesta de otros $1,87 billones sobre la mesa de negociaciones y el senador Manchin renuente a servir a los intereses destructivos de la extrema izquierda en EEUU, con quienes los demócratas hicieron el peor pacto de la historia del Partido.

El líder demócrata del Senado, Chuck Schumer, intenta levantar la moral: "Vamos a votar una versión revisada" del proyecto de ley BBB ya "aprobado por la Cámara de Representantes, y seguiremos votando hasta que tengamos algo".

Biden y los socialistas

Las rencillas internas entre demócratas moderados y progresistas (socialistas) han minado el futuro cercano de la institución política en el 2021, a menos de 11 meses de los comicios de medio término.

Los republicanos, entre ellos senadores cubanoamericanos, consideran que el proyecto de ley social de Biden y el ala radical de la izquierda ponen sobre el carril del socialismo a EEUU.

El bando azul ha empleado estatutos congresuales que permiten aprobar medidas con ínfima minoría en épocas de crisis o en emergencia nacional, y dieron la espalda al Partido Republicano. Otra de las promesas desechas por el presidente Biden, quien reiteró antes de asumir el poder que trabajaría por la unidad de la nación y del Congreso en Washington. Al parecer, lo olvidó completamente.

El 2021 fue un año marcado por récords, pero desafortunadamente negativos, como el déficit comercial que en octubre sobrepasó la barrera de los 80.000 millones de dólares.

Las grandes tecnológicas y las farmacéuticas concluyen el año con suculentas ganancias, las últimas gracias a la aprobación de las vacunas anticovid. Pfizer ganará este año más de 36.000 millones de dólares, solo con la venta de sus dosis.

Wall Street transitó un año de altibajos y una mayor incertidumbre, no solo por la pandemia, sino por un gobierno en Washington seducido por la agenda radical de los llamados progresistas (socialistas).

Los ciberataques junto a las demandas internacionales y de EEUU contra las empresas de tecnología fueron un plato fuerte en el 2021 y dejan una brecha de gran preocupación.

El precio internacional del petróleo cerró el 2021 cerca de los 80 dólares el barril nuevamente, en una franca recuperación de un año previo de fuerte caída. Durante varias semanas estuvo sobre los 80 dólares.

El 2022 es un año crucial para el destino económico del EEUU, porque las elecciones legislativas de medio término podrían cambiar el rumbo de la administración Biden con un control republicano abrumador en ambas Cámaras, como vaticinan analistas políticos; o al menos, imponerle un freno.

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