MIAMI — El equipo de campaña de Donald Trump se ha comprometido a no hablar más de ella. De cualquier forma, la exgobernadora de Carolina el Sur Nikki Halley nunca ha tenido posibilidades reales de vencer a Trump. Lo demostraron todas las encuestas previas al comienzo de las elecciones primarias republicanas y la retirada temprana de contendientes con mejores posibilidades que las de ella.
Más bien Haley se ha dedicado a "divertirse" y viajar con el dinero de los donantes a su campaña y posa ante las cámaras en busca del falso protagonismo que le han construido los medios de prensa de izquierda en Estados Unidos. En definitiva, todo lo que cause daño o se oponga a Trump es válido para ellos y para quienes odian al presidente 45 de Estados Unidos. Tengan o no éxito los planes, el objetivo central para los llamados demócratas es intentar -mediante cualquier vía- eliminar el impensable obstáculo en que se ha convertido el exjefe de la Oficina Oval.
Y entre seguidores y oponentes, el expresidente Trump sigue anotándose rotundos triunfos, a la vez que consolida su liderazgo conservador en camino hacia las elecciones presidenciales de noviembre.
El acoso político sigue sin funcionar
Los demócratas y la extrema izquierda ya están convencidos de que las acusaciones, los favores de la prensa liberal, el hostigamiento incesante y el descrédito al exmandatario no surten ningún efecto beneficioso para desmembrar el respaldo a Trump de millones de seguidores. Estadios repletos y los videos recientes de sus actos públicos en diferentes estados rememoran las gigantestas caravanas de apoyo en 2020; la gran diferencia es que esta vez los republicanos no van a obviar las alertas y precauciones en el camino a la Presidencia, después de haber aprendido de los errores del pasado.
El contraste popular es muy notable respecto a los simpatizantes de Nikki Haley; pero nada se compara con los "perturbadores vacíos" de Biden, donde las cámaras permanecen inmóviles en un primer plano para evitar imágenes generales que serían humillantes para el inquilino de la Casa Blanca. De ahí la desesperación de la izquierda sobre el avance del favorito republicano, más con el reciente antecedente del ganador "extremista", Javier Milei, en Argentina, un país contaminado de socialismo hasta el tuétano.
Trump obtuvo cerca del 51% de los votantes en las asambleas partidistas de Iowa, el 54% en las primarias de Nueva Hampshire y se convirtió en el primer precandidato presidencial republicano en llevarse ambos caucus.
Y por si había dudas de la popularidad de Trump, Carolina del sur, el estado natal de Haley y donde fue gobernadora por siete años, se alzó como el mejor indicador. El expresidente venció con el 60% de los votos.
En Michigan, la derrota de la exembajadora de Naciones Unidas fue demoledora: 68% a 27%, un 41% de diferencia.
Casi todos los expertos la han descartado por completo. Pero Nikki Haley sigue haciendo campaña por todo el país, y algunos votantes republicanos la escuchan.
Un nuevo argumento para los donantes
Ante las consecutivas derrotas, la campaña de Haley buscó un nuevo pretexto o estrategia para alimentar las esperanzas de los donantes y es que ahora ella señala que pretende "revelar la vulnerabilidad de Trump", una afirmación de la que se han hecho eco los medios de prensa de la izquierda.
Por otra parte, argumenta que el 40% de los votantes del Partido Republicano la apoyan frente a Trump.
“Perdió el 40% de los votos de las primarias en todos los primeros estados”, señaló Haley en un acto de campaña en el suburbio de Bloomington, Minnesota. “No puedes ganar las elecciones generales si no puedes ganar ese 40%”, le habla sus seguidores.
La realidad es que el expresidente sigue en ascenso en las encuestas, mientras Biden sigue en picada; y Haley, al parecer, se divierte en su campaña.
Trump está a punto de ganar varios cientos de delegados más para la nominación del Partido Republicano en el Supermartes la semana próxima y podría eliminar a Haley al conseguir la nominación oficial semanas después.
A la deriva y con escaso tiempo
Haley afirma que Trump es un "barco que se hunde", pero esa percepción sólo la comparten ella, un puñado de aventureros y los miembros de su campaña sobre un velero a la deriva, sin capitán y con escaso tiempo de supervivencia.
Por su parte, Biden intenta convencer a los votantes de que sus graves errores son ínfimos y que los podría solucionar en unos meses, algo que ni sus propios asesores se creen, mucho menos calará entre los electores.
De lo que sí debería estar bien claro el equipo de Joe Biden es que en el 2016, Trump se conviertió en Presidente con los mismos dos temas clave de estos momentos: La crisis migratoria y la economía. Para ambos asuntos resulta demasiado tarde una posible corrección; y al mismo tiempo persuadir a decenas de millones sobre la efectividad de su gestión, la de menor respaldo en la historia de la nación y sólo comparada con la fallida administración de Jimmy Carter.
Mientras, Haley seguirá disfrutando de su carrera por una nominación que nunca estuvo a su alcance, pero que definitivamente le dio la posibilidad de intentarlo, sin saber todavía con exactitud si su apuesta fue para bien o para mal en su futuro político.
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FUENTE: Con información de AP y AFP