sábado 15  de  febrero 2025
COMENZÓ A FRAGUARSE EN MIAMI

EEUU-Cuba: el frío camino del deshielo

MIAMI.-RUI FERREIRA
Especial

MIAMI.-RUI FERREIRA
Especial

El deshielo entre Cuba y Estados Unidos comenzó a fraguarse en Miami en marzo del año 2008 cuando el entonces candidato presidencial Barack Obama se presentó en el hotel Hilton del downtown, en un almuerzo organizado por la Fundación Nacional Cubano Americana.

En un discurso que electrizó a la audiencia y llevó al ahora candidato presidencial Marco Rubio a abandonar la sala, el mandatario reveló sus intenciones de proceder al cambio en las relaciones con la isla y dejó en el aire la posibilidad de una normalización política. Aunque sus palabras estuvieron orientadas hacia la promesa de acabar con las restricciones de movimientos que administraciones republicanos habían impuesto a los cubanoamericanos también fueron vistas por muchos observadores en ese entonces como la extensión de un ramo de olivo al Gobierno cubano.

El presidente Barack Obama y viceasesor de Seguridad Nacional, Ben Rhodes, uno de los artífices de la aproximación con La Habana. (CORTESÍA)

Freno a sus promesas

Pocos meses después de asumir la Casa Blanca en enero de 2009, sucedió un hecho que frenó todas las intenciones de lograr una aproximación. El contratista Alan Gross fue detenido en el aeropuerto de La Habana cuando se aprestaba a regresar a Estados Unidos y acusado por Raúl Castro, en persona, de actividades de espionaje. Gross era a la sazón empleado de una corporación que tenía un contrato con la Agencia de Ayuda al Desarrollo (USAID) para implementar un programa de ayuda a la oposición interna. En este caso, la creación de una red de acceso a Internet fuera del control del Gobierno de la isla.

Obama junto al asesor para Latinoamérica, Ricardo Zúñiga, otro de los hombres claves en las negociaciones. (CORTESÍA)

Además, La Habana sostenía un fuerte duelo propagandístico con Washington a propósito de cinco cubanos que se encontraban presos en Estados Unidos acusados de actividades de espionaje. En este escenario no había forma de ‘avanzar’.

La elección de Obama

Obama fue electo, se impusieron otras necesidades políticas internas más apremiantes que aparcaron la promesa electoral. En el ínterin, el mandatario tomó una serie decisiones que levantaron todas las restricciones y abrieron las puertas a un ‘intercambio cultural’ y social, que incrementó los viajes entre las dos naciones y permitió a los cubanoamericanos comunicarse mejor y ayudar a sus familiares en Cuba.

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Tuvo el presidente que ser reelecto, y en Florida con el voto mayoritario de la comunidad cubanoamericana, para que aquello que se habían percibido el 2008 en el Hilton de Miami comenzara a ponerse en marcha. Diplomáticos de ambos países comenzaron a verse muy discretamente en las dos capitales, con la idea de destrabar la situación de Gross y lograr el regreso a la isla de los cubanos presos en Estados Unidos.

Hacer de Cuba una prioridad

Tras mantener su sillón en la Casa Blanca, esta vez con el apoyo de 48% del electorado cubano, en diciembre del 2012 Obama dio órdenes a sus asesores de que hicieran de Cuba “una prioridad” y estudiaran el asunto para ver “hasta donde podemos llegar”. A inicios del 2013, el asesor para Latino América, Ricardo Zúñiga, que dicho sea de pasó habia trabajado en la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, vino a Miami a tantear el ambiente.

Su primer encuentro fue con directores de las Fundación Nacional Cubano Americana quienes le hicieron ver que el ambiente en la comunidad exiliada está menos tenso y el apoyo al embargo económico ya no era tan sólido como durante los pasados 50 años.

Aún así, subsistían dudas sobre si una apertura hacia la isla iba realmente a contar con un apoyo sustancial.

Roberta Jacobson y Josefina Vidal encabezaron conversaciones de Estados Unidos y Cuba, centradas en la reapertura de las respectivas embajadas. (CORTESÍA))

El asunto de Alan Gross

De todos modos, en abril del 2013, la Casa Blanca decidió abrir un canal muy discreto de comunicación con el Gobierno cubano. Fue un canal tan discreto que, de entrada, Castro y Obama toma una decisión que, a la larga, se iba a mostrar capital: dejaron al margen de todo a sus respectivas chancillerías. Así, Josefina Vidal, por ejemplo, la jefa de Norteamericana del ministerio de Relaciones Exteriores cubano, y su contraparte en el Departamento de Estado, Roberta Jacobson, mientras se reunían para aplacar aristas y buscar una solución al asunto de Gross y la liberación de los cubanos presos, no tenían la más pálida idea de lo que sucedía. Se minimizó la posibilidad de filtraciones.

El inicio de conversaciones

Las conversaciones directas comenzaron en junio del 2013 y tuvieron dos escenarios básicos, Canadá y el Vaticano. No comenzaron bien. Los dos viejos rivales tuvieron encontronazos y trajeron a colación viejos rencores, rencillas y quejas. El embargo, Guantánamo, Radio y TV Martí, las indemnizaciones de propiedades estadounidenses nacionalizadas al triunfo revlucionario, fueron temas colocados sobre la mesa. El vice asesor de Seguridad Nacional, Ben Rhodes, el artífice de la aproximación con La Habana y Zuñiga pasaron horas escuchando argumentos y presentando los suyos, hasta que las tensiones bajaron, porque desde el inicio, como ha reconocido un funcionario del Departamento de Estado, “estábamos allí para resolver un problema, no prolongarlo”. En total, estuvieron conversando 70 horas.

Reunión histórica de Barack Obama y Raúl Castro en la Cumbre de Panama en abril de 2015. (ARCHIVO)

Todo iba bien hasta febrero del 2014 cuando Gross se transforma en un escollo y por poco todo queda ahí. Parecía que solo la intervención divina pudiera colocar todo el proceso en el rumbo correcto. Y fue lo que sucedió.

El papa Francisco entra a escena

Entró en escena el papa Francisco. Su Santidad se involucró en el asunto a petición del senador demócrata Patrick Leahy, quien le sugirió que contactara a Obama y sugiriera sus buenos oficios porque el presidente estaría receptivo a la idea.

En concreto, La Habana rehusaba liberar a Gross, en cuya liberación Obama estaba empeñado, y solo el papa pudiera resolver el asunto. El presidente lo aceptó de inmediato porque, como explicaría más tarde uno de los diplomáticos involucrados, “la idea fue aportar al proceso la influencia moral de la Iglesia y el hecho de que Francisco es el primer Papa latinoamericano”.

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Lehahy contactó a dos obispos católicos a quienes transmitió el interés de la Casa Blanca. En cuestión de días, el Papa escribió sendas cartas personales a Obama y a Castro ofreciéndose como intermediario, abogando a la vez por la liberación de Gross y la devolución a Cuba de los tres cubanos presos en Estados Unidos desde 1998.

Y el río volvió a su cauce. En octubre, los detalles finales del acuerdo fueron precisados en Roma, primero en reuniones separadas y, posteriormente, las dos delegaciones en conjunto con diplomáticos del Vaticano. “La postura de Su Santidad fue de que la diferencia se resolviera en términos humanitarios pero respetando las posturas políticas de los dos Gobiernos. Lo aceptaron casi de inmediato”, ha agregado la fuente diplomática.

Lo demás es conocido. Al amanecer del 17 de diciembre, estadounidenses y cubanos amanecieron con la noticia de que los dos países habían iniciado un deshielo este lunes, tras 55 años de hostilidad, reanudan sus relaciones diplomáticas a nivel de embajadores. Para Obama, es un elemento del legado que pretende dejar para la historia. Para Castro, posiblemente también, pero no por ahora. Porque, como ha reiterado, son las relaciones posibles, formales y no totales porque el embargo sigue ahí y la Base Naval de Guantánamo todavía no ha sido devuelta. 

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