jueves 13  de  febrero 2025
OPINIÓN

Donald Trump, la consagración del odio y la maldad

 La propuesta de construir un muro en la frontera con México y hacer con que el país azteca pague por la obra, es risible

 

Rui Ferreira.-Miami
Especial

Cuando el candidato republicano Donald Trump terminó su discurso y clausuró la convención de Cleveland, los delegados salieron del recinto en medio de un ambiente de fiesta y fueron encaminados hacia dos tipos de autobuses, unos alquilados que los llevaron a sus hoteles y otros pertenecientes de decenas clubs de desnudistas que abundan por la ciudad, para seguir el jolgorio noche adentro. Fue un epilogo interesante para una convención que definió a la pornografía como una ‘calamidad pública’ y donde el compañero de boleta del magnate inmobiliario se definió como cristiano, conservador y republicano y precisó: “En ese orden”.

Esta fue la convención más extraña de la historia republicana estadounidense porque se dieron tres permisas nunca antes vistas. Los dirigentes del partido dejaron que Donald Trump mintiera descaradamente a la audiencia, los delegados se olvidaron de sus otros compromisos electorales y recibieron al empresario como a un caudillo y, peor aún, manifestaron una ignorancia supina sobre los mecanismos políticos de su propio país y por eso no reclamaron de sus engaños.

Todo esto porque la aplastante mayoría de las promesas electorales, muchas de ellas basada en la distorsión de datos económicos, financieros y estadísticos, son imposibles de cumplir. Es más, si Trump llega a la Casa Blanca e intenta implementarlas estará, sencillamente, violando la ley. Los delegados, y en esto son más responsables que Trump, se han olvidado que el empresario no puede hacer nada sin el Congreso, o que los poderes ejecutivos son limitados porque hay cosas que no están al alcance del presidente, como por ejemplo, anular tratados comerciales o escaparse a sus obligaciones como miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). También muchos de sus planes implican el gasto de fondos federales y la Casa Blanca no hace los presupuestos, lo deciden congresistas y senadores. Es para preguntarse si Donald Trump alguna vez ha leído la Constitución de Estados Unidos. Y si lo hizo, si la entendió.

La propuesta de construir un muro en la frontera con México y hacer con que el país azteca pague por la obra, es risible. No hay ninguna ley en el mundo que obligue un país a pagar un obra en otro país y en contra de su voluntad. Decirle eso a los delegados y sus potenciales electores es, sencillamente, mentirles. Pero estos le han creído.

Pero, lo peor de todo es la permisa ideológica de su plataforma política y sus postulados. Trump se ha presentado como el hombre de la ‘tranquilidad y el orden en las calles’, un concepto de matiz totalitario que ha llevado al poder a gente como el alemán Adolfo Hitler, el italiano Benito Mussolini, el chileno Augusto Pinochet y el portugués Oliveira Salazar. Y todos ellos con el apoyo popular peligrosamente perecido al que goza hoy su émulo estadounidense. No nos olvidemos de un detalle: en esta convención no se aparecieron los nombres más destacados del partido republicano, ni la dinastía Bush, ni sus grandes políticos o los otros precandidatos a la presidencia, con la excepción del senador republicano Ted Cruz que fue a Cleveland a dejar bien claro que no apoya al magnate inmobiliario.

Su postura provocó un conato de revuelta entre el público a punto de que la mujer del senador tuvo que ser escoltada por la policía fuera del recinto porque la querían agredir. Esta es otra vertiente del ‘pensamiento Trumpiano’, la violencia. En cierta medida el candidato republicano ha promovido la violencia y la fuerza como arma de ‘diálogo’ político. Cuando uno de sus asesores hizo un llamado a la ejecución de la candidata demócrata Hillary Clinton, el empresario no tuvo la decencia siquiera de desmarcarse de esas declaraciones.

Otros que no atendieron la convención republicana fueron los legisladores federales cubanoamericanos, exceptuando la penosa intervención del senador Marco Rubio que apareció en un vídeo apoyando a Trump después que se pasó meses haciendo campaña diciendo que magnate es “un estafador”. Esto lleva a otro aspecto importante para muchos en el sur de Florida. Es la primera vez en muchos años que no se habla de Cuba en una convención republicana, tal vez porque los legisladores cubanoamericanos no tuvieron influencia en ella. Pero también, y esto no lo saben muchos de los que dicen en el sur de Florida que van a votar por Trump, pero en sus únicas declaraciones sobre la isla el empresario ha dicho que no quiere dar marcha atrás en la política de deshielo implantada por el presidente Barack Obama. Incluso ha bromeado diciendo que piensa construir un ‘hotel Trump’ en la capital cubana.

Los republicanos siempre han sido conservadores pero nunca propagaron el odio. Este nuevo partido que acaba de renacer de la convención es un anticipo peligroso de lo que será la política, y filosofía, estadounidense en los próximos tiempos si Donald John Trump, de 70 años, llega a la Casa Blanca. Fue la convención de la consagración del odio y la maldad. Porque allí no se habló ni de unidad o felicidad.

@ruiefe

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