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MIAMI.– El presidente electo Donald J. Trump comenzó a conformar esta semana su gabinete y el círculo de asesores, pero a juzgar por los ya conocidos y los que se especulan, será un grupo bastante conservador posiblemente, como nunca antes en la historia de Estados Unidos.
Con el Congreso totalmente a su favor no hay razones para creer que las personalidades nominadas tengan dificultades en pasar el escrutinio de senadores y representantes.
Los primeros nominados tienen que ver directamente con dos temas que Trump exacerbó durante la campaña electoral: seguridad nacional y justicia.
El representante por Kansas y una figura clave del movimiento ‘Tea Party’, Mike Pompeo ha sido escogido para dirigir la Agencia Central de Inteligencia (CIA), un cargo que lo coloca en línea directa con la Casa Blanca y a cargo de todas las operaciones de inteligencia estadounidenses en el exterior. Pompeo ha sido un feroz inquisidor de la exsecretaria de Estado y excandidata presidencial, Hillary Clinton, en las audiencias sobre lo sucedido en Bengazi, Libia, durante un ataque al consulado y donde murió el entonces embajador en Líbia.
El nuevo director de la CIA es un verdadero ‘halcón’ que dijo el viernes que la cárcel de la Base Naval de Guantánamo no solo debe mantenerse, sino incrementar su capacidad porque ha sido “una mina de oro de captación de inteligencia sobre el terrorismo”.
Según Trump es el hombre capacitado para el lugar porque es un graduado de West Point y como oficial de caballería fue destacado en las misiones de vigilancia en la Cortina de Hierro durante la Guerra Fría y ha seguido la comunidad de inteligencia.
Pero Pompeo es un político que cree seriamente en la vigilancia del Gobierno sobre la privacidad de los ciudadanos, de la tortura a los prisioneros de guerra, particularmente los terroristas, desprecia a los musulmanes y es contra el acuerdo nuclear con Irán, entre otras cosas.
Cuando el año 2014 el senado divulgó un estudio sobre los métodos de interrogatorio a los prisioneros de las guerras de Irak y Afganistán, incluyendo la realización de torturas, el nuevo director de la CIA reaccionó con vehemencia acusando a su autora, la senadora Dianne Feinstein, de colocar en peligro a los agentes estadounidenses en los campos de batalla, de hacer de Estados Unidos un país menos seguro, de darle municiones a la prensa y defendió abiertamente la tortura, clasificando sus ejecutores como ‘héroes’.
“Nuestros hombres y mujeres que están a cargo de mantenernos seguros después (de los atentados) del 11 de septiembre (del 2001), nuestros militares y guerreros de la inteligencia son héroes, no peones en algún juego liberal de la ACLU (Unión Americana de Libertades Civiles) y la senadora Feinstein. Estos hombres y mujeres no son torturadores sino patriotas”.
Pompeo ha criticado a los líderes musulmanes estadounidenses, a quienes señala de haber quedado en silencio ante los atentados terroristas vividos en territorios de Estados Unidos, lo cual no es cierto porque muchos de esos líderes religiosos fueron bien duros en sus críticas. “Cuando los ataques terroristas más devastadores en los últimos 20 años fueron producidos por gente de una sola fe y llevados a cabo en nombre de esa fe, los líderes tienen una obligación de condenarlos. No lo hicieron, se mantuvieron en silencio”, dijo en un discurso en la Cámara de Representantes el 2013.
En relación con la votación de la privacidad de los ciudadanos por parte de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés), el nominado por Trump es bien claro. “Creo que el programa ha demostrado que es una herramienta valiosa para la comunidad de inteligencia y los agentes de la ley. Es una herramienta que no debe ser arrebatada de nuestra comunidad de inteligencia mientras se mantengan las amenazas que sufrimos hoy día”.
Si logra ser aprobado por el Senado, lo que sucederá con toda seguridad, es que el senador Jeff Sessions habrá logrado un sueño de su vida, el de ser secretario de Justicia. Todo esto porque su carrera ha sido bien atribulada, a comenzar por el hecho de que el mismo Senado rechazó su nominación en 1986 para juez federal, después de que se comprobaron variadas expresiones suyas de matiz racista y discriminatorio, mientras era fiscal federal en Alabama.
Al parecer, según testimonios de antiguos colegas de trabajo ante el comité senatorial, Sessions se habría referido a la Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color, Conferencia Cristiana de Liderazgo del Sur y otros grupos defensores de los derechos civiles como ‘anti estadounidenses’ y de ‘inspiración comunista’. Thomas H. Figures, un exfiscal federal afroamericano dijo en esa oportunidad, que el ahora nominado secretario de Justicia se refería a él como ‘chico’ y que Sessions llegó a decir que no tenía problemas con el Ku Klux Klan “hasta que descubrí que fumaban mariguana”.
Sessions no es una buena noticia para los inmigrantes. De hecho si su plan de inmigración hubiera prosperado, un senador como el cubanoamericano Marco Rubio jamás sería ciudadano estadounidense, pese a haber nacido en Miami, solo porque sus padres nacieron fuera del país. Hace dos años el senador expuso en el pleno de la Cámara Alta su concepto particular sobre la inmigración legal. Para el ingreso de los inmigrantes debe ser reducido, las nacionalidades diferenciadas y las visas cuantificadas de modo de la asimilación sea lenta. Es lo que llama ‘una inmigración contenida’. Sobre los indocumentados es mucho más drástico: cárcel y deportación. Sin que importe si han creado familia en Estados Unidos.
“Ningún senador ha luchado tanto contra las aspiraciones y esperanzas de los latinos, los inmigrantes y la gente de color como el senador Sessions. Es un firme opositor de la inmigración legal y alguien que se ha encargado de bloquear todo esfuerzo para mejorar, modernizar e humanizar nuestro sistema de inmigración que, de por sí, tiene un retraso de 20 a 30 años. Él se lanzó al Senado porque el comité judicial consideró que era demasiado racista para ser un juez federal. Es de aquel tipo de personas que retrocederá la aplicación de la ley, los derechos civiles y los tribunales, e incrementará el encarcelamiento de la gente en Estados Unidos. Acabará con 50 de progreso”, consideró el congresista por Illinois, Luis Gutiérrez.
Es más, agregó, “si alguien siente nostalgia por los días en que a los negros los mantenían a raya, los gays en el closet, los inmigrantes eran invisibles y las mujeres se quedaban en la cocina, entonces el senador Jefferson Beauregard Sessions es vuestro hombre”.
Si los dos nominados anteriores necesitan de confirmación senatorial, ya el tercero nombrado por el presidente electo el viernes tiene el lugar asegurado porque no necesita subir los peldaños del Capitolio. Se trata del general retirado Michael Flynn a quien Trump quiere a su lado como Asesor Nacional de Seguridad.
Flynn pasó por la guerra en Irak donde es recordado entre sus pares como un oficial competente que se destacó en el campo de la inteligencia. Su colega, el también general retirado Stanley A. McChrystal, destituido por el presidente Barack Obama por insubordinación, ha dicho que fue uno de los oficiales más destacados, con don de mando e implacable con los fracasos. Flynn ha sido también director de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA, por sus siglas en inglés) donde orientó los esfuerzos de recaudación de inteligencia hacia el terrorismo. Fue, también, el primer oficial del ejército que apoyó a Trump en su carrera hacia la presidencia y le ha servido como consejero en materia de seguridad nacional.
Ni todos están de acuerdo. Según la cadena NBC otros colegas lo describen como un ‘cabeza caliente’ con un estilo de liderazgo abusivo que amenaza a los subordinados que no son de su agrado. Uno llegó a decir claramente a la cadena televisiva de que es un “reaccionario”.
Pero Flynn es también un hombre de convicciones políticas bastante conservadora, algunas con cierto matiz discriminatorio. Para él, “el miedo al islamismo es racional” y si por él fuera para los musulmanes que viven en Estados Unidos serían enviados campos de internamientos como los ciudadanos de origen japonesa lo fueron durante la Segunda Guerra Mundial.
Durante la campaña presidencial, siguiendo el ejemplo del ahora presidente electo, el general retirado utilizó su cuenta de Twitter como una herramienta de enfrentamiento ideológico y crítica política. A través de esa plataforma digital, Flynn arremetió contra el mundo musulmán que consideró “una idea política y no religiosa”. Llegó a punto de, en julio, decir que Clinton en un viaje a Pakistán el 2009 usó el jihab como ‘solidaridad’ con los terroristas musulmanes y no porque es una prenda de uso obligatorio en el mundo árabe. “Esto no es una muestra de respeto hacia los valores estadounidenses”, dijo.
Pero su más incisiva andanada contra la exsecretaria de Estado fue días antes de las elecciones cuando divulgó la falsa información de que el Departamento de Policía de Nueva York había encontrado evidencias en la computadora de Anthony Weiner, el exesposo de Huma Abadin, asesora de la excandidata demócrata, que “borraría a Clinton y a su equipo para siempre”. En otro tuit fue más explícito, la exprimera dama estaría involucrada en lavado de dinero y corrupción sexual de menores.
Durante la campaña, Flynn viajó a Rusia, con el argumento de que estaba promoviendo los intereses de Estados Unidos. Pero para el congresista Elijah Cummings hay un ‘conflicto de intereses’ en ese viaje porque el nuevo asesor nacional de seguridad era considerado un cabildero y al mismo tiempo asistía a las reuniones de información confidencial que Trump recibía como candidato presidencial.
Este fin de semana la Torre Trump recibirá a otro posible futuro integrante del equipo de Trump: el exgobernador de Massachussetts y excandidato presidencial Mitt Romeny. Pese a que durante la campaña el magnate inmobiliario dijo que ambos no eran amigos, se sabe que Romney aspira a ser secretario de Estado, lo cual sería una buena opción ya que tiene una postura mucho más moderada y pudiera ser un rostro calmado en el exterior, ante un mundo que vive en ascuas con lo que traerá Donald J. Trump.