WASHINGTON.- El presidente estadounidense Donald Trump no es que se haya ganado precisamente una fama de buen gestor de crisis, de consolar a la población o de transmitir tranquilidad en una situación de emergencia, pero el mandatario lo intenta, sobre todo ahora con la llegada del huracán degradado a tormenta tropical "Florence".
Desde el viernes, este fenómeno meteorológico está azotando el sur de la costa este de Estados Unidos con inundaciones, fuertes vientos, trombas de agua y casas y carreteras anegadas. Al menos cinco personas han muerto. En ese tipo de catástrofes naturales se aprecia la capacidad que puede tener un mandatario de transmitir preocupación por sus conciudadanos. Y para variar eso le vendría bien ahora a Trump, que se podría mostrar así como un padre de la nación. Y se esfuerza en que sea así, aunque lo hace a su personalísima manera, como siempre.
El sur de la costa este norteamericana se prepara desde hace días para la tormenta. Se perfilaron escenarios sombríos y los temores eran los peores posibles. Sin embargo, Trump intentaba transmitir la impresión de que todo está bajo control. Antes de la llegada de "Florence" insistió hasta la saciedad que las autoridades estaban muy bien equipadas. "Estamos totalmente preparados", dijo.
Envió un mensaje de video destinado a los residentes de esa zona costera proclamando su amor por su gente ("Les queremos y queremos que sean llevados a un lugar seguro").
Y la tormenta llegó finalmente el viernes, y el mandatario envió un número alto de mensajes en Twitter, inusual incluso hasta para él que es tan activo en esa red social. Casi al instante retuiteaba los comunicados del centro de prevención de desastres, así como de los cooperantes y elogió su intervención.
Pero Trump está haciendo otra cosa: se está defendiendo. Desde hace días Trump "trabaja" en otro huracán, el que hace un año arrasó Puerto Rico, territorio estadounidense también, causando daños ingentes. Murieron decenas de personas por el huracán "María" y durante meses la isla estuvo sin suministro eléctrico, algo que todavía no se ha conseguido restablecer en algunas zonas.
Ahora está aprovechando al máximo el debate sobre "Florence" para vender como una gran historia de éxito la gestión del huracán "María". La intervención en la isla, dijo, fue un "éxito increíble", "uno de los mejores trabajos sin duda", ha dicho en varias ocasiones en los últimos días. Pero son muchos los que no están dispuestos a aceptarlo, señaló, añadiendo además que los problemas en Puerto Rico ya estaban antes del huracán.
Asimismo, insultó a la alcaldesa de la capital de Puerto Rico, Carmen Yulin Cruz, en Twitter descalificándola de "incompetente total", y cuestionó en varias ocasiones los resultados de un estudio que señala que unas 3.000 personas murieron como consecuencia del huracán "María". Dijo que detrás de todo ello estaban los demócratas que le querían dejar mal parado, según escribió en sus tuits.
La líder de la oposición en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, habló de "unas declaraciones muy lamentables" y dijo que era muy triste que en el tema de Puerto Rico el mandatario se dedicase a seguir echando sal sobre la herida. Los críticos se preguntan si Trump, a la vista de "Florence", no tenía nada mejor que hacer que seguir elaborando el devastador huracán del año pasado.
Que Trump escoja precisamente Puerto Rico como muestra de sus capacidades como gestor de crisis por un huracán no deja de ser osado. El Gobierno de la isla sigue lamentando a día de hoy no haber recibido ayuda suficiente.
Trump dejó pasar dos semanas antes de viajar a Puerto Rico e incomodó a numerosos residentes con su particular comparecencia. Entre otros dijo que, en comparación con una "castástrofe de verdad" como fue el huracán "Katrina" en 2005, Puerto Rico podía estar contento con la escasa cifra de muertos. Y durante un encuentro para honrar a las víctimas del huracán con los jugadores de baloncesto lanzó a la multitud paquetes con papel de cocina. No se le recuerda precisamente como alguien que aportase consuelo o como gestor de crisis.
A comienzos o mediados de la próxima semana, el mandatario quiere viajar a la zona costera afectada por "Florence". Queda por ver qué impresión deja en el lugar, cómo impulsa los trabajos de desescombro y qué soluciones ofrece a los daños.
El hecho de que ahora se dedique mucha atención a la tormenta es algo que tampoco le viene mal a Trump. Las últimas dos semanas fueron incómodas a nivel de política nacional: hubo un nuevo caso de filtración, que expuso a la sede del Gobierno de Trump como un lugar de caos y sin control. Un funcionario de su administración contó en el diario "The New York Times" que existe una oposición sistemática a Trump dentro de la Casa Blanca.
Y además, el que fuera uno de sus hombres de confianza y uno de los directores de su campaña electoral, Paul Manafort, ha decidido colaborar con el fiscal especial Robert Mueller sobre la posibles injerencias en las campaña presidencial que en 2016 ganó el ahora mandatario. Nada de todo esto puede ser motivo de alegría para Trump.
Además, en poco más de un mes se celebrarán las elecciones de medio mandato en las que se elegirá un nuevo Congreso. Y los demócratas tienen muy buenas posibilidades de conseguir la mayoría en la Cámara de Representantes, arrebatándosela a los republicanos.
Trump necesita ser visto como una persona que se preocupa por las víctimas del huracán en lugar de como un jefe de Gobierno que está en el punto de mira de la Justicia o rodeado de escándalos. Que lo consiga es otra cosa.
FUENTE: EFE