sábado 15  de  noviembre 2025
COVID-19

A un año del comienzo de la pandemia que puso de rodillas a Miami-Dade

Comenzamos a ver la luz al final del túnel y debemos recordar los aciertos, los errores y los más de 5.600 muertos, mientras hicimos de la mascarilla una prenda de vestir y aprendimos a sonreír con los ojos
Diario las Américas | JESÚS HERNÁNDEZ
Por JESÚS HERNÁNDEZ

MIAMI.- Hace apenas 365 días, exactamente la noche del 11 de marzo de 2020, la autoridad de Salud de Florida anunció el primer caso de coronavirus en Miami-Dade, un hombre de 56 años. Hoy, un año después, cuando la luz comienza a brillar al final del túnel, el condado floridano denota que el 16% de sus cerca de tres millones de habitantes han sido contagiados: más de 420.000 positivos acumulados, de los que unos 5.600 han fallecido hasta esta fecha.

Cinco días antes del anuncio oficial del primer afectado en en el Gran Miami, la alcaldía de Miami, el 6 de marzo, anunció la suspensión de los populares festivales Calle 8 y UltraMusic, que tanto reparo provocó.

“La seguridad y la salud pública son siempre nuestra primera prioridad”, alegó entonces el alcalde Francis Suárez, mientras el edil condal, Carlos Giménez, reiteró “el Condado está listo para enfrentar cualquier situación”.

Más tarde, el 11 de marzo, Giménez declaró el estado de emergencia y horas después ordenó la suspensión de todas las actividades públicas “masivas” como medida de precaución.

El 23 de marzo se anunció la primera muerte, una mujer de 94 años.

El resto lo conocemos muy bien: Los científicos no paraban de analizar las muestras, los médicos de aplicar medicamentos y las enfermeras de dar aliento. Entonces cualquier sugerencia era aceptada, incluso la clausura temporal de la economía para evitar el contacto público.

Miami ordenó el cierre de locales comerciales y toque de queda. Comenzaba el confinamiento, que llamaron Stay Home Safe (quedarse seguro en casa) y que Miami-Dade secundó, junto al Gobierno estatal de Florida, con cierre de playas, parques y escuelas, entre otros lugares de concurrencia pública, mientras miles se quedaban sin empleo.

Otros tantos fueron enviados a casa para trabajar a distancia, a la vez que el turismo, baluarte de la economía local, se desplomaba y los hospitales sentían la presión de la pandemia.

Conocimos a padres y madres que, sin trabajo, no podían pagar el alquiler de sus techos, mientras la red estatal de pago por desempleo colapsaba y las familias no tenían suficiente para dar de comer a sus hijos.

El Gobierno, tanto estatal como nacional, dictó la suspensión de desahucios, entretanto organizaciones caritativas y públicas organizaron distribuciones públicas de alimentos, que aún continúan y denotan una de las manifestaciones más humanitarias que revelan esta pandemia.

De pronto, de la noche a la mañana, tal como se esperaba, Miami, la ciudad internacional y ejemplo de desarrollo, colapsaba.

Colapso

Resumir el transcurso de esos meses en tan poco espacio es tarea imposible. Bastaría decir, lo que todos saben, que la vida se tornó cuán diferente.

Incluso los supermercados, baluartes de la abundancia, mostraban estantes vacíos. La gente, abrumada por la escasez que podría venir, acaparó comida y productos de higiene.

El Aeropuerto Internacional de Miami y el puerto de cruceros, que implantaron nuevos récords de pasajeros, con cerca de 46 millones y más de ocho millones, respectivamente, en 2019, mostraba sus pasillos completamente vacíos.

Mientras, “el virus tomaba forma de espanto y recorría las calles desoladas” del Gran Miami, recordó el consultor político Andrés Sánchez, de la firma Sánchez & Associates.

Todos seguían viviendo sus días. Unos parapetados en casa, otros como si nada sucediera.

En aquel tiempo “no conocíamos la envergadura del virus ni sabíamos cómo pararlo”, reconoció el doctor Hugo Lara, médico especialista en enfermedades infecciosas.

Y saltó la idea de proteger nariz y boca con mascarilla, lo que provocó el rechazo de muchos, que incluso citaron lo que consideraron ‘derecho a no usarla’.

“Si quieren enfermarse, que se enfermen, pero no tienen derecho a contagiar a otros”, señaló el médico especialista.

En tal caso, “no deberían tener derecho a ser atendidos”, replicó. Pero la benevolencia de los médicos y la sociedad es grande y fueron atendidos.

De esta manera, la mascarilla fue impuesta para entrar en locales comerciales e incluso para andar en lugares públicos, y se convirtió en símbolo de protección. Aprendimos a sonreír con los ojos.

Los centros médicos se fueron a pique. Las salas de cuidado intensivo, que atendían a quienes no podían respirar por sí mismo, tuvieron que habilitar camas en los pasillos. Hospitales de campaña fueron preparados, mientras hijos no podían visitar a sus padres ni enterrar a sus mayores.

Hubo funerarias que tuvieron que acomodar contenedores para refrigerar a los muertos, entretanto otros, más jóvenes, optaban por burlar las medidas regulatorias.

Surgieron los héroes de esta batalla: médicos, enfermeros, policías, miembros de la prensa que no pararon de reportar y miles de trabajadores de servicios que siguieron atendiendo al público.

En mayo el escuadrón de aviones Blue Angels sobrevoló los cielos de Miami-Dade para honrar al personal sanitario de hospitales, por su abnegada labor durante la crisis de coronavirus.

Segunda ola

El contagio disminuyó drásticamente a finales a abril y el gobernador de Florida, Ron DeSantis, permitió que los negocios ‘no esenciales’ reabrieran y abogó por la reapertura de las escuelas públicas.

Pero las escuelas se mantuvieron cerradas hasta octubre, “cuando la autoridad estatal pidió reabrir colegios a cambio de no afectar el presupuesto escolar”, recordó el consultor político Sánchez.

Miami-Dade convocó la reapertura de la economía a mediados de mayo, bajo la probable presión de la jefatura estatal y empresarios que perdieron ingresos, así como quienes no veían con buenos ojos la crisis que se avecinaba en un año de elecciones generales, con todos sus agravantes.

Un mes después, el contagio de coronavirus se disparó otra vez. La reapertura a priori pudo haber conllevado a la muerte de unas 3.000 vidas en Miami-Dade.

Locales comerciales fueron ordenados cerrar sus puertas otra vez, mientras miles exigían la reapertura de cafeterías y restaurantes, bastiones indispensables del sustento local. Unos lograron sobrevivir la prueba, otros cerraron sus puertas para siempre.

Durante el verano, el país fue escenario de airadas protestas públicas, algunas violentas y reprobables, por la muerte de George Floyd, a manos de la Policía en Minneapolis.

Muchos creyeron que las manifestaciones callejeras pudieran haber conducido a una mayor contaminación del virus. Pero DIARIO LAS AMÉRICAS, que cubrió la protestas en Miami, pudo observar cómo la inmensa mayoría de los manifestantes portaban mascarillas.

El capital, ese renglón tan importante de nuestra sociedad, que a veces pone en riesgo la salud pública, fue tomado en cuenta.

“Con el paso de los días y los meses, aprendimos a combatir el contagio sin tener que afectar la economía, siempre que la gente comprendiera la necesidad de cumplir las recomendaciones: mascarilla y distancia física al menos”, reconoció el doctor Lara.

La mascarilla y la distancia física “al menos” continuó siendo un asunto difícil de entender, mientras unos cumplían y otros no, cuando ciertos funcionarios públicos podrían haber dado el ejemplo.

En tanto, el gobernador estatal optó en septiembre por convocar la segunda reapertura y suspender las multas a quienes no usaran mascarillas, cuando se comenzaba a hablar de la creación de la ansiada vacuna que acabaría con el mal.

En ese tiempo, los restaurantes volvieron a funcionar, prácticamente a plenitud, aunque bajo estrictas medidas de seguridad sanitaria. Bares y clubs nocturnos fueron reabiertos, por orden del gobernador, y el desempleo, que llegó a superar el 20% en Miami-Dade, bajó rápidamente.

“Comprendí el deseo de reabrir la economía, lo que nunca entendí es por qué despenalizar a quienes no quieran usar mascarilla”, cuestionó el doctor Lara.

Hubo días que el Gobierno condal cuestionó la orden de poner fin a la penalidad por no usar mascarillas. Incluso dieron a ‘entender’ que demandarían la orden del Gobernador. Pero el alcalde Giménez, que entonces lidiaba con sus funciones y campaña de elección al Congreso “optó por no rebatir la orden”, opinó Sánchez.

La entonces comisionada condal Daniella Levine Cava, hoy alcaldesa de Miami-Dade, opinó en Twitter: “Gobernadores bipartidistas de todo el país están implementando órdenes de mascarillas como una de las mejores herramientas que tenemos para luchar contra el COVID19. Es muy frustrante que @GovRonDeSantis continúe bloqueando las acciones locales y dificultando que los líderes locales mantengan seguras a nuestras comunidades”.

“Lo perfecto sería que la gente tomara conciencia y cumpliera las medidas sanitarias, que protegen a todos. Pero sabemos que no es así. Muchos no hacen caso si no hay sanción”, argumentó el médico especialista.

Tercera ola

La conciencia comunitaria funcionó a medias y la tercera ola del virus brotó en noviembre. Los contagios y las muertes volvieron a incrementar, pero hospitales y autoridades, con más experiencia sobre el virus, lograron maniobrar la situación.

Tras la llamada ‘reapertura’ llegó la ayuda federal, aunque el Condado demoró y fue cuestionado por no ponerla en manos de las municipalidades con prontitud.

De cualquier manera, el auxilio federal no fue suficiente, ni para pequeños negocios ni para portadores de hipotecas ni alquileres por pagar. El país se endeudaba con miles de millones de dólares y la gente, que habría perdido sus ingresos, se enfrentaba a la triste realidad de defender sus techos.

Vacuna

Después de largos meses de espera, mientras Florida y Miami-Dade vivían el comienzo de la cuarta ola, la esperada vacuna surgió. El Gobierno nacional, entonces dirigido por Donald Trump, agilizó la aprobación de la primera inmunización y a finales de diciembre comenzó la vacunación.

“Podemos cuestionar cómo el estado de Florida”, que obtiene las vacunas del Gobierno nacional, “ha optado por aplicar la inmunización, sin asumir una planificación general, con puntos de vacunación organizados; pero tenemos que reconocer que las personas con mayores riesgos, las que tienen más de 65 años, han sido atendidas primero”, determinó el doctor Lara.

Hoy el estado de Florida acepta la participación del Gobierno nacional, con la operación de puntos de vacunación masiva, al margen de la orden estatal de priorizar “a personas mayores de 65 años” y otras que formen parte de otros grupos, señaló el especialista en enfermedades infecciosas.

El conteo de nuevos contagios en el condado Miami-Dade disminuye, aun cuando la cifra de muertes se mantiene entre 10 y 30 fallecimientos diarios. No obstante, los hospitales ni reportan colapso ni congestionamiento.

Todo parece indicar que la incidencia de positivos disminuye, pero el virus es ágil, se regenera, como ha probado ser en otras geografías, y el uso de mascarillas y la práctica de la distancia física continúan siendo las armas más eficientes.

“Si lo fiamos todo a la vacuna, iremos mal”, concluyó el doctor Lara.

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