PORT CHARLOTTE — Susan regresa al amanecer a su hogar, con el sueño y la esperanza de que el huracán Ian hubiese mirado en otra dirección. Pero esta vez las oraciones no fueron suficientes y apenas quedaron en pie unos trozos de pared en el inmueble ubicado en un campo de casas móviles en Port Charlotte, Florida.
Caos, destrucción, incertidumbre: serían palabras comunes entre los pobladores locales. Árboles y postes caídos, autos aplastados, un panorama desolador adornado irónicamente con un sol que aparecía tras los nubarrones y los vientos.
Pero esa misma gente se levantó hoy con una fuerza adicional impulsada por la fe en la pronta reconstrucción. Sin energía eléctrica, prácticamente sin acceso a internet o siquiera señal celular, la solidaridad prima y florece. Cocinas improvisadas y una tan necesaria sonrisa y mano amiga para sacar a otros de la penumbra.
DIARIO LAS AMERICAS conversó con Alberto Palacios, jefe de una de las brigadas que participan en la limpieza y recogida de escombros.
"Ayer fue impresionante. Por el sonido sabías lo que ibas a encontrar hoy. Desde el amanecer no hemos descansado; para eso vinimos para echar hacia adelante y ayudar. Todos en el grupo somos latinos. Es un orgullo", reveló. "Ayer fue impresionante. Por el sonido sabías lo que ibas a encontrar hoy. Desde el amanecer no hemos descansado; para eso vinimos para echar hacia adelante y ayudar. Todos en el grupo somos latinos. Es un orgullo", reveló.
Una de las estaciones de gasolina comenzó a brindar servicio a través de generadores. Las filas se volvieron interminables, sobre todo para abastecer galones para días o semanas sin electricidad.
La mirada de Susan abraza el horizonte y se apega a sus recuerdos. Esos que Ian no le pudo arrebatar.