sábado 3  de  junio 2023
FLORIDA

Solidaridad, la respuesta inminente

Prevalece la imagen de vecinos que ayudaron a otros vecinos, a medida que las condiciones de los primeros mejoraban

Por JESÚS HERNÁNDEZ

MIAMI.- Sin electricidad ni plantas portátiles que proveyeran el preciado recurso, supermercados, gasolineras y bancos dejaron de funcionar tras el paso del huracán Andrew.

Entonces no existían leyes en Florida que requirieran a locales comerciales contar con respaldo de electricidad en caso de tormenta.

Salvo los hospitales, adonde acudieron cientos de heridos y madres en gestación, y ciertas zonas de localidades situadas en el área norte de Miami-Dade, el resto del condado vivía en las penumbras, sin acceso a la alimentación, ni a los oportunos cajeros automáticos ATM ni a gasolineras.

Muchos optaron por viajar del centro de Miami, Coral Gables, Kendall y Homestead a Hialeah y el vecino condado Broward para abastecerse de alimentos, gasolina y dinero en efectivo.

“Recuerdo largas filas de personas, desesperadas, que aguardaban por un trozo de hielo para mantener fresca la comida que tenían en casa”, aludió Sandra.

Las madres y los padres buscaban qué dar de comer a sus hijos, mientras los enfermos aguardaban por un bocado, un vaso de leche fresca, que hijos o amigos lograban llevarles.

Entonces no importaba cuánto dinero se tenía en el banco ni el monto disponible en las tarjetas de crédito.

El hielo, en pleno verano de agosto, se convirtió en un lujo muy anhelado por todos.

Hubo distribución del valioso producto y altercados para obtenerlo, que recordó fotografías provenientes de países menos afortunados.

Medios de comunicación recogieron imágenes de una camioneta que distribuía hielo y fue literalmente asaltada por personas que perdían la paciencia. El conductor del vehículo, armado con un machete, logró alejar los asaltantes.

De cualquier manera, prevalece la imagen de vecinos que ayudaron a vecinos, a medida que las condiciones de los primeros mejoraban.

Fue usual ver tendidos eléctricos correr de una acera a la otra para proveer electricidad al que vivía al otro lado de la calle.

Silvia tenía un niño de un año y recuerda, con mucha gratitud, como su vecina Zoraida le pasó una extensión de electricidad para hacer funcionar su refrigerador.

Al otro lado de la calle, Jorge recopiló hielo y lo distribuyó a los vecinos, mientras voluntarios de Broward conducían más de 40 millas para traer el preciado producto a necesitados.

En Coral Way, los troncos caídos de los árboles impedían el paso de vehículos y un grupo de vecinos se apertrechó de serruchos y sierras impulsadas por un poco de gasolina para despejar la vía, mientras el ayuntamiento de Miami hacía su parte.

Los asaderos barbecue fueron también un lujo. Había que ahorrar el poco gas que quedaba en los balones y los troncos caídos de los árboles eran cortados para hacer leña y cocinar en los patios de las casas. Con mucha frecuencia vimos vecinos, que prácticamente no se conocían, compartir con otros lo poco o mucho que lograban cocinar.

Las imágenes de compañerismo se repitieron a lo largo de la zona devastada. Son historias de solidaridad que denotan la hermandad entre vecinos en tiempos difíciles y echan por tierra la reputación de individualismo que achacan a la sociedad estadounidense.

Desesperación

La necesidad se unió a la desesperación, mientras miles de miamenses esperaban por la visita de las compañías de seguro para reparar sus viviendas.

Hubo individuos que se aprovecharon de la situación y asaltaron viviendas y locales comerciales, mientras otros continuaban ayudando a necesitados.

La situación empeoró y las autoridades implantaron un toque de queda para evitar el robo y el saqueo de supermercados, tiendas y casas, que ante la falta de electricidad quedaron vulnerables al asecho de malhechores.

La Guardia Nacional y el entonces presidente George Bush acudieron a las zonas más devastadas para aplacar la situación y llamar a la concordia, la esperada camaradería, la paciencia, ante un desastre natural de esta índole.

Se habilitaron tiendas de campaña, comida y agua para sobrevivir, pero la gente, desesperada, ante tanta destrucción, pedía la reconstrucción.

Espera

Largas semanas y meses de espera siguieron el desastre, mientras las aseguradoras de inmuebles trataban de atender a quienes, puntualmente, cada mes, pagaron sus pólizas de seguro.

Los cientos de miles de reclamaciones provocaron la bancarrota de aseguradoras y la cancelación de miles de pólizas, lo que condujo al alza del precio de los seguros y la salida de la mayoría de las compañías del entonces insostenible mercado de la Florida.

Los vecinos se protegían unos a otros de la amenaza de malhechores.

Sandra recuerda cómo esperaba ansiosa la llegada del inspector de la compañía de seguro. Le advirtieron que dejara todo tal cual lo dejó la tormenta, pero vivir entre escombros varias semanas no fue fácil.

“Logramos alquilar un camión y llevamos los muebles que salvamos a casa de mis padres”, señaló.

Finalmente, la autoridad federal que atiende desastres FEMA inyectó miles de millones de dólares para quienes no poseían recursos para reparar sus viviendas y locales comerciales.

FEMA descubrió, y documentó, que el código de construcción en Miami-Dade necesitaba serios ajustes, después de revelar que la resistencia de las edificaciones no era suficiente, lo que condujo a importantes cambios en el diseño y el uso de materiales.

Solo en la urbanización Country Walk, situada en el extremo oeste de Kendall, el 90% de las viviendas fueron literalmente destruidas.

Más tarde, los dueños de viviendas demandaron a la firma urbanizadora Arvida, por construcción de mala calidad, y las casas fueron reconstruidas.

De cualquier manera, la solidaridad prevaleció con cientos de ejemplos. Las aseguradoras, forzadas en parte por los gobiernos condal, estatal y federal, finalmente asumieron responsabilidades.

Por último, la empresa eléctrica FPL, con la ayuda de proveedores de electricidad de otros estados, logró restablecer el servicio, gota a gota, hasta sumar 20, 30 y 45 días.

La ciudad, tras largos días y semanas de espera, comenzó a resplandecer otra vez.

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