Pedro García-Carrillo fue uno de los 14.000 niños traídos desde Cuba hasta los EEUU a través de la Operación Peter Pan. A pesar de llegar en un principio a Miami, lo transfirieron después de un mes a Lincoln, en Nebraska, donde tuvo que esperar a que sus padres salieran de Cuba.
“Realmente no tuve alternativa. Mis padres fueron los que me mandaron. Yo tenía 13 años, y vine sólo”, dijo.
El primer negocio de García-Carrillo, GC Homes, comenzó a tomar forma cuando el empresario descubrió que construir casas era su vocación.
“Yo estudié Contabilidad, y uno de mis clientes era contratista. La contabilidad es muy aburrida, pero en la construcción siempre estás creando algo. Yo decidí meterme en la construcción, y ese señor que era cliente mío me ayudó, me dió todos los contratistas, el arquitecto, todos los contactos, y empecé sin saber nada, y así fue cuando hice más de 1.000 casas aquí”, dijo.
Mientras tanto, su hijo, Michael García-Carrillo, quien es ahora dueño de la empresa GC3 Development empezó su carrera desde abajo.
“La primera experiencia de él fue limpiando calles y garajes con una manguera. Así comenzó a aprender todo el proceso del concreto, las columnas, y los techos”, señaló Pedro.
Hoy en día, Michael vende casas por millones de dólares, aunque confiesa que nunca se imaginó que llegaría a tener tanto éxito a través de su negocio. Por lo tanto, agradece a su padre por brindarle la oportunidad de empezar su carrera, y de otorgarle valores que ahora le transmite a sus hijos Milena, Michael y Paulo.
“Yo comencé básicamente limpiando las casas en sus sitios de trabajo, pero cuando me gradué de la secundaria, empecé a manejar algunas de sus propiedades. Poco a poco, me puse a hacer mis propios proyectos y a hacer algo en un nivel más alto en términos de valor y producto. Antes de estar envuelto en el negocio, hacíamos casas de hasta 600.000 dólares, pero cuando yo entré, sólo quería hacer algo por más de un millón de dólares. Ahora, no creo que tengo algo que venda por un millón de dólares, pues todo lo que tengo cuesta entre 2 y 6 millones”, explicó.
“Lo que siempre he aprendido de mi padre es ser muy trabajador. Siempre tratar de ser exitoso, siempre ser honesto, y siempre cumplir con los clientes. Lo único que uno tiene aquí es su palabra, y eso es lo mayor que he aprendido de él. El éxito que él ha tenido y la oportunidad que me ha dado, ha sido por mucho trabajo y ha sido difícil. No es un negocio fácil, tiene muchas cosas moviéndose”, puntualizó.
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