ROSA TANIA VALDÉS
Especial
El cardenal Jaime Ortega y Alamino deja atrás un controvertido legado que lo sitúa en un polémico lado de la historia de la Iglesia cubana
ROSA TANIA VALDÉS
Especial
El cardenal cubano Jaime Ortega y Alamino acaba de ser reemplazado como arzobispo de La Habana, después de 35 años de controversial desempeño en la isla, en la que según sus detractores fue como mucho un tibio interlocutor del régimen de Raúl Castro.
Ortega, que cumplirá de 80 años en octubre, había presentado su dimisión al Vaticano hace más de cuatro años, pero debió esperar hasta esta semana para recibir la venia otorgada por el papa Francisco.
La Santa Sede accedió a la dimisión de Ortega y nombró como arzobispo de La Habana a monseñor Juan de la Caridad García Rodríguez, quien fungió hasta ahora como arzobispo de Camagüey, según informó el sitio Iglesiacubana.net en internet.
Según la ley fundamental de la Iglesia católica, el Código de Derecho Canónico, los obispos obligatoriamente deben renunciar al cumplir los 75 años.
“Los cardenales suelen permanecer en el puesto algunos años más allá de los 75. Pero con Ortega Francisco fue particularmente generoso y le permitió mantenerse hasta ya avanzados los 79”, comentó Andrés Beltramo, un reportero que cubre la Santa Sede para medios en Italia.
“Esa generosidad tiene sus razones”, precisó Beltramo. “El Pontífice y el cardenal no sólo mantienen una cercana amistad; el segundo se convirtió en el mensajero secreto del primero en la delicada negociación que involucró al Vaticano en el acercamiento entre la isla caribeña y la Unión Americana”, agregó, en alusión al deshielo entre La Habana y Washington.
Ortega y los tres papas
Durante la prolongada permanencia de Ortega en el cargo, tuvo también cierta participación en algunos aspectos de la vida en Cuba.
Ortega fue, por ejemplo, el anfitrión de las históricas visitas de tres papas a la isla.
En 1998 recibió a Juan Pablo II, en el 2012 agasajó a Benedicto XVI y en el 2015 fue parte de la emotiva visita del papa Francisco a Cuba.
Sus críticas siempre subrayan que durante los últimos años sólo instó tímidamente al régimen de La Habana a agilizar el plan de reformas con vistas a mejorar la vida de los cubanos.
Sobre los prometidos cambios emprendidos por las autoridades y que no acaban de rendir los esperados frutos en la isla, Ortega comentó en el 2010: "Creo que esta opinión alcanza una especie de consenso nacional y su aplazamiento [de las reformas] produce impaciencia y malestar en el pueblo".
Sin embargo, otros consideran que en el escenario cubano, Ortega ha sido probablemente el más importante interlocutor de Castro fuera del ámbito estatal.
Tras una inédita negociación, entre el 2010 y 2011, el cardenal Ortega ayudó a la liberación de decenas de presos políticos, la mayoría de los cuales tuvo que salir al exilio en España y Estados Unidos.
En aquella ocasión logró incluso mediar para detener temporalmente una singular ola represiva de simpatizantes del régimen, contra el grupo opositor Damas de Blanco.
Sin embargo, en los últimos años, activistas de derechos humanos en la isla han arremetido contra la gestión de Ortega, acusándolo de dar la espalda a la oposición pacífica y desconocer la existencia de presos políticos.
"Usted, cardenal, está tendiendo una alfombra para que transite el castrismo a su continuismo", indicó tiempo atrás el disidente cubano Jorge Luis García Pérez "Antúnez", quien pasó 17 años preso en la isla.
Antúnez tildó entonces a Ortega de “irresponsable” y lo acusó de “lavar la cara” y de ser “víctima de chantaje” del régimen de La Habana.
Su legado
La relativa mejoría en la relaciones entre la Iglesia católica y el Gobierno comunista comenzó en 1998, con la visita de Juan Pablo. Desde entonces, varias personalidades del Vaticano han desfilado por Cuba.
Los resultados no son muchos. Reclamos como acceso a la educación y una mayor proyección de la Iglesia católica en los medios y la televisión controlada por Estado son todavía asignaturas pendientes que deja Ortega a su sucesor.
Entre sus conquistas, Ortega cuenta la devolución de cerca de un centenar de templos e inmuebles que fueron expropiados por el régimen y la apertura de una nueva sede para el Seminario San Carlos y San Ambrosio, la primera construcción de la Iglesia Católica desde 1959.
¿El olvido?
Nacido el 18 de octubre de 1936, Ortega tenía 22 años cuando triunfó la revolución que llevó a Fidel Castro al poder en Cuba.
En carne propia padeció en 1964 la reclusión en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción, la temibles UMAP, “campos de reeducación” para personas cuyas religiones o proyección social los alejaba del proyecto de “hombre nuevo” que demandaba el sistema socialista vigente en la isla desde poco después de 1959.
Pero contrario a lo que hicieron muchos de los confinados en la UMAP, Ortega se quedó en Cuba y estudió teología en el seminario de San Alberto Magno, en la provincia de Matanzas y luego en el seminario de Sacerdotes de las Misiones Extranjeras de Québec, en Canadá.
Su puesto en la Iglesia le permitió no sólo recibir a tres papas, también fue la primera personalidad de la isla en reunirse con el presidente Barack Obama, durante su histórica visita a la isla en marzo.
Se le vio sonriente al lado de Obama mientras caminaban en la Catedral de La Habana, donde se reunieron a puertas cerradas.
Poco después de la histórica visita y en abierta consonancia con la posición oficial del Gobierno, Ortega salió al paso a la fórmula de reconciliación propuesta por Obama, en que pidió “dejar atrás el pasado” para acabar con más de medio siglo de distanciamiento y hostilidades mutuas entre ambas naciones.
"En esto hay una gran dificultad, no se pasa la página y no se deja atrás la historia porque la historia es necesaria y la historia es maestra de la vida como dijo un pensador griego y hace falta tenerla siempre presente y sin embargo tenemos que vivir reconciliados", aseguró Ortega durante su homilía de Viernes Santo.
"No se tiene que olvidar la historia, tenemos que sobreponernos a la historia por el perdón", sentenció.
Ortega vivirá en su residencia en el Centro Cultural P. Félix Varela, antigua sede del Seminario San Carlos y San Ambrosio, donde "continuará sirviendo a la Iglesia" y cumplirá "las funciones como Cardenal de la Iglesia al servicio del Papa", indicó el Arzobispado en una nota oficial.
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