Tel Aviv. - León Amiras aún recuerda cuando a sus 5 años en Argentina se disculpó con la maestra de religión al preferir salirse del salón porque no se veía representado.
Quienes viajan al país hebreo en busca de sus raíces pueden alcanzar la nacionalidad sin mayores contratiempos, reciben ayuda para estudios, trabajo y otros servicios sociales
Tel Aviv. - León Amiras aún recuerda cuando a sus 5 años en Argentina se disculpó con la maestra de religión al preferir salirse del salón porque no se veía representado.
“Disculpa, yo tengo que salir porque yo no soy cristiano, yo soy judío”, dijo Amiras entonces a su profesora.
Hace 30 años se mudó a Israel en busca de sus raíces y allí trabaja como abogado de inmigración y preside la Organización de Inmigrantes Latinoamericanos, España y Portugal (OLEI) en ese país.
Hoy, a sus 61 años es uno de aproximadamente 120,000 latinoamericanos que residen en el Estado de Israel. “Los inmigrantes de esos países latinoamericanos [son] muy bien recibidos”, dijo Amiras refiriéndose a quienes llegan de Argentina, México, Brasil, entre otras naciones. Al pisar Israel reciben apoyo económico para la mudanza del país de origen, aprender el idioma hebreo, becas para grados universitarios, y otros servicios sociales, según comenta el abogado, especializado en inmigración.
“Israel no es como en Estados Unidos que te detienen en la calle y deportan”, dijo Amiras.
Los inmigrantes de origen judíos pueden participar de un proceso accesible a la ciudadanía israelí, comentó Amiras y lo comparó con similar proceso en Estados Unidos. La ciudadanía israelí a través de la Ley del Retorno otorga ciudadanía automática a los judíos, mientras que la ciudadanía estadounidense se obtiene principalmente a través de la naturalización después de un período de residencia legal.
Amiras explicó que el caso de los inmigrantes indocumentados ellos pueden vivir en Israel sin temor a ser detenidos, aunque asegura que si este sale de Israel el gobierno “ya no lo deja entrar”.
A pesar de que el Estado de Israel se encuentra en guerra con Hamás, guerrilla islamista catalogada por Estados Unidos por sus acciones como grupo terrorista, latinoamericanos como Sandra Donaire desean continuar su vida en Israel y no en otro país.
Donaire decidió mudarse de Perú junto a su familia hace casi tres años a Israel para completar su conversión al judaísmo.
El tribunal judío aprobó la conversión de Donaire el pasado enero, mientras que esta semana se le entregó la ciudadanía israelí.
Donaire recuerda lo complejo que fue practicar su religión en su país natal. “Nosotros no podíamos llevar un judaísmo activo allá (en Perú)”, dijo. “Llevar una vida judía, pero no poder vivir como judíos fue difícil”.
Otros latinoamericanos como Ivonne Lerner se mudaron a Israel por motivaciones románticas y académicas.
Lerner visitó Israel por primera vez a sus 11 años para compartir con su familia. Tiempo después conoció a su esposo. Ambos se casaron y vivieron en Argentina, luego Estados Unidos y posteriormente a Israel.
Este regreso fue complejo y hasta difícil para la argentina que debía aprender un nuevo idioma, el hebreo. Pero superado este reto, logró completar una maestría en el campo de literatura con una beca para inmigrantes la cual pagó la totalidad de sus estudios.
Después de tres décadas en el país y recordar el apoyo que recibió en su proceso de inmigración, Lerner relata sufrir el impacto que ha causado la guerra en la región.
Joseph Cohen, escritor y artista visual mexicano, visitó Israel por primera vez en los años noventa, aunque tenía esperanza de regresar al país como descendiente judío.
Al igual que Lerner, Cohen lamenta la guerra y porta una camisa color negra con las palabras “Stop Normalizing Hate” acompañadas de una cinta amarilla que simboliza solidaridad para el regreso de los rehenes tomados por Hamás.
“En el momento en que el odio se vuelve permitido o algo “positivo” toda la moral de una nación se cae”, dijo Cohen.
Amiras, el abogado de inmigración contó que el latinoamericano en Israel hoy cuida su identidad. “No la pierde a diferencia de otras personas que quieren borrar su pasado”.
“Yo hablo hebreo toda mi vida, pero aun así me siento inmigrante”, dijo Amiras. “Cuando más auto seguridad tienes en tu vida de inmigrante, te importa un cuerno querer de ninguna manera cambiar tu pasado”.
Wesley Pérez Vidal*
Enviado Especial
*Estudiante de Newhouse School of Public Communications at Syracuse University