PARÍS.- El parisino Puente del Alma, donde Diana de Gales murió hace este jueves 20 años, se ha convertido desde entonces en lugar de peregrinación, junto al que mensajes, fotos y flores dejan constancia de que sigue siendo, según le dicen, "inolvidable".
La llama de la libertad, réplica exacta de la antorcha de la Estatua de la Libertad de Nueva York, recibida por los franceses como símbolo de la amistad franco-estadounidense y situada junto a ese fatídico puente, es el epicentro de las muestras de cariño.
"Soy fan de Diana desde que era pequeña y hoy tenía que venir", explica a Efe Patricia Brissard, a la que todavía se le pone la piel de gallina cuando recuerda esa mañana del 31 de agosto de 1997 en la que lo primero que escuchó en la radio al levantarse fue la noticia de su fallecimiento.
El coche en el que viajaba la ex mujer de Carlos de Inglaterra junto a su entonces pareja, el millonario egipcio Dodi Al Fayed, y a su guardaespaldas, se empotró en ese túnel en un frenético intento por escapar de los paparazzi, que siguieron fotografiando el vehículo tras el accidente.
El guardaespaldas, Trevor Rees-Jones, fue el único que se libró de la muerte. Diana resultó gravemente herida, con un traumatismo craneal y profundas hemorragias internas que la hicieron perecer poco después en el hospital de la Pitié-Salpêtrière, situado a 7 kilómetros de allí.
"Incluso ahora me siguen dando ganas de llorar", señala la portuguesa Eva Lopes, una de las muchas personas que en este vigésimo aniversario se han acercado hasta allí para rendirle tributo.
Fotos de Diana junto a sus hijos, los príncipes Guillermo y Enrique, de su labor humanitaria y de viajes al extranjero, cohabitan con los candados que parejas de enamorados dejan en las cadenas que rodean al monumento, y con abundantes flores, solas o en ramo, que en esta conmemoración se han incrementado.
Las celebraciones oficiales han tenido lugar en el Reino Unido, precisan a Efe fuentes de la embajada británica en París, por lo que el trasiego que este jueves registró la zona no es más que una muestra espontánea de los ciudadanos.
"Tengo la impresión de que se le rinde más homenaje en Francia que en Inglaterra", añade Brissard, que ha dejado una imagen en ese "altar" y recuerda a Diana de Gales por su trabajo con los desfavorecidos o en contra de las minas antipersona.
Junto a los turistas, quienes se acercaron hoy a esa simbólica llama, desde la que puede contemplarse en la otra orilla del Sena la Torre Eiffel, fueron en su mayoría mujeres, que en algunos casos vivieron lo sucedido en primera persona.
Jeanette, por ejemplo, trabajaba entonces y sigue haciéndolo ahora en las cocinas del hotel Ritz, donde Diana y su pareja se habían instalado.
Con los ojos llorosos, recuerda el paso de los agentes de policía por ese exclusivo establecimiento con motivo de la investigación abierta, y el impacto que le supuso a ella y a sus compañeros enterarse de su muerte.
"Fue un accidente muy brutal. No te lo creías. Creo que la verdad no se sabrá nunca. Cada uno tiene la suya", explica haciéndose eco de teorías conspiratorias que desacreditan la versión oficial, en la que se culpó de lo sucedido al conductor, Henri Paul, por estar bajo los efectos del alcohol.
Más allá de las dudas de algunas, otras, como la portuguesa Lopes, prefieren quedarse con la imagen que aún hoy se proyecta de Diana: "Todo el mundo la quería, por eso la gente la llamaba 'La princesa del pueblo'", dice mientras un músico callejero va más lejos al cantar en bucle, en inglés y francés, que era "la reina de nuestros corazones, la reina de nuestras almas". EFE
FUENTE: EFE