miércoles 20  de  marzo 2024
Crónicas desde Taiwán

Taiwán: vivencias personales (IV)

Entre los chinos hay una fascinación por los dragones y los animales de su calendario

Por Orlando López-Selva

La tienda de artesanías fue un cofre de deleites ópticos. Vi tantos objetos ―que a mi parecer, eran más artísticos que artesanales.

Entre los chinos (¿estoy generalizando?) hay una fascinación por los dragones y los animales de su calendario ―símbolos del tiempo―: gallos, sapos, cerdos, tigres, dragones, peces, etc. Eso me dice que mitología y zoología convergen en el arte. Pero, ¿por qué no hay manifestaciones así entre los griegos? En las vasijas y artesanías, de los helenos, hay más énfasis en los guerreros, semidioses o héroes. Apenas un esbozo de caballos conquistadores. Y mientras lo griegos se concentran en los colores de su bandera azul y blanco, los chinos eligen colores más fuertes. Es decir, los colores cálidos: rojo, amarillo, naranja ―y en menor medida― el verde.

¿Puedo asumir que los griegos son de cultura épica y los chinos reverentes al tiempo?

Como estaba cerca el ministerio de información, llegamos rápido al encuentro con el Viceministro del Consejo para los Asuntos con China Continental, Chiu, Chui-Cheng (una instancia para conversar con los vecinos al otro lado del estrecho). Ahí escuchamos al joven funcionario. Un taiwanés de un poco más de 1.80mts; alto para los estándares de su país. Aunque nos recibió en inglés, pasó luego al mandarín para explicarnos un poco su postura, apreciaciones de la historia de estos encuentros entre el tigre (China Continental) y el tigrillo (China-Taiwán). Desde ese foro ambos Estados, se han estado sentando por algunos años para hablar de su posición con respecto al estatus que Taipéi tiene como nación independiente.

Mis compañeros periodistas iberoamericanos hicieron muchas preguntas interesantes sobre la breve presentación oficial. Taiwán sigue luchando, desde varios frentes, contra su posible captor. Es una encrucijada de vida o muerte. Implica mucha dignidad y disposición de lucha para enfrentar a la segunda potencia mundial. Pero, hay algo peor ―que tiene apariencia de inadvertido― el régimen del señor Xi Jing Ping (un señor reposado, de gestos sobrios y breves alocuciones) representa a una dictadura de molde marxista leninista. Y ese régimen ha estado sacando las uñas desde hace muchos años. A vista y paciencia de toda la comunidad internacional.

¿Le temen? ¿Nadie quiere tener roces o altercados con este monstruo que, como dijera Napoleón Bonaparte: "...sería un gigante imparable, una vez despierto".

Estamos acostumbrados a oír y conocer los argumentos de los aliados y amigos taiwaneses. ¿Pero se han dado cuenta de que es muy poco lo que se filtra o se sabe de los regímenes oprobiosos e intolerantes de China y Rusia?

Me llamó la atención que en la mesa larga y rectangular donde nos sentamos con nuestra contraparte gubernamental taiwanesa, nos ponían un lápiz sin borrador, unas cuantas hojas en blanco para anotar, y un vaso de agua caliente. ¿Para el té? ¿O, era esa una costumbre de ellos beber agua caliente?

Después de tomarnos una foto, el viceministro me preguntó si había estado en Taiwán antes. Le respondí que sí. Hacía 22 años. No hubo más intercambios, solo la foto de rigor. Fue mi primer contacto con alguien fuera del hotel o las tiendas. Vini, vidi, dixi. Nos despedimos. Partimos.

Tomamos el autobús. Íbamos a un almuerzo. En el camino seguía cavilando. ¿Qué le sucedería a Taiwán si los países de vocación libertaria y democrática (mayoritariamente occidentales) no le ayudaren? No quería pensar que, eventualmente, un partido fuera de las paralelas históricas (KMT & DPP), podía surgir, causar revuelto y propugnar por la anexión a Beijing. Ello dejaría en ascuas al movimiento nacionalista, tan digno y valiente. Sobre todo, tan ejemplar. He creído que en política, la libertad es una constante brega. No es un estado al que se llega como a un nirvana, y ahí para todo. Prueba de ello es la existencia inteligente de organismos multilaterales, el derecho internacional. Son evidencias de que la humanidad necesita respetarse para coexistir. Debe haber frenos a la adicción de los más fuertes. O lo que he tipificado como los "intolerantes con poder" ―los más peligrosos.

Seguía, por mis ojos, entrando Taipéi con todas sus estampas urbanas. Veía todo como un mosaico. No me había percatado. Este no era un viaje cualquiera. Estaba en Asia: la de los superlativos. Ese continente que, el escritor español, José María Gironella relató: "En Asia se muere bajo las estrellas", obra seminal que leí muy joven para comenzar a sentir asombro y pasión por las culturas tan vastas y milenarias que recogían las semblanzas del Oriente.

Seguía viendo todo ese enjambre fluido de vidas, expresiones, sentires y logros a través de la ventana del autobús. [Recordé que el poeta nicaragüense Carlos Martínez Rivas, al vivir en Madrid, salía a las calles para observar y después ponerse a escribir]. Me atrapaban rótulos, calles, sonidos, y; desde luego, las gentes de una nación convertida en país desarrollado en solo 60 años. ¡La economía # 22 del planeta!

Se asomaban, entre las bocacalles, las colinas boscosas de verde intenso de una geografía ignota. Y por ello, cautivante. Toda geografía es humana; por tanto, es patrimonio común. Había, además de las escenas orográficas, figuras fluyendo, como los rostros en la noche pintados por el noruego Edvard Munch. Como en los sueños: encontramos lo que vimos o inadvertimos. Aunque, todo se torne inatrapable.

Hay una línea del poeta catalán Joan Margarit que dice: "...amar es ser extranjero...". ¿Qué estaba sintiendo? Es una mezcla de varias emociones. Pero sí. No soporto la monotonía pueblerina. Sigo a Ulises, Sinbad, Crusoe. Me extasían las diversas culturas, lenguas, paisajes, ritos, y ceremonias variopintas.

Taiwán es una isla paradójica: de paisajes apacibles e industrias vertiginosas; de rostros y expresiones gentiles. Sé que hay bondad en la mayoría de sus gentes. ¿O, tal vez he sido víctima del malinchismo taiwanés?

¿Cómo podría saberlo?

Quisiera hablar con taiwaneses para desentrañar lo que no palpo. ¿Se puede revelar todo por la música, la literatura o las pinturas chinas? ¿Hasta dónde quieren llegar?

¿Puedo comprender bien el ethos de un pueblo sin conocer su lengua?

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