LA HABANA.- IVÁN GARCÍA
Especial
LA HABANA.- Se ha pasado del show mediático al silencio sospechoso. Probablemente sea el ambiente perfecto para lograr acuerdos que satisfagan a las dos partes
LA HABANA.- IVÁN GARCÍA
Especial
Parece que ha pasado mucho tiempo desde aquel mediodía del 17 de diciembre cuando la familia de Rogelio Horta, estupefacta frente al televisor, escuchó a Raúl Castro anunciar el restablecimiento de la relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
“Todo parecía perfecto. La gente en la calle se entusiasmó. Aperturas en telecomunicaciones, internet y accesos a microcréditos para trabajadores por cuenta propia y cooperativistas. Si terminaba el diferendo entre los dos países, la situación económica podría mejorar. Pero con el paso de los días, las expectativas se han ido enfriando”, confiesa Rogelio, dueño de un cafetería en el suroeste de La Habana.
Tres meses después de la noticia bomba, la sensación que se percibe entre los cubanos de a pie es que el nuevo panorama no va cambiar significativamente sus vidas.
El Gobierno de Castro no ha promulgado una política que posibilite al sector privado o cooperativo establecer nexos de negocios o financieros con entidades estadounidenses.
“La cosa se ha quedado en la propaganda. Estadounidenses recorriendo cooperativas agrícolas y centrales azucareros, famosos realizando programas televisivos en La Habana o haciéndose selfies con hijos de Fidel Castro, pero no hay resultados. Las llamadas telefónicas directas siguen igual de caras”, señala Armando, guionista de novelas radiales.
La gente ha ido pasando de la expectativa al enojo. Es el estado de ánimo que tiene Josuan, un taxista particular que se ilusionó con las palabras de Barack Obama. Demasiado, quizás.
Hace tres meses, víspera de Navidad, Josuan avizoraba un futuro de ensueño. “Creía que Cuba se abriría en el sector económico y que los cuentapropistas tendríamos más oportunidades. El tema de conversación era cuánto nos podría beneficiar el nuevo contexto. Pero el Gobierno nos ha bajado de la nube. Ahora con el culebrón de Venezuela, la prensa ni siquiera se hizo eco de la tercera ronda de conversaciones celebrada en La Habana”, comenta.
Los medios oficiales apenas le dieron repercusión a la segunda visita de Roberta Jacobson a Cuba. Tampoco se vio una nube de periodistas extranjeros por las calles de La Habana y nada ha trascendido sobre los encuentros de Jacobson y su contraparte, Josefina Vidal.
Se ha pasado del show mediático al silencio sospechoso. Probablemente sea el ambiente perfecto para lograr acuerdos que satisfagan a las dos partes.
Para los cubanos mejor informados, como Ortelio, exfuncionario de un ministerio, la preocupación es que cualquier vaivén en la política exterior de Estados Unidos pueda dar al traste con los pasos dados.
“Negociar con los Castro es muy complejo. Son como niños malcriados. Cualquier evento de la política estadounidense que no les agrade puede poner en peligro las negociaciones. Oficialmente se ha dicho que las medidas de Obama contra siete funcionarios venezolanos no van a interferir en el proceso. Ojalá que así sea y nuestro Gobierno muestre lucidez y responsabilidad. Desde hace 25 años, Cuba vive una perenne crisis económica y no se vislumbra la puerta de salida. Si no logramos desarrollar la economía y mejorar la calidad de vida, continuará la emigración. Y el descontento tiene un límite”, subraya Ortelio.
Danilo, arquitecto, considera que todo es un montaje. “Esos discursos de los funcionarios cubanos es para complacer a la izquierda latinoamericana y europea. Raúl Castro no va a dejar pasar el momento con Estados Unidos, pero necesita del petróleo venezolano. Que Venezuela se robe el show en la próxima Cumbre de las Américas es una buena cortina de humo para seguir negociando tras bambalinas. Maduro tiene fecha de caducidad. Va a perder el poder a corto plazo. Es un tonto útil”.
Mientras en las alcantarillas del poder de La Habana y Washington se trazan estrategias, el entusiasmo inicial que entre los cubanos provocó el sorprendente giro diplomático se ha ido eclipsando.
Desde el 17 de diciembre, la afluencia de norteamericanos con bolsillos amplios ha beneficiado a sectores privados de hospedaje y gastronomía, taxistas, marginales, jineteras y jineteros, sobre todo en la parte antigua de la ciudad, la más visitada por los turistas.
Los habaneros esperan que a la vuelta de dos años, la internet de banda ancha y los dólares estadounidenses se expandan por todos los barrios de la capital. Por esos lares, Maduro no es bienvenido. Sólo ofrece discursos extensos y una catarata de agravios. Ellos han vivido esa narrativa por muchos años. Ya están cansados.