sábado 25  de  noviembre 2023
EEUU-CUBA

Obama gana, Putin pierde y España hace tablas

Entre los cubanos de a pie, EEUU siempre fue el país soñado para emigrar; los intelectuales y funcionarios del Partido Comunista le temen, pero lo aman

LA HABANA.-IVÁN GARCÍA
Especial

Si usted camina por la Avenida del Puerto, paralela al Malecón de La Habana, podrá observar la huella arquitectónica de tres naciones atadas al pasado de Cuba.

La Fortaleza de San Carlos de La Cabaña, el Faro del Morro, el Paseo del Prado, la Plaza de la Catedral o el Centro Cultural Félix Varela son herencias ibéricas. Igual que los portales lineales, las columnas, grandes ventanales y patios interiores que se pueden observar en la mayoría de las ciudades cubanas.

De Estados Unidos quedó el caudal técnico y pedagógico de los urbanistas y arquitectos locales que posteriormente edificaron decenas de rascacielos en El Vedado, entre ellos el Focsa, el más alto del país. En la capital lo más emblemático es el Capitolio, las agencias bancarias en la zona antigua, las tiendas Ten Cents y el modelo de producción de la otrora televisión republicana. El concepto empresarial, contabilidad y mercadotecnia también llegó del otro lado del charco.

De la antigua URSS recibimos el horroroso diseño de bloques de viviendas uniformes y grises, la actual estructura del Estado, la burocracia, la tenebrosa policía política y el delirio por la utopía comunista.

Cuando usted camina por el Malecón percibirá el legado estadounidense. Por su lado pasaran añejos autos Ford, Chevrolet, Cadillac o Pontiac que aún mantienen su carrocería original, pero se mueven con motores modernos.

Pero en la isla sigue vigente el parque automotor ruso: los incómodos automóviles Lada, Moskovich, Volga y camiones ZIl, Kp3 o Kamaz que llegaron desde los Urales. En los campos, las tierras continúan siendo aradas por decenas de tractores facturados en la Unión Soviética.

Todavía sobreviven industrias mastodónticas como la textilera Celia Sánchez en Santiago de Cuba o la Central Electronuclear de Juraguá en Cienfuegos, que nunca se puso en marcha. En todas las unidades militares, el arsenal armamentístico es ruso. Antiguallas como los MIG-21, tanques T-55 o lanzaderas múltiples BM21 siguen operativos.

Un tango siempre lo bailan dos. En la historia de Cuba, desde que fuimos colonia de España, pasando por la etapa republicana de notable influencia política, económica y comercial de Estados Unidos, hasta el período del comunismo a lo Fidel Castro, donde el vasallaje soviético marcó las estructuras del Estado y se importó hasta una Carta Magna, la herencia de algún centro de poder mundial siempre estuvo presente.

De España nos quedó el idioma. También las bodegas, comidas y costumbres, como la de dormir la siesta después del almuerzo. Pero sobre todo el mestizaje y la integración de un millón de españoles después de la independencia de Cuba.

Siguen en vigor preceptos jurídicos del Derecho ibérico. Otros ejemplos de la herencia hispánica son las cuadras y manzanas y la ubicación de plazas e iglesias como centros de las comunidades.

Nombres, apellidos, santos y festejos son una combinación de hispanidad con tradiciones africanas y estadounidenses. En la Isla se celebra Navidad, Nochevieja y Día de Reyes. Recientemente se incorporaron Halloween y los Pijama Party o ‘Payamadas’, más cercanos a la cultura anglosajona.

De la extinta Unión de República Socialistas Soviéticas quedaron unos cuantos nombres: Mijaíl, Vladimir, Iván, Tatiana, Liudmila... De gastronomía casi nada. Y de bebidas, quizás ligar el vodka con jugo de naranja.

Eso sí, miles de profesionales se graduaron en universidades de la antigua URSS y tienen al ruso como su segunda lengua. Pero el ruso como idioma no caló. Lo que caló fue la atracción sexual y étnica. Y cientos de rusos y cubanos se casaron. Y ya muchos se divorciaron dejando hijos y nietos mulatos con distintas tonalidades de piel, cabellos y ojos.

Aunque Raúl Castro intenta no poner todos los huevos en el mismo canasto y diversifica el comercio, no puede evitar que Estados Unidos viva su momento de gloria con Cuba.

Ahora mismo la moda es estudiar inglés. Con cinco o seis años, los padres inscriben a sus hijos en escuelas particulares que cobran de 5 a 20 dólares mensuales por enseñar la lengua de Shakespeare.

Entre los cubanos de a pie, Estados Unidos siempre fue el país soñado para emigrar. Y entre los intelectuales y funcionarios del Partido Comunista existe un romance singular. Le temen, pero lo aman. Es de buen gusto portar teléfonos móviles iPhone o Blackberry. Usar desodorante Gillette, champú Head & Shoulders y pasta dental Colgate.

Conozco a un socio en Miami que se fue de Cuba en 1980 sólo por comprar un Levi’s original. En la puja por ser un aliado de influencia, la nueva doctrina política de Barack Obama lidera la competencia.

La Rusia de Putin sólo tiene pegada en lo más rancio de las estructuras del poder. Los jóvenes apuestan por la modernidad de Silicon Valley y por seguir viendo filmes de Hollywood.

Cuando se aproxima la sucesión de los hermanos Castro, Rusia, Estados Unidos y España compiten por recuperar un trozo de la tarta. Y los Castro, como mozas en busca de pretendientes, escuchan propuestas.

En esa subasta, Rusia tiene las de perder. Por idiosincrasia y porque su obsoleta industria comercial y de entretenimiento aportan poco al imaginario popular cubano. Good bye, Putin.

España es parte de nuestras raíces. Nadie la podrá suplantar. Seguiremos comiendo garbanzos y haciendo la siesta como nuestros antepasados. Pero cercanía de la ‘yuma’ es un poderoso factor geopolítico duro de pelar.

Hay más cubanos en Estados Unidos que en cualquier ciudad de la Isla, exceptuando La Habana. Vamos camino a convertirnos en una nación bilingüe. Muchos piensan que colonizamos a Miami. Pero presumo que ha sido al revés.

A un país que se resiste a cambiar, heredero de culturas de tres países muy distintos, llegará Obama el domingo 20 de marzo. El mismo día que comienza la primavera 2016.

Su narrativa liberal tiene infinidad de seguidores en Cuba. Espero que Obama sepa administrar su victoria.

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