lunes 7  de  octubre 2024

A las puertas del infierno

El Estado Islámico es más que un grupo terrorista, es un ejército, cuenta con una población afiliada por convicción o por miedo y controla un territorio

Si Joseph Conrad volviera a la vida para escribir ahora su famoso u201cEl corazón de las tinieblas u201d, con toda seguridad no situaría la acción en el Río Congo. Como tampoco haría Francis Ford Coppola con u201cApocalypsis Now u201d, la película basada en dicha novela aunque trasladada a Vietnam. Con toda seguridad ambos ambientarían sus obras en el Oriente Medio y más exactamente en ese espacio de tierra bajo control del grupo islamista ISIS, que ahora conocemos como Estado Islámico.

No es ninguna broma, pero el Califato que ha declarado el líder espiritual del ISIS, conocido por su nombre de guerra Abu Bakr al Baghdadi, ocupa ya una extensión mayor que La Florida y sigue creciendo con el paso de los días a pesar de los bombardeos. El Estado Islámico es más que un grupo terrorista, es un ejército, cuenta con una población afiliada por convicción o por miedo y controla un territorio. En ese sentido se diferencia de Al Qaeda. Al ISIS se le puede atacar con medios convencionales porque sí tiene una dirección postal.

Pero no nos engañemos, no por eso va a ser sencilla su eliminación, el objetivo del presidente Obama tras el horror de una segunda decapitación de un ciudadano americano. El Estado Islámico no es un estado tradicional. Nace y se alimenta de redes y procedimientos terroristas. Si se le priva de un territorio, volverá a sus orígenes. Es más, retomar el norte de Irak y limpiar ese país de los yihadistas del ISIS no conllevará que pierdan su enclave en el noreste de Siria. Y es que las fronteras nacionales surgidas hace 100 años del acuerdo de las potencias coloniales, no coinciden con las reales sobre el terreno hoy en día.

Más de la mitad de los militantes del ISIS son extranjeros, procedentes de diversos países árabes, de Marruecos a Arabia Saudí, pero también de Europa y en menor medida de Estados Unidos. De ahí que incluso una victoria militar en Irak, o incluso en Siria, no ponga final a la amenaza que representa. El verdugo británico, Johnny Jihad es un botón de muestra de una verdad inconveniente: es dentro del mundo occidental donde se encuentra la fábrica de terroristas islámicos. Y tampoco podemos olvidar, estos días que se celebra la cumbre de la Alianza Atlántica, que Turquía ha permitido el crecimiento del ISIS, dejando que los yihadistas crucen en masa su frontera con Siria y comerciando con el petróleo confiscado por el Estado Islámico.

La guerra contra el yihadismo es mucho más que una simple guerra, donde unos militares se imponen sobre otros. Es un conflicto ideológico. El presidente Obama y el Secretario Kerry han dicho que el ISIS es un grupo nihilista. Se equivocan. Es un ejército de creyentes en plena guerra santa. Su orden no se basa en la estabilidad, sino en la pureza religiosa. Y por eso masacran a quienes no son lo suficientemente fieles a su religión. Por tanto, mientras no se ataque de verdad la base de su radicalización, el body count de sus milicianos no nos sirve de mucho. El vicepresidente Biden ha prometido que Estados Unidos irá hasta las puertas del infierno para dar con los asesinos de Foley y Sotloff. Mucho me temo que no tendrá que ir muy lejos. Es el infierno el que se acerca peligrosamente a nosotros.

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