China era una potencia económica en ascenso, con tasas de crecimiento impresionantes que sorprendían al mundo. Sin embargo, hoy esa narrativa se tambalea, y lo más importante es que los propios ciudadanos chinos la cuestionan. Aunque el gobierno anunció que el crecimiento económico para 2024 sería del 5%, muchos en el país consideran que estas cifras no reflejan la realidad.
La desconfianza en las estadísticas oficiales no es nueva, pero ahora alcanza niveles alarmantes. Economistas y funcionarios dudan de los números reportados por la Oficina Nacional de Estadísticas. Aunque el 5% de crecimiento parece modesto en comparación con el pasado, todavía resulta difícil de creer para muchos, especialmente cuando las señales de recesión son evidentes en sectores clave. Profesionales en áreas como banca, transporte, restaurantes y hasta en gobiernos locales describen un ambiente de incertidumbre económica que nunca habían experimentado.
Los datos económicos también cuentan una historia preocupante. La inflación minorista está por debajo del 1%, mientras que los precios al productor fueron negativos por más de dos años, lo que refleja una demanda muy débil. Además, por primera vez en décadas, la clase media enfrenta un aumento del desempleo, un cambio drástico para una sociedad que antes veía el progreso económico como algo garantizado.
En este contexto, cuestionar las cifras oficiales se volvió políticamente peligroso. Incluso economistas destacados fueron sancionados por sugerir que el crecimiento real podría ser mucho más bajo, tal vez alrededor del 2%. Analistas extranjeros respaldaron estas dudas, con estimaciones de que el crecimiento real del país podría estar entre el 2.4% y el 2.8%. Estos números reflejan una desaceleración seria, amplificada por la crisis en el sector inmobiliario, que ha golpeado tanto la inversión pública como el consumo, los dos pilares fundamentales del crecimiento económico en China.
Las estrategias gubernamentales para abordar la situación tampoco calmaron a la población. A pesar de los estímulos urgentes, incluso las empresas estatales recortaron salarios, en algunos casos hasta un 20%. Esto obligó a muchas familias a reducir sus gastos y priorizar el pago de deudas, afectando incluso las celebraciones tradicionales como el Año Nuevo Lunar. Para muchos, viajar o festejar como antes es ahora un lujo fuera de alcance.
En el fondo, lo que está en juego no es solo la economía, sino la confianza en el relato oficial. Cuando la gente nota que la versión oficial no coincide con su realidad, ese relato se desmorona. Este despertar marca el inicio del fin de la narrativa que posicionó a China como una potencia inquebrantable, y abre la puerta a una nueva etapa en la que el pueblo ya no cree ciegamente en lo que le dicen.
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