Es una invasión silenciosa, que parece no importar a nadie y de la que ni siquiera hay datos precisos. Una invasión que afecta a la economía de EEUU pero también a su seguridad y que puede estar conectada con movimientos similares en América Latina.
Cuando no se preocupan porque China, Rusia o Irán expandan sus tentáculos empresariales en Venezuela, Cuba, Nicaragua o Perú parece que la administración de EEUU está pensando aquello de "a mí eso no me afecta"
Es una invasión silenciosa, que parece no importar a nadie y de la que ni siquiera hay datos precisos. Una invasión que afecta a la economía de EEUU pero también a su seguridad y que puede estar conectada con movimientos similares en América Latina.
Y de nuevo los protagonistas, la mano que mece la cuna de este inquietante movimiento hay que buscarla en los países de los sospechosos habituales: China, Rusia, Irán e incluso Venezuela.
Recientemente, el diario Daily Mail se hacía eco de un reporte del Government Accountability Office (GAO), un organismo de control gubernamental, que alertaba de que propietarios extranjeros -entre ellos chinos, rusos, iraníes y venezolanos- son dueños de al menos 40 millones de acres de tierra de costa a costa en lugares cercanos a bases militares.
Son tierras de cultivo, pastos y bosques estadounidenses comprados por inversores extranjeros, muchos de ellos de países enemigos de los EEUU y que los funcionarios advierten que 'puede tener consecuencias para la seguridad nacional’. El crecimiento de este fenómeno aumentó en un 40 por ciento desde 2016, en algunas parcelas cerca de instalaciones militares sensibles.
Lo más surrealista de todo es que el informe denuncia que el gobierno de EEUU no hace un seguimiento fiable de los datos sobre los propietarios y en muchos casos desconoce quién es el dueño final de muchos terrenos.
Aunque la ley exige que las personas extranjeras que adquieran o transfieran tierras agrícolas comuniquen información sobre la transacción al Departamento de Agricultura, la realidad es que los procesos de compra y venta están escapando al control del Gobierno de los EEUU. Por ejemplo, GAO señaló que la compra por 85 millones de dólares de más de 200.000 acres de tierras madereras en Oregón por parte del multimillonario chino Chen Tianqiao no figura en los registros del gobierno.
Es al menos inquietante saber que Tianqiao ha desempeñado funciones ejecutivas en organizaciones afiliadas al Partido Comunista Chino (PCCh).
Entre lo que sabemos, lo que no sabemos y lo que podemos deducir de este informe y de otras noticias publicadas sobre la expansión de Irán, China y Rusia en América Latina y en especial con su conexión venezolana, podemos afirmar que EEUU solo afronta los problemas cuando le explotan en la cara y en la mayoría de los casos ya es demasiado tarde.
En este caso son tierras de cultivo en manos de enemigos esto podría provocar que nuestros adversarios extranjeros controlen el suministro de alimentos de nuestro país. Pero en otros casos son infraestructura eléctrica, puertos, intereses petroleros… En la Casa Blanca manejan preocupados los conflictos de Ucrania y Oriente Medio en un ambiente de guerra y esto debería servir como lección de que la administraciones de los EEUU no se pueden permitir el lujo de mirar hacia otros lados cuando enemigos declarados como Rusia e Irán maniobran en las sombras.
Que buen tema para la próxima campaña electoral. Necesitamos escuchar las propuestas y las políticas con las que republicanos o demócratas van a poner freno a la invasión silenciosa de estos países.
Cuando no se preocupan porque China, Rusia o Irán expandan sus tentáculos empresariales en Venezuela, Cuba, Nicaragua o Perú parece que la administración de EEUU está pensando aquello de “a mí eso no me afecta”. Pero no es real, además del perjuicio a las empresas estadounidenses con presencia en América Latina, se está creando un problema de seguridad. Y el ejemplo del control de tierras en EEUU por parte de sus enemigos quizás haga bueno aquello de Bertolt Brecht: “ahora vienen por mí, pero es demasiado tarde”.