Jorge Luis Borges no es sólo el escritor más influyente del siglo XX en español -y junto con Faulkner y Kafka, en cualquier idioma-, sino un productor de frases ingeniosas a la altura de Mark Twain o Winston Churchill.
A principios de la década de los setenta, Borges escribió que"descreo de la democracia", a la que calificó de"abuso de la estadística". nEn efecto, en teoría, en una democracia, la estadística manda. Es decir, el que tiene más votos es elegido, conforme a unos métodos correctores que supuestamente dan más peso electoral a las minorías. Los críticos (y los cínicos) alegan que mandan otras estadísticas, por ejemplo, la de quiénes tienen más dinero. n
A la gente como Borges, a la que no le gusta la democracia, no es, en realidad, porque sea un abuso de la estadística. El problema no es que los votos cuenten. El problema es que los votos de los demás cuenten. Ahí está el problema. nPero Borges era un escritor, no un estadístico. Y probablemente nunca pensó que las estadísticas son engañosas en una democracia. A veces, los ciudadanos limitamos la democracia. nNo es un juego de palabras.
Según la consultora Gallup, apenas el 5% de los estadounidenses cree que el Congreso está haciendo las cosas bien. Pero, al mismo tiempo, el 40% de los estadounidenses aprueba cómo lo está haciendo el congresista que representa a su distrito en Washington. O sea: no se considera aceptable cómo funciona la institución, pero se da mejor calificación (aunque acaso sin aprobar) a la persona que le representa a uno en ella. O sea, que la gente piensa que la culpa de que el Congreso no funcione es culpa de los demás congresistas, no de los que ellos han votado. nPero los congresistas saben que tienen muchas más posibilidades de seguir en el cargo que lo que ese 40% sugiere. n
Dentro de un año y tres semanas, habrá elecciones al Congreso en las que se renovará el 100% de los escaños de la Cámara de Representantes. Las posibilidades de reelección de un representante desde 1964 oscilan entre los mínimos históricos del 85% de 1970 y 2010 y los máximos del 98% de 1986, 1988, 1998, 2000 y 2004, según un estudio del Centro para una Política Responsable de Washington. nEn esos comicios también se renovará un tercio del Senado. Las tasas de reelección en esa cámara van desde el 54% de 1980 hasta el 96% de 1990 y 2004. n
Es cierto que esos porcentajes no incluyen a los representantes y senadores que no se presentan a la reelección, bien porque consideren que van a perder, bien porque dejan la política, bien porque pierden las primarias. Pero ésos son muy pocos. Y, en cualquier caso, ese matiz no invalida la principal premisa: en las elecciones legislativas, es muy difícil que el que está en el cargo sea derrotado. n u00bfQué significa todo ello?
Fundamentalmente, que el Congreso vive blindado de los ciudadanos. Eso se debe a factores diversos. Por ejemplo, ahí está la práctica del 'gerrymandering', es decir, del trazado de distritos, que hace que los representantes elijan a sus votantes, no al revés, ya que son los políticos los que marcan las circunscripciones electorales para que éstas les sean favorables. nPero también está la pasividad de los electores. Año tras año, los ciudadanos damos una calificación pésima a nuestros políticos. Año tras año, los reelegimos. Un curioso abuso de la estadística que Borges no predijo.