lunes 28  de  abril 2025

El héroe discreto de Mario Vargas Llosa

Al igual que hace cuatro siglos Miguel de Cervantes Saavedra quiso desmitificar la tradición caballeresca y cortés en las páginas de Don Quijote, el travieso Mario Vargas Llosa utiliza elementos de los culebrones latinoamericanos para regalar a sus lectores una verdadera joyita literaria con su nueva novela, El héroe discreto. No utilizo el diminutivo gratuitamente. Vargas Llosa nos ha dado obras cumbres como La Casa Verde, La guerra del fin del mundo y La fiesta del chivo, entre otras.

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Su última novela no posee tal ambición, pero por su estructura -dos historias paralelas en capítulos alternos-; técnicas literarias en que abundan los diálogos superpuestos; y el uso de un lenguaje preciso, donde nada sobra y nada falta, ha logrado una novela de perfección geométrica.

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u00bfQuién es el héroe discreto? En primer lugar el metódico Felícito Yanaqué, abandonado por su madre, y criado por un padre soltero y pobre, que trabaja día y noche para darle educación y principios. El sacrificio del aquel hombre austero y duro hacen que en efecto el niño nacido en la miseria llegue a ser un sencillo, pero exitoso empresario de Piura.

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El héroe discreto también podría ser Ismael Carrera, un triunfante hombre de negocios de Lima, u00bfQué nexo uno a estos hombres? Ambos son trabajadores y honrados, buenos padres que tratan de inculcar en sus hijos sus mismos valores éticos, sólo para verse traicionados por ellos de la manera más cruel. Se entabla sin duda una lucha generacional, una confrontación entre valores de un pasado no tan lejano y los de nuestros días, entre la discreción de los héroes anónimos y las falsas luces de una sociedad de espectáculos.

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El autor revive en estas páginas a viejos personajes de obras anteriores: el sargento Lituma y los inconquistables; y don Rigoberto, doña Lucrecia y Fonchito, que se desenvuelven en un Perú próspero y moderno. A los conocedores de la obra vargallosiana, el reencuentro con ellos nos trae -nostalgias personalmente, recuerdo exactamente en qué momento de mi vida leí cada una de las obras donde aparecen-; y al mismo tiempo nos mantiene sobre ascuas durante toda la lectura, sin saber cuánto han cambiado, qué aspectos de su pasado resurgirán en esta novela.

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Las descripciones de los personajes principales y secundarios, la recreación de los ambientes de Piura y Lima, el contraste entre las clases sociales y los prejuicios raciales están dibujados por el autor con grandes trallazos que sin embargo consiguen una precisión inusitada.

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Muchos de los temas que obsesionan al peruano universal reaparecen inevitablemente: los problemas del Perú y Latinoamérica, actualmente la violencia, los secuestros, los chantajes; la capacidad enaltecedora de la música, la literatura, el arte que expresa a través de Don Rigoberto, en cierta medida un alter ego del autor; el poder de la imaginación, las fantasías eróticas, las ensoñaciones que alientan en los seres más refinados o humildes; las religiones y creencias en todas sus manifestaciones; el machismo y la matonería; la mujer sumisa y la liberada. Sobre todo, Vargas Llosa insiste en el tema de la libertad, esa fuerza interna que se manifiesta en muchos de sus personajes para luchar contra las injusticias del mundo o simplemente contra los obstáculos que se les presentan para vivir la vida como desean. Don Felícito e Ismael Carrera no son excepciones.

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Todo esto y más lo hace Mario Vargas Llosa en las apretadas páginas de El héroe discreto sin mostrarnos el revés de este tapete tejido primorosamente, sin que se vea un hilo suelto, una puntada mal dada, un remate inevitable. En la novela hay sirvientas que se casan con los dueños de casa y se convierten en viudas millonarias, refinadas y generosas; hijos bastardos y resentidos; y casualidades inverosímiles, como en las peores o mejores novelas de la televisión. En este melodrama no exento del típico humor vargasllosiano, el autor prosigue su eterna búsqueda por los más recónditos rincones del alma y la mente del ser humano.

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En definitiva, Vargas Llosa, un curioso impenitente, quiere saber qué nos hace a cada uno la persona que somos. Algo de nosotros mismos aprenderemos inevitablemente con la lectura de su última novela. Todos podríamos ser, en definitiva, héroes o heroínas discretas. Él siempre se las arregla para colocarnos incómodamente frente al espejo, y además, te lo agradecemos, querido Mario.

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