viernes 14  de  marzo 2025

Esos celos peligrosos

Un día llegué a casa de mi novio con una camiseta que dejaba al aire una pequeña parte de mi barriga y me hizo una escena de celos ridícula

Mi colegio era liberal, no usábamos uniforme y nos dejaban vestir como mejor nos pareciera. Nunca nadie me dijo que esa camiseta estaba muy corta o esos shorts eran muy apretados. Pero recuerdo que un día llegué a casa de mi novio con una camiseta que dejaba al aire una pequeña parte de mi barriga y me hizo una escena de celos ridícula. Me sorprendió. Le dije que no necesariamente tenía que estar vestida con shorts o de una manera provocadora para atraerle a otra persona. Se enfureció y me dijo entonces ya no quiero estar contigo. nCon el tiempo, ese novio celoso se fue relajando con el tema de la ropa, pero empezaron a ocurrir otras cosas: un día estábamos en una discoteca y yo me fui a bailar con un amigo en común. Bailamos dos o tres canciones, luego volví a la mesa y él tenía mala cara. No quiero que vuelvas a bailar con él, me dijo. Le hice caso. Dejé de bailar con mis amigos. n

Un día estábamos conversando con mis amigos en clase. Éramos tres chicas y un chico. Estábamos en tercero de media y, por supuesto, el tema era sexo. El chico nos preguntó a cada una si estaríamos dispuestas a hacer un trío. No fue una propuesta, era una pregunta en la que parecía esconderse una genuina curiosidad. Se lo conté a ese novio celoso, se enfureció. Me dijo que el chico se había propasado conmigo y que debía tirarle una cachetada. Al día siguiente, llevé al chico preguntón afuera de la clase, le dije que no me había gustado su pregunta y le tiré una cachetada. Me sentí una estúpida, pero mi novio estuvo contento y tres años después me enteré de que el chico preguntón era gay.
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Cuando estaba en quinto de media, a finales de año, un chico lindo del bachillerato me pidió tomarnos una foto juntos, como un recuerdo. Nos hicimos la foto a la salida, sonrientes por el sol y la felicidad que uno siente cuando está en el colegio y es fin de año. Luego se lo conté a mi novio celoso y me hizo una escena. Me obligó a hablar con el chico y pedirle que borrase la foto. Se lo dije. El chico lindo me juró que había borrado la foto.
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Un día estaba en casa con ese novio celoso y un amigo de mi clase me habló por el chat. Me pidió una foto. Mi novio se sentó en la computadora y lo amenazó con molerlo a golpes. Nunca se cruzaron, por suerte.
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Un día le pedí a mi novio celoso su celular para mandarle un mensaje a una amiga y me apareció un mensaje erótico a otra mujer. Vi sus otros mensajes y encontré varios más. Sentí como si todos esos golpes me hubiesen caído a mí. No hice una escena de celos. No dije nada. Pero algo dentro de mí se rompió para siempre. Y él con el tiempo se fue dando cuenta. n

La noche que conocí a mi esposo, llevaba puesta una chompa morada de cuello tortuga y unos pantalones ajustados. Cuando estábamos en el auto camino de regreso junto con una amiga mía, dije: la próxima vez que lo vea usaré un baby doll. Mi amiga soltó una carcajada. Él me miró y no dijo nada. La semana siguiente lo llamé por teléfono que iba a salir a almorzar con mi amigo el escritor. Me dijo: u201clo voy a buscar y voy a romperle las rodillas u201d, y colgó. No le hice caso.
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Esa tarde, ese hombre besó mis manos cuando salimos del restaurant mientras mi celular vibraba en mi cartera. El novio celoso llamó y llamó. Nunca nadie contestó. n

Un par de meses después le dije se acabó. Él lloró con un cuadro de nosotros en la mano, me escribió cartas, poemas, canciones. Llamó a mi casa borracho varias veces a las cuatro de la mañana, me dijo que tenía una enfermedad mortal, me trató de convencer sin éxito de que ese hombre al que había conocido tenía una enfermedad mental y debía alejarme de él. No sentí pena por él. Sentí que era lo que merecía. Esa fue la primera vez que dije: el karma existe.

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