miércoles 19  de  marzo 2025
OPINIÓN

La doctrina Almagro

Esta doctrina se erige sobre un compromiso inquebrantable con la democracia, los derechos fundamentales y el fortalecimiento del Estado de derecho, distinguiéndose por una postura activa y resuelta ante las amenazas autoritarias en América Latina y el Caribe

Diario las Américas | LUIS MANUEL MARCANO SALAZAR
Por LUIS MANUEL MARCANO SALAZAR

El más alto reconocimiento que puede recibir un estadista o una figura pública es que la historia, a través de sus intérpretes, comprenda y valore el legado que deja en vida mediante su labor. En este sentido, Luis Almagro, distinguido secretario general saliente de la Organización de los Estados Americanos (OEA), ha trazado un camino indeleble en la defensa de la democracia y los derechos humanos, dejando un testimonio que bien puede ser denominado la Doctrina Almagro.

Esta doctrina se erige sobre un compromiso inquebrantable con la democracia, los derechos fundamentales y el fortalecimiento del Estado de derecho, distinguiéndose por una postura activa y resuelta ante las amenazas autoritarias en América Latina y el Caribe. Durante su gestión, Almagro ha sido un firme defensor de los valores democráticos, utilizando los mecanismos de la OEA, en particular la Carta Democrática Interamericana, para enfrentar regímenes que han erosionado las instituciones y vulnerado las libertades fundamentales. Su legado, por tanto, trasciende su mandato, consolidándose como un referente en la lucha por la preservación de los principios democráticos en la región. Esta doctrina se ha destacado por su oposición categórica a gobiernos autoritarios, como el de Nicolás Maduro en Venezuela, y por su apoyo a los procesos democráticos en países como Nicaragua y Bolivia. Almagro ha subrayado la importancia de una OEA activa, capaz de tomar decisiones valientes frente a situaciones de crisis política y violaciones a los derechos humanos, sin limitarse a una postura observadora, sino actuando para restaurar el orden democrático.

La doctrina Almagro también se define por su capacidad de liderazgo en tiempos difíciles, su dedicación a la diplomacia activa y su insistencia en que la OEA debe ser una fuerza que trabaje para garantizar la estabilidad política en las Américas, luchando contra el resurgimiento del autoritarismo y el deterioro de las instituciones democráticas en la región. Subraya un modelo de liderazgo basado en la valentía democrática, la defensa de los derechos humanos y el fortalecimiento de las instituciones democráticas como pilares fundamentales para la paz y la estabilidad en las Américas.

En efecto, Luis Almagro, como secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA) desde 2015, se ha convertido en una figura clave en la defensa de la democracia y los derechos humanos en el hemisferio occidental. Su liderazgo se ha caracterizado por un firme compromiso con los valores democráticos fundamentales que sustentan la misión de la OEA, con un claro énfasis en el fortalecimiento del Estado de derecho, la protección de los derechos humanos y la estabilidad de las instituciones democráticas en toda América.

El mandato de Almagro ha transcurrido en un contexto de importantes desafíos políticos y sociales en América Latina. Durante su gestión, la región ha sido testigo del resurgimiento del autoritarismo competitivo, de amenazas a la gobernanza democrática y de violaciones generalizadas a los derechos humanos. Ante estas dificultades, Almagro ha impulsado una política de intervención activa para proteger la democracia, adoptando con frecuencia posturas audaces y decisivas contra regímenes que han socavado las instituciones democráticas o vulnerados derechos fundamentales.

Uno de los pilares más significativos del liderazgo de Luis Almagro ha sido su postura inquebrantable frente a la crisis política en Venezuela. A lo largo de su mandato, ha denunciado de manera categórica el deterioro democrático bajo el gobierno de Nicolás Maduro, a quien ha calificado reiteradamente como un dictador. Sus pronunciamientos en torno a las elecciones presidenciales venezolanas de 2018, así como el más reciente proceso electoral del 28 de julio de 2024, ampliamente considerados fraudulentos, constituyeron hitos en su gestión al frente de la Organización de los Estados Americanos (OEA).

Bajo su dirección, la OEA adoptó una posición activa en la condena de las violaciones a los derechos humanos en Venezuela, alertando a la comunidad internacional sobre la represión sistemática contra la oposición política, las detenciones arbitrarias y la erosión de las libertades civiles. Esta postura recuerda la labor de figuras como Václav Havel en la denuncia de los regímenes comunistas en Europa del Este o la firmeza de Kofi Annan en la defensa de los principios democráticos en contextos de crisis internacionales.

El respaldo de Almagro al reconocimiento de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela en 2019 reflejó su compromiso con la doctrina de la responsabilidad de proteger (Responsibility to Protect – R2P), un principio del derecho internacional que ha sido aplicado en diversas crisis globales, como la intervención de la ONU en Kosovo en 1999 o las sanciones impuestas contra el régimen de apartheid en Sudáfrica. En este contexto, su liderazgo se inscribió en una tradición de diplomacia internacional que busca salvaguardar la democracia mediante la presión multilateral y la defensa de los derechos fundamentales.

Además de su enfoque en Venezuela, Almagro también ha condenado con firmeza las tendencias autoritarias en otros países de la región, como Nicaragua y Bolivia. En Nicaragua, el gobierno de Daniel Ortega ha sido objeto de duras críticas por su creciente autoritarismo, especialmente tras la represión violenta de las protestas en 2018. Almagro no tardó en denunciar estos actos y pidió la imposición de sanciones al régimen nicaragüense. De manera similar, en Bolivia, la OEA bajo su liderazgo llevó a cabo una auditoría de las elecciones presidenciales de 2019, en la que se detectaron graves irregularidades. Esta auditoría contribuyó a la crisis política que desembocó en la renuncia de Evo Morales, demostrando la disposición de Almagro a enfrentarse incluso a figuras políticas consolidadas en la región.

Durante su tiempo al frente de la OEA, Almagro ha dejado claro que la organización debe ser más que un mero observador pasivo de los acontecimientos en las Américas. Ha trabajado para transformar la OEA en una fuerza activa en la promoción y defensa de la democracia, utilizando sus recursos para visibilizar los abusos contra los derechos humanos y exigir rendición de cuentas a nivel internacional. Su labor ha incluido el uso de la Carta Democrática Interamericana, un instrumento clave dentro del marco de la OEA que permite responder a amenazas contra la democracia en los estados miembros. Bajo su liderazgo, la OEA ha invocado esta carta en respuesta a las crisis políticas en Venezuela, Nicaragua y Honduras, reafirmando el compromiso de la organización con la restauración del orden democrático cuando este se ve amenazado.

El liderazgo de Almagro no ha estado exento de desafíos, particularmente en lo que respecta a equilibrar los intereses de Estados Unidos con las preocupaciones de otros países miembros. Algunos críticos lo han acusado de alinearse demasiado con Washington, interpretando sus acciones como parte de una agenda geopolítica estadounidense. Sin embargo, Almagro ha defendido consistentemente sus decisiones como basadas en un compromiso con valores democráticos universales, y no en la política exterior de un solo país. Su gestión, especialmente en el caso de Venezuela, ha sido vista como una respuesta a la necesidad de una postura más firme contra el autoritarismo en la región, en lugar de un acto de parcialidad política.

Más allá de su participación directa en crisis políticas específicas, Almagro ha buscado reformar y modernizar la OEA. Sus esfuerzos se han centrado en mejorar la eficiencia, transparencia y rendición de cuentas de la organización, garantizando que siga siendo relevante en un panorama geopolítico cada vez más complejo. Bajo su liderazgo, la OEA ha adoptado una postura más decidida no solo ante los desafíos inmediatos a la democracia, sino también frente a los problemas estructurales que amenazan la estabilidad política en la región. Su visión para el futuro de la OEA incluye un enfoque más sólido y unificado en la defensa de los valores democráticos, al tiempo que busca reconstruir la confianza con aquellos países que han expresado su desencanto con el papel de la organización en la política regional.

A medida que Almagro continúa su labor en la OEA, los desafíos en la región siguen siendo significativos. El auge de movimientos populistas y autoritarios, el debilitamiento de las instituciones democráticas y la erosión de la protección de los derechos humanos son problemas que seguirán requiriendo su atención y liderazgo. No obstante, su gestión ha demostrado que la OEA puede desempeñar un papel crucial en la lucha contra estas amenazas y que, con un liderazgo fuerte y con principios, la organización puede ser una fuerza positiva para el cambio en la región.

El liderazgo de Luis Almagro en la OEA ha estado marcado por un compromiso inquebrantable con la defensa de la democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho en las Américas. Su gestión ha estado caracterizada por acciones audaces, incluyendo su firme oposición a los regímenes autoritarios, su respaldo a la restauración de la gobernanza democrática en países en crisis y sus esfuerzos por reformar y fortalecer la OEA. Aunque su liderazgo no ha estado exento de controversia, no cabe duda de que Almagro ha desempeñado un papel fundamental en la configuración del rumbo de la OEA y en la reafirmación de su compromiso con los valores democráticos esenciales para el futuro de las Américas. A medida que la región sigue enfrentando desafíos políticos y sociales, el trabajo de la OEA bajo la dirección de Almagro seguirá siendo vital en la lucha por preservar y promover la democracia en todo el hemisferio.

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