Que China pueda acceder a los datos personales de millones de estadounidenses y que un país enemigo pueda utilizar su situación de dominio para influir en procesos electorales ha activado el interés de la mayoría de los congresistas. En esa mayoría hay además republicanos y demócratas, por lo que se demuestra que no es una preocupación partidista.
Dieron el visto bueno a un proyecto de ley que obligaría a la matriz china de la red social, ByteDance, a traspasar la propiedad a una compañía norteamericana. Aún no es seguro que la ley sea aprobada en el Senado donde el líder demócrata Chuck Schumer todavía no se ha pronunciado sobre si someterá la cuestión a votación. Pero mientras asistimos con interés a este proceso que marcará un precedente importante en el tema de las redes sociales, ya podemos sacar algunas conclusiones.
Está claro entonces que TikTok no es una inocente red social para que los adolescentes practiquen bailes y los más variados “influencers” capten seguidores pontificando desde las temáticas más mundanas a las más estrambóticas. Tiktok se ha consolidado como una erizas herramienta para difundir información adaptada en un entorno salvaje capaz de lo mejor y lo peor.
Son conocidos los medios e individuos que desde China, Rusia o el entorno del islamismo radical se dedican a desinformar e inmiscuirse en batallas políticas que les son lejanas. El objetivo es estabilizar a sus enemigos. Lo vimos en el Brexit, en el problema de España con el golpe de estado perpetrado por los independentistas catalanes, también en elecciones en Estados Unidos y muchos lugares de América Latina donde se fomenta el aislamiento de países como Venezuela, Cuba o Nicaragua, de nuevo con la meta de dar una patada en la espinilla a Estados Unidos o a la Unión Europea.
Con toda la cautela que un precedente así, de inmiscuirse en la propiedad de una empresa que al menos es un escaparate de otros para ofrecer información, es una buena noticia. Además de ser una manera de tratar a los chinos con su propia medicina de no permitir operar a empresas como Google o Meta en su territorio.
Lo que habría que recordarle a los congresistas de EEUU es que los bailes peligrosos de Xi Jinping no se limitan a TikTok. Según el Foro Económico Mundial (FEM), el comercio entre China y América Latina y el Caribe se multiplicó por 26 entre 2000 y 2020, pasando de 12.000 a 315.000 millones de dólares. Negocios de infraestructuras, comercio, tecnología… A esto hay que unirle los miles de millones que se gasta el gobierno chino en propaganda en América Latina, dentro de su estrategia a nivel mundial de desinformación en temas como el de Taiwán. Entre ellos la agencia Xinhua de noticias que tiene un servicio en español que es ofrecido gratuitamente a los medios con el objetivo no de generar negocio sino de sembrar la semillas de desinformación que beneficie a los intereses del Gobierno chino.
Lo de desalojar al gobierno chino del control de TikTok en EEUU puede ser un primer paso pero la batalla no ha hecho más que empezar. Xi Jinping escogió a Maduro como pareja de baile y cada vez el baile es más estrecho en ese mercado común en las sombras que han provocado -entre otras razones- las sanciones económicas a Venezuela por parte de EEUU.
Frenar los bailes “tiktokeros” de Xi Jinping en EEUU sólo provocará que se vaya con la música a otra parte en donde el espectáculo pueda continuar. ¿Y qué mejor lugar que Venezuela? Hasta allí debe extender la mirada la actual administración y la que salga en las elecciones de noviembre.