sábado 1  de  febrero 2025

Radio Martí y el otro huracán

Por estos días los medios de comunicación pasan balance a su desempeño durante el huracán Irma. Hay uno de ellos, sin embargo, que no puede hacer lo mismo
Diario las Américas | EMILIO J. SÁNCHEZ
Por EMILIO J. SÁNCHEZ

Los miamenses estuvieron bien informados antes, durante y después de Irma. Coberturas especiales de televisoras nacionales y locales. La radio también hizo lo suyo: Caracol, La Poderosa, Actualidad 1040, entre otras. ¿Y qué decir de la prensa escrita? El Nuevo Herald, The Miami Herald y DIARIO LAS AMÉRICAS en la calle. Cada día.

Para quien no se haya enterado: la prensa es como un hospital. Nunca cierra.

En el antiguo edificio del Comando Sur, en Doral, acamparon más de 40 periodistas de TMH y ENH y no salieron de allí en varios días. Ellos contaron con el apoyo de reporteros en Miami, Cayo Hueso y Naples.

En el caso de DIARIO LAS AMÉRICAS, cuya sede de la Avenida Brickell se localizaba dentro de la zona de evacuación, sus directivos consiguieron un salón, de 3 X 6 metros cuadrados, y un equipo de siete personas se apretó allí el lunes para preparar la edición del día siguiente. En lo adelante, de vuelta a la oficina, DLA aumentó incluso el número de ediciones (de tres a cinco) en vista de la relevancia del suceso.

Responsabilidad social

Cuestión de responsabilidad con la sociedad. El tema —en las clases para aspirantes a periodistas— se denomina “responsabilidad social de la prensa”. Elemental.

Los meteorólogos pronosticaron que Irma tocaría a la isla de Cuba y que, teniendo categoría 5, el golpe sería devastador. Sin embargo, Radio Martí (RM), que tiene un presupuesto de 28 millones de dólares anuales, canceló la programación habitual y envió a casa a sus casi doscientos empleados alegando “razones de seguridad”. A los federales les autorizaron “ausencias administrativas” pagadas desde el viernes 8. Los contratistas, supervisados por Chaise Group, con sede en Washington DC, también fueron a casa, pero sin pago (es verdad: el sol no sale para todos).

Ya Radio Martí dio que hablar en noviembre cuando se convirtió en el único medio en el mundo que no dio la noticia de la victoria de Donald Trump. Al parecer, allí las omisiones informativas se suceden con rara periodicidad. Ahora repitió el increíble récord, aunque esta vez el yerro resultó mucho más escandaloso.

La Misión por la que fue fundada la emisora en 1985 fue “dar noticias e información con el fin de promover una sociedad abierta y plural”. ¿Acaso existe algún tema más importante para los cubanos que un peligroso huracán que azota su costa norte? ¿Hay momento más obligado para desplegar una programación noticiosa e informativa con todas las de la ley?

Visto desde otra perspectiva, ¿puede hallarse coyuntura más conveniente para fomentar el compromiso y la lealtad entre la radioemisora y su audiencia? ¿Una circunstancia en la que el medio demuestra su credibilidad? ¿El momento ideal para mostrar compasión, solidaridad, sensibilidad?

Sin filo ni cuchillo

A mí, como a tantos de mis excolegas de Radio Martí, el hecho nos ha dejado perplejos. Cualquier adicto a las teorías conspirativas sospecharía que los directivos de la Broadcasting Board of Governors (BBG) y la Oficina de Transmisiones a Cuba (OCB, por sus siglas en inglés) buscan convertir la institución en un sitio irrelevante, prescindible, listo para la venta en remate o el cierre.

Indago con un veterano periodista sobre cómo transcurrió en el pasado la cobertura de huracanes en RM. Me cuenta que para él siempre fue una experiencia positiva, sobre todo por el contacto directo con los cubanos. “Participé en dos ocasiones y fue algo imborrable”, indica.

Le pregunto a otro, que dirige un programa diario de comentarios, a qué atribuye lo ocurrido. “Quieren acabar con aquello; aunque tenemos un presidente republicano, allí prosigue la misma política que se aplicó durante el gobierno de Barack Obama”, asegura. Se refiere a la política de apaciguamiento con el régimen cubano y su correlato: una programación de perfil bajo, sin filo.

Curiosamente, esta vez no hubo filo ni cuchillo.

El equipo de dirección decidió liberar a los empleados de sus responsabilidades ante la amenaza del peligroso huracán. Pero ¿ningún periodista reclamó o, al menos, preguntó?

“Allí nadie dice nada. Las decisiones no se consultan, son muy verticales”, me comenta un supervisor, de larga experiencia radial. “Y, claro, está el miedo a las represalias. Hay mucha gente preparada, con experiencia y dispuesta, pero nos mandaron a casa”, subraya.

Un locutor se quejaba de esas vacaciones impuestas. Pasó más de una semana en casa, pues no le permitieron regresar a la emisora. “Como persona calificada de ‘esencial’, siempre participé en coberturas de huracanes. Me reporté cada día para saber si debía ir y me decían que no”.

Cerramos temprano

El último día de transmisiones, antes de la llegada de Irma, fue el viernes 8 de septiembre. Desde el sábado 9 y hasta el lunes 11 no salió un solo programa en vivo desde la sede de Doral. Durante esos días la Voz de los Estados Unidos de América (VOA) radió material pregrabado desde Washington y noticieros. A partir del martes 12 y hasta el domingo 17 de septiembre, la emisora redujo el tiempo de transmisiones, incluidos noticieros y boletines.

Converso con una periodista bajo contrato. Repasa los mensajes en los que se rogaba abandonar la instalación la noche del jueves. Recuerda que otras veces un equipo permanecía en el lugar. “El personal no esencial se marchaba, pero siempre ofrecimos cobertura”.

En contraste, una supervisora me informa de que no es primera vez que RM, ante un huracán, cancela las emisiones y envía personal a Washington. También me explica que la reducción de la programación de la última semana se debió a que “había toque de queda y muchos semáforos no funcionaban” (sic). Pero el martes 12 el Condado suspendió el toque de queda que había declarado el domingo. Y en cuanto a los semáforos apagados, nunca han sido obstáculos infranqueables.

Durante esos días la dirección envió mensajes tranquilizadores al personal ausente, sugiriendo resolver problemas tales como inundaciones o daño en los techos de sus hogares. Pero, ¿hay tanta concentración de damnificados? ¿Es este un medio de comunicación o una sociedad benéfica?

Si un huracán de categoría 2, que pasó a 90 millas de Miami —en el condado las ventoleras de tormenta tropical fueron de entre 70 y 55 mph—, desmantela la programación de RM durante más de una semana, y la anula virtualmente en los días críticos, cualquiera podría llegar a la conclusión de que la emisora es irrelevante, o que hay interés en mostrarla como tal.

Para precisar detalles dirigí el martes un email a Emilio Vázquez, jefe de personal en OCB, y también le llamé por teléfono, pero no recibí respuesta.

Otro periodista, que ha hecho de todo en RM (escritor, locutor, reportero) me explica lo siguiente: “Enviaron a dos personas a Washington para que se sumaran a las transmisiones de la Voz de los Estados Unidos de América (VOA)”. ¿Y nadie protestó?, insisto. “Bueno, yo sí lo hice”. Quien habla es Alberto Muller, escritor y profesor, y una voz crítica como pocas entre tanto silencio.

Sainete arrabalero

“El jueves 14 de septiembre, a los 15 minutos después de haber enviado una carta a la directora, impugnando la falta de cobertura, esta se personó frente a mi escritorio. Me gritó y ofendió. Se retiró unos pasos y, a voz en cuello, repitió las ofensas y dijo que se marchaba y que nunca más la verían por allí”.

Me cuenta un testigo que, luego de escuchar el airado de “¡hijo de p…!” de la dama, los periodistas presentes en la Sala de Redacción mantuvieron un larguísimo silencio hasta que alguien hizo un chiste y rompió el hielo o el maleficio.

María “Malule” González ya había firmado su renuncia a fines de junio, alegando poner término a una campaña en su contra y para facilitar la transición en el nuevo gobierno, pero se presumía que esperaría en su puesto la llegada de su relevo.

Con todo, el lunes 18 una carta de John F. Lansing, director ejecutivo y director de la Junta de Gobernadores BBG, anunció el nombramiento de un jefe interino, André Mendes, quien hasta ahora se había desempeñado como responsable de información y tecnología dentro de BBG. Anteriormente Mendes tuvo diversas responsabilidades en ese organismo, incluso director interino de BBG en 2015.

Carta bomba

La misiva de Lansing —que un excolega me hizo llegar— levantó tal cantidad de ronchas, que el martes 19 decenas de empleados redactaron y firmaron un texto de respuesta.

Pero el malestar no se debe a la llegada de Mendes. Lansing informó de que la partida de Malule se debía a razones médicas, ponderó su “excepcional trabajo” al frente de la OCB y respaldó sus esfuerzos para garantizar la “seguridad de los empleados de OCB durante el reciente huracán Irma, mientras trabajaba con la VOA para asegurar que la OCB brindara información ininterrumpida y muy necesaria a su audiencia durante ese momento crítico” (sic). ¿Alguna referencia al exabrupto, algún atisbo de disculpa? Nada. Borrado. Fin.

Por eso la esencia de la réplica, me cuenta un amigo editor, es que resulta inaceptable que el director de BBG obvie la desagradable circunstancia en la que la directora de OCB se marchó. “Hay que exigir una disculpa pública”, afirma. Además, los empleados han aprovechado el momento para dejar sentado su rechazo a los cambios recientes que González había propugnado, desconociendo las opiniones de profesionales talentosos y con larga experiencia. “Pedimos que se suspendan”, concluye.

A decir verdad, el gobierno de Donald Trump tiene mucha responsabilidad en las disparatadas decisiones que hasta la semana pasada se han tomado en RM y en este rocambolesco portazo que con seguridad aprovecharán quienes se oponen a la existencia de la emisora, entre ellos los que proponen, dentro de BBG, convertirla en un medio internacional subvencionado, no federal. Es inexplicable que después de más de medio año de estrenar gobierno republicano, el Departamento de Estado no haya designado al nuevo director y permita este lento pero seguro naufragio.

No más terminar el Presidente su discurso en el Teatro Artime, en La Pequeña Habana a mediados de junio, anunciando una nueva política hacia Cuba (por cierto ¿la hay?), el tema se esfumó de su agenda. Es comprensible. Enfrentado a problemas mayores —Norcorea, dreamers, reforma tributaria, Rusia— y menores (los que desatan sus tweets diarios), la isla no rebasa la condición de pulga marina.

Sin duda los líderes del exilio y los congresistas cubanoamericanos han quedado muy mal parados. ¿Puede hablarse de una nueva política hacia Cuba sin vaciar en el vertedero la desleída programación de difusión, aún en vigor? ¿Es tan complicado designar un sustituto? ¿Escasean los candidatos calificados?

Por lo pronto, la intempestiva partida de la exdirectora boricua ha dejado en el ambiente una sensación de optimismo y afán de cambios. Me cuenta Muller que nunca había recibido tantas palmadas en el hombro. Gente a quien ve de cerca por primera vez ha ido a saludarle. No para compadecerle sino para agradecerle, pues lo ven como el verdugo sin capucha de una deficiente gerencia, cosa que él niega (ser verdugo).

El otro huracán

Hay consenso entre los entrevistados que debe aprovecharse este momento para barrer —con fuerza de huracán— las decisiones erradas (y son muchas) de los últimos siete años y rescatar, al fin, la Misión de Radio Martí.

Para empezar, incorporar contenido relevante, elevando el peso específico de la información (más noticieros, boletines y programas de opinión), recuperar las siete bandas de transmisión a fin de aumentar el potencial de penetración, eliminar la repetición de programas en hora estelar, contratar más reporteros para la radio (¡apenas cuenta con uno!), analizar la programación radial de la isla, debatir periódicamente con el personal la calidad de lo que allí se produce.

Sería este un huracán que los cubanos de la isla, tan necesitados de información —rigurosa, libre y equilibrada—, agradecerían muchísimo.

Periodistas de Radio y TV Martí, que solicitaron permanecer en el anonimato, fueron entrevistados para este artículo. Las opiniones son de exclusiva responsabilidad del autor, quien se desempeñó allí como redactor de noticias (radio) durante un año y dos meses.

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