No es necesario ser un versado en política para darse cuenta de que el presidente Donald Trump se siente cada vez más cómodo en su papel de Comandante en Jefe del país. Tanto es así, que incluso está causando preocupación entre sus asesores y todo el Congreso.
No en vano, Trump cuenta con una media de aprobación de 39% durante sus dos primeros años, si tenemos en cuenta que, según la encuestadora Gallup, el nivel de aceptación ha fluctuado de 45 a 35.
Ese rango de 10 puntos porcentuales de pérdida representa el más bajo que haya obtenido un mandatario estadounidense, durante sus primeros dos años en la Oficina Oval.
El expresidente Richard Nixon, por ejemplo, cuenta con el segundo rango de pérdida más baja, 16 puntos, mientras que la media histórica de todos es 28 puntos.
Y es que una serie de decisiones provenientes de la Casa Blanca la semana pasada, provocaron hasta la condena de los republicanos de mayor jerarquía y una renuncia significativa dentro del Gabinete e igualmente generó alarma entre los aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN y la caída del mercado bursátil.
La renuncia del secretario de Defensa, James Mattis, fue un duro golpe para la coalición occidental, que había confiado en él para frenar las peculiaridades de Trump en materia de seguridad.
Trump realmente no le dio al saliente jefe del Pentágono más opción que dimitir, después de haber ignorado sus consejos acerca de la necesidad de mantener tanto las 2.000 tropas estadounidenses en Siria como los 14.000 militares estadounidenses en Afganistán, mientras se llevan a cabo las conversaciones de paz con los extremistas talibanes.
La decisión de retirarse de Siria fue ampliamente criticada en la OTAN pero Trump parecía impasible. Fue una idea que había querido implementar desde hace más de seis meses y que había dilatado por consejo de Mattis y otros miembros de su equipo de seguridad nacional.
En esta ocasión, Trump demostró excesiva confianza en su propio juicio, dando a entender claramente que no necesitaba que le repitieran que estaba actuando en contra de los intereses de seguridad de Estados Unidos.
De la misma manera, su resolución de recortar la presencia militar estadounidense en Afganistán en 7.000, en contra de las consideraciones de Mattis y sus comandantes en Kabul, fue considerada irreflexiva.
Es cierto que el Presidente siempre se ha quejado de que se está gastando demasiado dinero de los contribuyentes en una guerra en Afganistán, que ya lleva 17 años, pero muchos consideran la medida un regalo a Rusia y a los grupos terroristas de Medio Oriente.
En cuanto a su estrategia de presionar con un cierre parcial del Gobierno, para hacer avanzar su política anti inmigrantes, Trump se veía menos confiado.
Anteriormente había indicado que firmaría el presupuesto federal presentado por el Congreso, a pesar de no haber obtenido los 5 mil millones de dólares para su muro en la frontera sur.
Pero la indignación expresada por sus partidarios más conservadores, quienes lo criticaron por haberse retractado, lo hizo cambiar de opinión volviendo a su posición inicial, que no era otra más que amenazar con un cierre de Gobierno, a menos que obtuviera los fondos del Congreso para financiar su proyecto en la frontera con México.
El exsecretario de Defensa Leon Panetta se hizo eco de las críticas cuando recientemente sostuvo que “hay demasiado caos y crisis en la administración Trump y que el país necesita más estabilidad”.
La pregunta que todos se hacen en Washington es ¿Queda alguien en la Casa Blanca o en la administración en general a quien Trump preste atención?
El actual jefe de gabinete, John Kelly, había tenido un éxito parcial tratando de poner orden en la agenda presidencial, pero dejará su cargo para finales de este año por conflictos internos con la familia Trump.
Su sucesor, Mick Mulvaney, ya ha dicho que tiene la intención de dejar que "Trump sea Trump", o lo que es igual a decir que el Presidente siempre tendrá la razón.
Si bien es cierto que los éxitos en política dependen mucho de la confianza que tenga un gobernante en su toma de decisiones, el exceso de confianza en sí mismo, de un presidente que se niega a escuchar a sus expertos, puede ser fuente de incertidumbre e inestabilidad y llegar a transformarse en un arma de doble filo para el país.