La causa directa de la pobreza en Cuba es la ausencia absoluta de democracia. Allí, un puñado de burócratas pretende dirigir la economía desde un bunker
nEsta semana se reunirá en Asunción, Paraguay, la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos y, cosa sorprendente, la declaración final ya está lista, aprobada, oleada y santificada. Aprovechando los maravillosos recursos de la Internet, nuestros cancilleres ya se pusieron de acuerdo en no mencionar en el texto los problemas palpitantes, que despiertan el interés de cualquier ciudadano informado: me refiero a los asesinatos en masa de Nicolás Maduro en Venezuela, los atropellos contra la libertad de expresión en Ecuador, la represión brutal contra los disidentes en Cuba o el maltrato a los indígenas en Bolivia. n
En su lugar, pondrán el énfasis en la desigualdad social en el continente. nAntes, cuando uno hablaba de desigualdad social, se entendía más o menos que los ricos se volvían más ricos y los pobres más pobres. Pero en los últimos años ocurrió un fenómeno inédito: como los precios de casi todas las materias primas se dispararon hacia arriba, las economías crecieron y la pobreza se redujo en casi todas las naciones. n
Hay dos países, sobre todo, donde eso no ha estado ocurriendo: Cuba y Estados Unidos, las dos antípodas ideológicas y sociales. n
Las causas son totalmente distintas pero, paradójicamente, muy similares. n
La causa directa de la pobreza en Cuba es la ausencia absoluta de democracia. Allí, un puñado de burócratas pretende dirigir la economía desde un bunker. Ellos resuelven qué se produce, qué se importa, quién lo consume y pagando qué precio. Con eso logran dos resultados infalibles: se enriquece el puñado de burócratas que toma las decisiones y se profundizan el desabastecimiento, el desempleo y el deterioro social. n
La solución lógica sería instaurar la democracia, que los cubanos elijan no sólo su gobierno sino, también, cómo invertir los escasos recursos al alcance de cada uno. n
En Estados Unidos la pobreza es un fenómeno totalmente distinto, no sólo en cantidad sino también en calidad. Lo que incomoda, sobre todo, es que desde hace unos quince años, o quizás más, reducir la pobreza se ha vuelto una obra de titanes. Se consiguen avances, pero muy pocos, y casi siempre vienen acompañados de nuevos retrocesos. n
Lo que ocurre es que la causa fundamental de la pobreza en Estados Unidos no está en Estados Unidos sino en China, en Vietnam, en Singapur, y en una larga lista de países similares, con salarios de miseria, donde las grandes fábricas norteamericanas han emigrado para abaratar costos. El obrero de Estados Unidos hoy no puede aspirar a un mejor ingreso por la sencilla razón de que al otro lado del planeta hay un chino o un vietnamita dispuestos a hacer la misma tarea por la mitad de su salario. n
Eso sólo se corregirá cuando se instaure la democracia en China, en Vietnam, en Singapur. Entonces, ningún país estará ya en condiciones de atraer capitales con el anzuelo de la semiesclavitud, sino con el valor agregado de una mejor educación, una mayor eficiencia o una infraestructura superior. n
En síntesis, para acabar con la desigualdad social en Cuba, en Estados Unidos, o en cualquier lugar del planeta, hay una sola fórmula en la actualidad: extender la democracia. n
Pero decirles eso a los cancilleres de la OEA, es hablarles en chino.