lunes 25  de  marzo 2024
OPINIÓN

Una transición fuera de serie

El traspaso de mando de un presidente a otro debería ser un proceso fluido, como ocurrió en 2008-2009, entre George W. Bush y el entonces presidente electo Barack Obama
Diario las Américas | SONIA SCHOTT
Por SONIA SCHOTT

La transición de Donald Trump, de presidente electo a próximo comandante en jefe, ha sido polémica y dramática. Tal pareciera que ya ha comenzado a gobernar, dejando en claro, tanto a líderes extranjeros como al pueblo estadounidense, que deben olvidar todo sobre la gestión del presidente Obama y prepararse para una nueva era.

El traspaso de mando de un presidente a otro debería ser un proceso fluido, como ocurrió en 2008-2009, entre el presidente George W. Bush y el entonces presidente electo Barack Obama, a pesar de que Bush entregaba el poder mientras Estados Unidos estaba en guerra en dos países: Irak y Afganistán.

Para el presidente Obama era vital estar listo, desde su primer día en el cargo, para tomar decisiones significativas sobre el progreso de los conflictos y la participación militar de Estados Unidos, particularmente luego de haber anunciado su deseo de acabar con ambas guerras una vez que estuviera en la Casa Blanca. Sin embargo, cuando Trump tome posesión como presidente, ocho años después, Irak y Afganistán continúan siendo un desafío en evolución.

Ante este panorama, es de esperar que Trump también esté listo para asumir el impresionante reto de comandar a miles de soldados estadounidenses, aunque salvo algunas promesas audaces de superar en eficacia a la administración saliente, todavía es poco lo que se conoce sobre su estrategia para combatir a Daesh o Estado Islámico.

En todo caso, el próximo líder del mundo libre ha hecho énfasis en que su gobierno será diferente al de Obama.

No hay más que echar una mirada para constatar cómo desde la Torre Trump en Nueva York está operando una especie de gobierno paralelo, desafiante a las posiciones de la Casa Blanca frente a Moscú, por el presunto uso de la piratería cibernética para influenciar las elecciones presidenciales de Estados Unidos o el trastorno con Pekín por una conversación telefónica con la presidenta de Taiwán.

En un momento tan crucial para la política estadounidense, estos 70 y tantos días que van desde la elección presidencial hasta la toma de posesión, entre el 8 de noviembre y el 20 de enero, se han convertido en uno de los periodos más volátiles de la historia reciente.

Al igual que Trump, Obama anunció su gabinete y habló con líderes extranjeros, pero desde el principio había la sensación de que el sucesor de George W. Bush iba a adoptar un enfoque más diplomático y conciliador con el resto del mundo, incluso con Irán, a pesar de la sospecha de que ese país estaba ocultando un plan para desarrollar armas nucleares.

Si con el inicio de la administración Obama había una sensación de tranquilidad y esperanza, la emoción que mejor define la llegada de Trump a la Casa Blanca es el miedo a lo desconocido y aunque durante este período de transición ha habido menos polémica y moderación en sus opiniones, el presidente electo sigue siendo impredecible.

Mientras la ceremonia presidencial el próximo 20 de enero estará marcada por la pompa tradicional y el presidente Obama y su familia pasarán a ser parte de la historia, nadie sabe qué hará Trump una vez que arribe a la oficina Oval, pero no hay duda de que será el principio de una administración de altos y decibeles.

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