MIAMI.- El presidente del entrañable Museo Metropolitano de Nueva York acuña una idea que comparto y he podido comprobar a cuantos lugares del mundo me ha llevado mi responsabilidad profesional o el placer de viajar: para ser importantes, las ciudades necesitan tener museos.
A veces uno recuerda los sitios visitados por haber disfrutado de uno de esos venerables recintos, ya sea de historia, arte o ciencias. Los museos atesoran y exhiben la memoria universal, nos hacen sentir orgullosos de ser parte de este planeta, la única casa grande con la que contamos, hasta ahora.
Guardo en un rincón de mi corazón, como una epifanía, el momento que estuve frente a "La piedad", de Miguel Angel o "Las meninas", de Diego Velázquez. Todavía me estremecen los museos que he visitado dedicados al holocausto, no lo puedo evitar.
Hace algunos años, la visión de grandes y milenarias estatuas destruidas, ex profeso, por una de las facciones de la guerra en Afganistan, nos dejó a todos estupefactos. Pensamos que nada así podía ocurrir en la era moderna, luego de las devastadoras lecciones que significaron los bombardeos de las guerras mundiales en Europa.
La película The Monuments Men, basada en hechos reales, nos narra cómo Frank Stokes convenció al Presidente de los Estados Unidos en 1943 para crear una unidad militar de rescate de obras de arte en Europa y garantizar, de tal modo, que la victoria avizorada entonces sobre los nazis fuera completa.
Ahora se vuelve a entronizar la barbarie, no solo en la pérdida de vidas humanas inocentes, asesinadas a mansalva mientras visitaban un museo en Túnez, sino en la destrucción minuciosa de obras de arte emprendidas por el llamado Estado Islámico en lugares donde ya se había hecho una labor titánica de rescate y exhibición de patrimonio artístico e histórico.
Así como se alistaron aquellos “hombres protectores de monumentos”, las organizaciones internacionales que velan por la cultura universal debieran reaccionar con más énfasis para resguardar obras que estén potencialmente en peligro de ser dañadas. Hay que ponerlas a buen recaudo mientras siga la beligerancia.
Los museos son tan sagrados como los templos religiosos, protegiéndolos, salvaguardamos lo que fuimos y presagiamos lo que seremos.