Entre risas y lágrimas, con esa honestidad que la distingue, Diany Arias relató su camino.
Una caja vacía en Washington Heights
Todo comienza en la infancia, en una zona de Nueva York llena de dominicanos, con bodegas o colmados en los bajos de los edificios y mesas improvisadas para jugar dominó entre vecinos. En su barrio, conoció la emoción de presentarse frente al público.
“Muchas bodegas, chimichurri, comida dominicana, la música dembow a todo lo que da por la calle, un merengue hasta las 3 de la mañana que no te deja dormir. Los vecinos son intensos”, recordó sobre la zona donde creció.
De niña convivió un tiempo con su abuela paterna, Altagracia, y en la casa escuchaban mucho merengue, salsa, bachata. “Cuando me quedaba con ella, me bajaban para la bodega, donde jugaban dominó y veían béisbol. Yo me subía en una caja vacía de botellas y bailaba”, señaló.
“Mami me ponía en clases de baile, hip hop, clases de actuación, etiqueta y protocolo, entrenamiento vocal; ella me apoyaba siempre para mejorar mis habilidades”, agregó.
A su lado, su madre, Diana Román, no pudo evitar la emoción: “Era mi muñequita. Yo veía en una tienda los maniquíes con niñas que tenían un gorro, vestidos, zapatos, todo, y yo decía, quiero ese outfit para mi hija”.
Cantar e iluminar a otros
También hablamos de música y referentes. Diany, que ha pasado años escuchando música de diversos géneros y estudiando las intimidades de los ritmos y los colores culturales que atañen a una canción, se confiesa admiradora de tres cantantes: Selena, Celia Cruz y La India. “Lo que me gusta de esas mujeres es que son bien espirituales, muy fuertes”, destacó.
Diany Arias se mueve en el amplio diapasón de la música tanto en inglés como en español, desde el merengue, la salsa, pasando por la bachata y explorando fusiones contemporáneas.
“Mi música es en español y en inglés mezclados, como un mangú”, explicó la cantante, que siempre que viaja a República Dominicana disfruta justamente el mangú, un plato muy famoso en esa tierra cuyo elemento principal es el puré de plátanos verdes cocidos.
Luz de “Luna llena”
“La luna es una diosa, viéndonos con su cara plateada, suspirando cuando lloramos, y sonriendo cuando dormimos”. Siobhan Curham
Como si de un ritual purificador se tratase, el tema Luna llena, escrito por la propia Diany Arias, se apoya en un video musical donde la vemos bailar en la noche y mover abanicos de fuego: “Me encanta la luna, me gusta cómo me hace sentir. La luna me hace sentir más viva, no sé por qué. Entonces quería bailar para reflejar esa magia. También me gusta el fuego, que es majestuoso”.
“Cuando hice la canción estaba en una etapa oscura, y dije: de está oscuridad voy a sacar algo hermoso. Hay sensualidad, pero también misterio, como la vida”, admitió.
Un punto que le ayudó a sanar esas heridas del pasado, y no pocos tropiezos en la industria de la música -que puede ser muy desafiante- fue acercarse a una iglesia donde le ayudaron a escucharse y expandir su alcance espiritual y su fe en Dios.
“Fue un proceso bien profundo, pues vengo de una familia que por generaciones hacían brujería, y yo no podía más”, dijo, antes de romper en llanto. “Quise romper ese ciclo”, planteó la cantante, también autora de los temas Luz en las tinieblas, Llora y Cristo.
Con su hermosa voz, Diany cantó, a cappella en plena cafetería de Miami, un fragmento del tema musical Cristo: “Yo soy la hija de Dios, Él me mandó aquí para decirte a ti que tengas cuidado de la oscuridad”. Y explicó que el video de la canción va a reflejar su experiencia en la iglesia el año pasado.
Uno de sus pilares emocionales es la relación con su mascota, Lucy, una perrita que Diany rescató de un ambiente de violencia, aunque, como dijo, “Lucy me salvó a mí”.
“Si no estuviera haciendo música estaría trabajando con niños y con animales. Sobre Lucy, cuando la conocí, dije: ‘esta perrita tiene tanto amor, es chiquita y frágil, con muchos traumas, como yo, pero tiene mucha pasión’. Por eso me conecto mucho con ella”, amplió.
El legado de Ñico Lora
Diany Arias es tataranieta de Ñico Lora (Francisco Antonio Lora Cabrera: 1880-1971) reconocido como el padre del merengue en República Dominicana. Dicen que Lora tocaba varios acordeones, y que al final de esas fiestas que empezaban una noche y terminaban al día siguiente, rompía la silla en la que tocaba. También se le denomina como el revolucionador anónimo del merengue perico-ripiao del Cibao.
“Me pregunté de dónde venía esta pasión por la música, y le pregunté a mi abuela, y ella me dijo: Ñico Lora. Ahí todo tomó sentido, entendí de dónde venía ese amor por la música”, declaró Diany.
Entre los merengues que compuso Lora están Tingo Talango, Me monté en un carro Ford, Desiderio Arias, El cometa Halley, y Los ángeles del cielo.
“Tiene mucha música escrita que nunca logró sacar. Y ahora estoy heredando el patrimonio de Ñico Lora, sus libretas con canciones de su puño y letra, su ropa, sus objetos personales, sus acordeones”, detalló.
Ahora busca documentar esos objetos y usarlos como materiales creativos. “Quiero usar sus canciones y fusionarlas con mi música para rescatar esos temas que forman parte de la cultura dominicana y que aún no se conocen”, adelantó.
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