SAN JOSÉ.-JOSUÉ BRAVO
Especial
El optimismo de quienes viajan contrasta con las dudas, ansiedad y hasta el enojo de otro grupo de 160 migrantes, quienes dicen haber sido los primeros en llegar a Costa Rica
SAN JOSÉ.-JOSUÉ BRAVO
Especial
Luiselys Delgado se deja retocar los últimos detalles a su melena, o más bien, a lo que le quedó de cabello sobre su cráneo. Así como a la mayoría de los migrantes de la isla, a él le gusta raparse el pelo hasta quedar casi calvo.
“Tengo que viajar presentable, mi hermano”, dice Delgado, un joven de cuerpo atlético que forma parte del primer grupo de 180 cubanos que salen la noche del martes desde Costa Rica, luego de dos meses de estar varado en el albergue habilitado en medio de condiciones mínimas de convivencias en el Liceo Nocturno de La Cruz, Guanacaste.
El optimismo no le cabe en el pecho. Solo espera que llegue el momento para partir hacia el sueño americano. “Lo pienso y no me lo creo. Hemos pasado tantas dificultades que no pensé llegar a este momento, hay mucha ansiedad”, dijo este migrante originario de Camagüey, en su natal Cuba.
“Cuando me llamaron como uno de los seleccionados no me lo podía creer. Vamos a poner de nuestra parte para que todo el viaje salga perfecto”, añadió, mientras alistaba su maleta con un poco de ropa que lo acompañará en el viaje.
En este albergue se habla mucho de este viaje piloto. De su éxito depende que los siguientes puedan salir pronto. En este lugar se especula que el segundo vuelo y los subsiguientes se darán a partir del 20 de enero, dos días después de que Costa Rica, El Salvador, Guatemala y México analicen sobre la experiencia que dejó el primer vuelo.
Albergue habilitado en el Liceo Nocturno de La Cruz, Guanacaste (CORTESÍA)
El optimismo de quienes viajan contrasta con las dudas, ansiedad y hasta el enojo de otro grupo de 160 migrantes, quienes dicen haber sido los primeros en llegar a Costa Rica, precisamente desde el pasado 6 de enero, 9 días antes de que este país desarticulara una banda de coyotaje que desató una crisis internacional con la migración cubana.
Karen Morejón, enfermera profesional, dijo haber llorado del enojo y la decepción por no haber sido seleccionada entre los primeros del grupo. Ella y su esposo y el resto del grupo llegaron desde el 13 de noviembre de San José a Peñas Blancas.
Cruzarían a Nicaragua bajo la figura migratoria de deportación, pero esa misma tarde Nicaragua decidió cerrar el paso de estos migrantes y atizó aún más la crisis cuyas dimensiones ya conocemos.
“Creo que no es justo porque llegamos al país primero que los 1,500 a quienes les dieron visas el 14 de noviembre en la frontera con Panamá. Lloré demasiado al saber que eligieron a quienes tenían visa a partir de la 19200 y hasta la 19700 en este albergue”, lamenta esta joven de 33 años.
“Nos tomaron los pasaportes (migración de Costa Rica), los tuvieron retenidos y no querían entregarlos. Eso no es justicia”, critica.
Otro migrante, Esdrey Roura, muy dado a hablar con los medios durante este tiempo en este albergue, culpa de la crisis a Costa Rica. Considera que en este país debieron haberlos dejado transitar como hacían antes del 12 de noviembre, cuando viajaban con ayuda de coyotes.
“Nunca fueron específicos con nosotros. Siempre temimos que fuéramos deportados a Cuba. Nos hemos desgastado económicamente en este país”, relata Roura.
La molestia la comparten otros de su grupo de 21 migrantes de la isla, quienes conviven en un espacio reducido, hacinados y sobre colchonetas delgadas cuyo aire se ha comprimido y hacen más incómodo dormir sobre ellas.
“Estamos contentos porque ya el primer grupo sale, luego seguirá el segundo. No importa si se sale de primero o de segundo, lo importante es que saldremos poco a poco. Ya todo está en marcha, está en rumbo, yo por eso estoy mucho más tranquilo”, explicó por su parte Alberto Pérez, quien seguirá esperando su turno para partir hacia el sueño americano.
El costo del viaje desde este albergue hacia Tapachula, frontera con México, es de 555 dólares. Eso incluye el transporte terrestre desde La Cruz hacia el a aeropuerto internacional Daniel Oduber, en Liberia, el boleto de avión hacia El Salvador, la continuidad terrestre por este país hasta Guatemala y luego hasta la frontera de los Estados Unidos Mexicanos.
El costo abarca visas e impuestos de viaje, alimentación y seguro médico. Mientras, la enfermera Karen Morejón sigue con su incertidumbre. Cree que El Salvador y Guatemala accedieron a ser parte de este corredor humanitario “a punta de pistola” literalmente. “Si el plan piloto sale bien deben continuar los vuelos. ¿Qué pasa si sale mal? Ellos están predispuestos y cualquier cosita que salga mal van a decir que el plan piloto no funcionó y no sabemos qué va pasar con el resto de nosotros”, presiente la joven.
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