LA HABANA. - Los operarios con sus overoles amarillos y ribetes rojos dan los retoques finales al nuevo hotel construido en la zona más céntrica del Vedado habanero. Llamémosle Michel, un tipo desgarbado con un cigarrillo que cuelga en la comisura de sus labios, cuenta que su sueño de niño era “ser pitcher de Grandes Ligas”. No pudo ser. Una lesión en su brazo derecho cuando jugaba en categorías juveniles se lo impidió.
Nació en una comunidad rural donde la mayoría de las casas eran chozas de tabla con piso de tierra y techo de guano en la zona montañosa de Santiago de Cuba. No sabía hacer otra cosa que lanzar rectas de cuatro costuras y bolas quebradas para el home. “Lo peor que le puede pasar a un deportista es sufrir una lesión. Se entrena para competir. La mayoría, cuando deja el deporte, se convierte en entrenadores. Yo lo único que sabía era jugar pelota y ayudar a mi viejo a cortar troncos para hacer carbón”, señala.
Miseria menor
Una tarde cualquiera hizo las maletas y se montó en un tren rumbo a La Habana. "Fuera de la capital no hay futuro. Apagones de veinte horas y tremenda hambre. Si quieres salir adelante tienes que matar vacas y vender su carne o meterte en negocios turbios. La gente allí envejece bebiendo alcohol. En la capital la situación también es crítica, pero menos. Un amigo me gestionó un empleo en la construcción y a los pocos meses me hice electricista".
Hace tres años trabaja en el nuevo hotel conocido popularmente como la Torre K o López-Calleja, general ya fallecido, que estaba al frente de GAESA, un holding empresarial que monopoliza las divisas que entran en Cuba. Del hotel, ubicado justo en la calle 23 frente a la heladería Coppelia, se sabe muy poco. No es público el costo de la obra y de forma escueta la prensa oficial ha dicho que la propiedad es cien por ciento cubana.
No hay que ser muy listo para suponer quién es su dueño. “Los militares nagüe”, sostiene Michel.
Los rosaditos
“Acá vienen todos los días una pila de barrigones vestidos con ropa bacana (de buena calidad) y guayaberas blancas. Sus caras nunca salen por la televisión. El aroma de sus perfumes se percibe a una legua. Están rosaditos y bien alimentados. Todos son blancos. Los negros y mestizos son peones de la construcción, mayordomos, guardaespaldas o sus choferes”, detalla Michel.
Un especialista que trabajó con la compañía Boygues, firma francesa contratada por GAESA para la construcción de hoteles de lujos, afirma que “de todos los hoteles construidos en Cuba el propietario es GAESA. Algunos los administran empresas hoteleras extranjeras como Iberostar o Meliá. El costo de la Torre K supera los 380 millones de dólares. Sale más barato porque los terrenos son propiedad del Estado y los salarios que se les pagan a los ingenieros y constructores son de miseria. Por ejemplo, un ingeniero puede ganar en un mes 40.000 pesos, equivalente a 120 dólares según la cotización en el mercado informal. Y un obrero, de acuerdo con su especialización, 25 o 30 mil pesos (80 a 90 dólares mensuales). Por donde quiera que lo mires es ganancias por todas partes. El marxismo -ideología rectora en la Isla- condena la plusvalía y culpa a la burguesía del latrocinio capitalista. Sin embargo, GAESA, además de no rendir cuentas, saquea el erario público y las ganancias a costa de la explotación laboral son superiores a las de la época feudal”.
Los feudales
Un ex funcionario de CIMEX, considera que “entre GAESA y los camajanes del gobierno se han repartido el país. Guillermo García -un ex comandante de la guerrilla de Fidel Castro con más poder que un ministro- es dueño de una cadena de cafeterías llamada Flora y Fauna, vallas para pelear gallos, fincas con establos y caballos de raza que exporta y Supermarket 23, un negocio de venta en dólares de bienes y alimentos donde las ganancias son elevadas. Ramiro Valdés también tiene sus negocios. Al igual que Machado Ventura y algunos generales importantes. Pero las familias de Fidel y Raúl son las que controlan el grueso de esos bisnes”.
El exfuncionario revela que “por cada dólar que GAESA invierte gana entre 0.40 y 0.60 centavos. Incluso con el turismo de capa caída, un hotel como la Torre K puede reembolsar la inversión en cinco o seis años. Y aunque tarde en recuperar los gastos, el valor de la propiedad aumenta exponencialmente. Cualquier hotel de GAESA en una venta futura valdrá cinco o seis veces el costo original. Por eso construyen hoteles en cadena. Los dólares o euros para esas inversiones les llegan de las remesas de Miami o Madrid, tiendas en dólares, gasolineras y otros servicios y la explotación laboral de las misiones médicas. GAESA ha saqueado al país con la anuencia del gobierno. Los piratas de antaño son niños de teta al lado de estos tipos”.
Hambre en los campos
Mientras GAESA construye hoteles de lujo y tiene miles de millones de dólares en cuentas secretas en el extranjero, el marabú abunda en los campos cubanos, las cosechas agrícolas han caído entre un 50 y 90 por ciento, la actual producción azucarera es inferior a la del siglo XIX en plena guerra de independencia, el número de cabeza de ganado descendió de seis millones a poco más de dos millones y la producción de carne de cerdo se redujo drásticamente de 190 mil toneladas en 2018 a 27 mil toneladas en 2024.
Todos los rubros económicos y sociales están en caída libre, desde la generación de electricidad hasta la salud pública y la educación, dos sectores que eran pilares propagandísticos de la dictadura castrista. Ese colapso productivo solo se puede explicar en un país en guerra.
Gustavo, economista, explica que el “gobierno intenta justificar el desastre culpando al embargo económico y financiero de Estados Unidos. Pero la causa fundamental del colapso económico son las pésimas gestiones, descapitalizaciones de empresas y de la agricultura, sumado a la piñata de ciertos estamentos que se han repartido el país. La estrategia de corregir distorsiones económicas del gobierno es un relato para ingenuos. La realidad es que andan desaforados detrás de cada dólar que entra al país”.
El punto final
Luis, licenciado en ciencias políticas, está convencido de que "lo que una vez se denominó revolución cubana está cada vez más cerca de su capítulo final. Se ha pasado sin fanfarrias de un socialismo, supuestamente de los humildes, por los humildes y para los humildes a un modelo oligárquico donde familiares de altos dirigentes y una junta militar bien posicionada se reparten los negocios. Pero incluso esa casta sabe perfectamente que el sistema actual no funciona".
Muchos se preguntan cuáles serán los próximos pasos. Unos apuestan por un cambio fraude con tintes liberales mientras antiguos funcionarios reconvertidos en hombres de negocios se apropian de las riquezas del país. Otros piensan que las urgencias por recaudar dólares forman parte de un plan para defraudar las arcas públicas antes de la fuga. En Cuba cualquier cosa puede pasar. Y la mayoría de los cubanos quiere que pase algo.