El objetivo es claro: hacer frente a la amenaza que representa el Cartel de los Soles y la cúpula chavista a la seguridad nacional de Estados Unidos. Así lo han dejado claro desde el presidente Trump, la fiscal general Pam Bondi, el secretario de Estado, Marco Rubio; el subsecretario Christopher Landau y, más recientemente, la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt.
“El presidente Trump ha sido muy claro y consistente. Usará todo el poder de EEUU para frenar el flujo de drogas y llevar a los culpables ante la justicia”, dijo Leavitt el 19 de agosto, antes de enfatizar que para la administración actual el régimen de Maduro no es el gobierno legítimo en Venezuela, sino un cartel de narcoterrorista. “Maduro no es un presidente legítimo, es un fugitivo de este cartel, acusado en EEUU por tráfico de drogas”, apuntó.
Con esto, quedarían despejadas las dudas de la magnitud de la movilización militar que ordenó el Pentágono el 14 de agosto, a la Iwo Jima Amphibious Ready Group (ARG) y la 22.ª Marine Expeditionary Unit (MEU), con más de 4.500 marines o infantes de marina. El despliegue incluye tres buques de guerra: el USS Iwo Jima (LHD 7), el USS San Antonio (LPD 17) y el USS Fort Lauderdale (LPD 28), helicópteros UH-18 Venom, un submarino de ataque nuclear, un crucero con misiles guiados, acompañado de varios destructores clase Arleigh Burk y un avión P-8A Poseidon, conocido como la "peor pesadilla de los narcos".
“El Pentágono ya ordenó el despliegue de embarcaciones que salieron de la base de Little Creek, en Norfolk, Virginia. Estos buques de asalto anfibio, apoyados por infantes de marina y aeronaves, le dan al presidente una capacidad de respuesta inmediata ante cualquier crisis”, explica el mayor retirado Jesús Romero, exsubdirector de Inteligencia de las Fuerzas Navales del Comando Sur, en conversación con DIARIO LAS AMÉRICAS.
“Acciones de extracción”
Aunque la presencia militar de EEUU en el mar Caribe no es nueva, ya que mantiene de forma habitual tropas en países aliados, como Panamá, República Dominicana y Guyana, donde lleva a cabo adiestramiento y operaciones antidrogas, este actual despliegue parece ir más de una operación antidrogas de rutina para cumplir con objetivos de la seguridad nacional.
"Venezuela es hoy una amenaza clara por el incremento del flujo de cocaína que sale de sus costas, desde La Guajira hasta el delta del Orinoco y la frontera con Guyana. El despliegue de elementos marítimos busca reprimir ese tráfico", señala Romero. Considera que la presencia de estos buques en aguas cercanas a Venezuela envía una señal clara al régimen venezolano: “Es una demostración de compromiso y una advertencia a direcciones hostiles”.
El exoficial de Inteligencia menciona que, con estos nuevos recursos militares, el presidente contaría con una herramienta estratégica para ejecutar acciones “quirúrgicas”, con operaciones combinadas aire-mar-tierra que van desde asistencia humanitaria y evacuaciones, hasta misiones de combate limitado, sin necesidad de un conflicto convencional. “Estamos hablando de fuerzas capaces de operaciones combinadas en aire, tierra y mar, que incluso permiten acciones quirúrgicas de extracción en caso de que exista una orden de arresto (contra Maduro, Cabello o Padrino López)”, precisa.
Indica, además, que el ARG normalmente opera bajo un esquema de Seguridad de Operaciones estricto, conocido como (OPSEC), que permite la confidencialidad de las rutas, tiempos, áreas de operación, objetivos y reglas de enfrentamiento (ROE); las comunicaciones tanto oficiales como de la tripulación limitadas y cambios de rumbo, velocidad o zona de patrulla para eludir la inteligencia enemiga.
“En el contexto del conflicto con Venezuela, navegar bajo OPSEC le permite a EEUU mantener el factor sorpresa en caso de operaciones anfibias o interdicciones, evitar que actores hostiles ajusten sus defensas o traslados de activos e integrar el ARG en una operación conjunta con otras fuerzas sin revelar coordinación”, asevera.
Una poderosa herramienta
Las operaciones estarían enmarcadas en el Título 50 del Código de EEUU, la poderosa herramienta con la que cuenta Trump para enfrentar al régimen de Maduro tras designar al Cartel de los Soles como organización terrorista. Esta le otorga la capacidad de ejecutar operaciones militares o clandestinas, sanciones y confiscaciones de activos sin informar previamente al Congreso.
Esta designación, más el aumento de la recompensa por Maduro, cambia completamente el panorama. Y es que Washington ya no persigue al dictador solo como un narcotraficante, sino como al jefe de una organización terrorista. “Esto es clave (...) Cuando un grupo o individuo entra en la categoría de terrorismo, EEUU tiene un abanico legal y militar mucho más amplio para actuar. Eso incluye operaciones de captura fuera de sus fronteras”, subraya el coronel retirado de la Fuerza Armada americana, Octavio Pérez, en conversación con DIARIO LAS AMÉRICAS.
Recuerda, por ejemplo, que en 2013, bajo el mismo marco jurídico, fuerzas de EEUU ingresaron a Trípoli, Libia, y sacaron a un alto dirigente de Al Qaeda en un operativo relámpago. “Ese es el tipo de misión que ahora entra dentro de las opciones contra Maduro o contra Diosdado Cabello”, advierte.
Tanto Pérez como Romero descartan enfrentamientos abiertos entre Washington y Caracas. Ambos ven mucho más factible una misión quirúrgica de extracción. “Se trata de lo que normalmente se denomina una operación quirúrgica: no implica miles de bajas, sino un movimiento planificado para cumplir un objetivo específico”, resalta Romero.
El “peligro” más cerca
Más allá de la capacidad operativa de Washington, Pérez subraya que la recompensa de 50 millones de dólares por Maduro lo coloca en un estado de vulnerabilidad constante, incluso frente a su entorno más cercano. “Nadie en el mundo ha tenido una recompensa tan alta sobre su cabeza (...) Con esa cantidad, hasta un primo podría venderte. Eso fue lo que pasó con los hijos de Saddam Hussein en Irak: fueron delatados y abatidos porque había millones de dólares en juego”, menciona.
El coronel comparó la situación con la del propio Hussein, capturado en 2003. “Pasó sus últimos meses escondiéndose, durmiendo cada noche en un lugar distinto, hasta que lo encontraron en un agujero. Maduro tendrá que vivir con ese mismo temor”, subraya.
Y ese miedo en Miraflores es palpable. Pese a la bravuconería del régimen, la movilización de 4,5 millones de milicianos a lo largo del territorio venezolano y la prohibición -por 30 días prorrogables- de toda actividad relacionada con drones en Venezuela, serían una muestra de ello.
“Cuando tienes a un jefe de Estado señalado como narcotraficante, terrorista y con 50 millones sobre su cabeza, no es descabellado pensar que en cualquier momento un comando entre, lo capture y lo saque de Venezuela”, apunta Pérez, al revivir el fantasma de Libia en Caracas: “Si a un líder de Al Qaeda lo sacaron de su cama en Trípoli, ¿por qué no a Maduro en Caracas?”, enfatiza.
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