miércoles 4  de  septiembre 2024
ENTREVISTA

“El Gobierno de Evo Morales optó por destruirme”, dice un empresario boliviano

El empresario boliviano Humberto Roca cuenta la historia del auge y caída de su grupo empresarial, liderado por una aerolínea que fue destruida por el Gobierno de Evo Morales

Humberto Roca Leigue, un hombre de 55 años, nacido en Santa Cruz, Bolivia, y quien fuera uno de los empresarios más ricos de ese país, no puede regresar a su tierra: sufre del corazón y no podría llegar a las alturas de La Paz a seguir un juicio que ya lo condenó, en ausencia, a cinco años de cárcel.

La acusación: evasión de impuestos y enriquecimiento ilícito con afectación del Estado. La justicia boliviana se ha metido con toda su familia, esposa, hijos y yernos, y todo este enfrentamiento destruyó, según Roca,  el 95 por ciento de su patrimonio.

La empresa AeroSur, que fundó en 1992, y llegó a tener en 2006 ingresos equivalentes al 3,5 por ciento del Producto Interno Bruto de Bolivia (en ese entonces, el PIB era de 9.000 millones de dólares), fue conducida a la quiebra en 2012, con la creación, en 2007, de la empresa estatal BOA (Boliviana de Aviación), que, según Roca, implantaba una competencia desigual y desleal. “[El Gobierno me] pone una serie de restricciones, endurece todo el sistema en contra de AeroSur. Pararon dos aviones y bajaron los precios de los pasajes. BOA nace específicamente para competir y destruir a AeroSur, porque cuando ésta va a la quiebra BOA no crea nuevas rutas. Tiene las mismas de AeroSur. Incluso, contrata los mismos pilotos”, recuerda Roca quien para hablar con DIARIO LAS AMÉRICAS, llegó en compañía de su yerno, el abogado Jorge Ortiz, quien explica que el Gobierno de Evo Morales armó una aerolínea estatal con el remanente de otra, Lloyd Aéreo Boliviano, arruinada hacía cinco años, y con la ayuda de la aviación militar. “No había mercado para los dos, no alcanzaba. Era claro que si creaban una, acababan con la otra”, puntualiza Ortiz.

La guerra

De acuerdo con Roca, AeroSur se había convertido en un factor de poder, no sólo porque a su amparo se desarrollaban otros negocios relacionados con la empresa matriz, sino por la beligerancia de su dueño quien, entre 2009 y 2010, lanzó una campaña pública llamada “Reglas claras” que, como lo recuerda Ortiz, recrudeció las presiones contra AeroSur.

“Inicié un claro ataque al sistema impuesto por Evo Morales”, puntualiza Roca. Mediante videos, que salieron en todos los canales de televisión, el empresario le pedía al Gobierno “que dijera qué porcentaje de la economía iba a ser del Estado y cuáles rubros iba a manejar, para que los empresarios supieran cuáles eran sus límites y sus alcances. “Cuando uno se encuentra con un Estado que es, al mismo tiempo, regulador, árbitro y jugador, no hay cómo competir”, aclara.

Por la misma época, el vicepresidente Alvaro García dijo, en la inauguración de los vuelos a Buenos Aires de BOA, que “el Estado tiene 14 mil millones de dólares y ninguna empresa puede competir con el Estado y bien que sea así”.

Para Roca ahí empezó de verdad la guerra, con una cascada de demandas. Pero a eso se le añadía otro ingrediente, como recuerda el empresario: “Para mala suerte mía sacaron una encuesta donde yo aparecía como un probable candidato para presidente. En algunos momentos sí tuve ganas porque me parecía que Bolivia necesitaba, y lo necesita, un cambio de verdad”.

En realidad, según el recuento del exdueño de AeroSur, él no tenía ningún nexo con la administración salvo los permisos de operación. Pero no había contratos de por medio. “Ninguna de mis empresas tenía una relación de dependencia económica con el Estado”, acota.

Y estaba, además, el tema impositivo que se convirtió en un enfrentamiento directo con las autoridades tributarias, antes incluso de que Morales saliera electo presidente. “En 1997,  cuando agarré la empresa, a los cinco días vino la oficina de rentas y le puso un letrero de clausurada”, rememora Roca.

Supuestamente debía un millón y medio de dólares. Ante semejante suma, le preguntó a su abogado por qué debía tanto en impuestos, y él le respondió que no era por eso, sino “para arreglar”. “Tuve que hacer de tripas corazón y pagar. Ningún empresario ha estado exento de tener la visita de esa gente de la oficina tributaria, y más del 90 por ciento de las compañías se han visto obligadas a hacer ese tipo de tratos”.

Con Morales es lo mismo

“Ellos [los funcionaros tributarios] dicen que yo soy un gran evasor de impuestos porque AeroSur debe 800 millones de dólares. Si usted suma todo lo que facturó esa empresa desde 2004 hasta el 2009 se va a dar cuenta de que tuvo de ingresos 600 millones. Por lo tanto, no puede deber 800 millones de dólares. No puede ser que una empresa, en impuestos, deba más de lo que factura”, alega Roca.

Desde 2004, como lo recuerda, la oficina de impuestos de Bolivia les envió notas de cargo o presuntiva, es decir, una carta donde los funcionarios dicen que sospechan que hay una evasión tributaria. Dicha nota de cargo se generó por un retraso en el pago de impuestos. Pero Roca matiza porque cuando hubo un “perdonazo” o amnistía tributaria, en 2004, su empresa se acogió a esa fórmula pues tenía “un montón” de impuestos atrasados.

Cuando les enviaron la primera nota de cargo, con ella llegaron dos funcionarios a decir que ellos podían arreglar la amnistía, es decir, a extorsionar, según lo afirma Roca. “Nosotros les dijimos que no pagábamos un centavo. Y lo primero que hicieron fue enviar la tal presuntiva, es decir, la sospecha de que yo estaba evadiendo impuestos. Yo di una orden específica de no negociar comisiones o extorsiones con esos funcionarios. No toleraba la corrupción”.

Cuando libraron la primera orden de captura en su contra, por desacato y ganancias ilícitas, no la hicieron efectiva por las protestas que hubo, según anota Roca. Todo eso se dio en medio de un tratamiento contra el cáncer que recibía. Después, mediante una carta al fiscal, le comunicó que se iba para España a que le hicieran una revisión para ver si dicho tratamiento avanzaba. De allá no regresó. Además sufrió un infarto. “El cardiólogo me dijo que si iba a La Paz, para atender todos los asuntos legales, no aguantaría un día vivo”. 

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