CARACAS.- Tiene nombre de Lord, pero a diferencia del verdadero Lord Byron, este exmilitar guatemalteco, Byron Lima Oliva, no escribía poemas, ni estaba preso por sus virtudes literarias. Byron, conocido como el Rey de las cárceles en Guatemala, estuvo condenado por el asesinato del obispo Juan José Gerardi.
Lima fue asesinado el pasado 18 de julio en la prisión de Pavón, a pocos kilómetros de Ciudad de Guatemala, donde pagaba una condena por un hecho que él aseguraba no había cometido. El autor material de su muerte fue otro recluso, pero el autor o los autores intelectuales podría estar en la élite económica y política que domina Guatemala.
En una entrevista que Lima le concedió a The New York Times, el expresidiario acusó a los grupos de derechos humanos y a la Iglesia católica de usarlo como chivo expiatorio. “Me satanizaron”, dijo. “Fue una campaña política para calumniar al Ejército. Querían venganza por su derrota en la guerra y yo fui un blanco fácil”.
Byron, un excapitán del ejército de 46 años, contó desde el inicio en la cárcel con el apoyo del poder, y durante el Gobierno del exgeneral Otto Pérez Molina los beneficios para el reo más importante del país fueron mayores.
“Con sorprendente rapidez tomó el poder de las prisiones. Arrebató el control de la venta de drogas, teléfonos celulares, sexo (los mercados negros más lucrativos) y le cobró cuotas a restaurantes, tiendas y otros negocios manejados por los convictos. Gracias a tratos y sobornos tenía a los oficiales de la prisión, desde guardias hasta directores, en sus manos. Los guardias se dirigían a él como 'mi capitán'”, reseña The New York Times.
El poder que concentró Lima en la cárcel fue enorme al punto de que cada vez que el periodista Anthony Fontes, del NYT lo visitaba, debía pasar por dos cateos diferentes: “el primero, por las autoridades de la prisión, y el segundo, por su guardia de seguridad personal conformada por prisioneros con entrenamiento militar.”
Su muerte, no obstante, no servirá para cambiar el violento statu quo de Guatemala. "Estos hombres solo son la punta del iceberg. Los verdaderos poderes fácticos no se exponen a sí mismos siendo presidentes, y mucho menos yendo a la cárcel", concluye el NYT.
FUENTE: REDACCIÓN