domingo 24  de  marzo 2024
ANALISIS

Es tiempo de una reparación histórica

Ya no podemos hablar de una "América para los Americanos", sino más bien de una "América para los acreedores"
Por Eduardo Duhalde

El pasado 24 de marzo, se conmemoró el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia en la Argentina, fecha que marcó el inicio de la última dictadura militar en nuestro país y que duró hasta finales del año 1983.

Mas allá de los daños irreparables que ésta dictadura provoco en el tejido social argentino debido a la sistemática violación de los derechos humanos, las medidas económicas implementadas durante el periodo 1976-1983 continúan condicionando a nuestro país hasta hoy, particularmente en lo vinculado a la deuda externa.

Durante este período, el endeudamiento externo de la Argentina, aumentó en un 449%, pasando de 7.800 millones de dólares en el año 1976, a más 45.000 millones de dólares a 1983. Se estatizó la deuda de empresas privadas por un valor cercano a los 22.000 millones de dólares y al mismo tiempo se multiplicó casi por diez la pobreza, pasando del 4,4% al 30%.

Cabe destacar que esta no fue la única dictadura en nuestra región, ni tampoco fue la única que recibió el “apoyo financiero” de los organismos internacionales de crédito, a pesar de ser gobiernos de facto que no respetaban las respectivas normas constitucionales de sus países, y que no respondían a la voluntad popular de sus ciudadanos.

Estas dictaduras que florecieron en toda Latinoamérica, fueron promovidas y sostenidas financieramente gracias a la intervención del gobierno de los Estados Unidos, el cual en el marco de la Guerra Fría buscaba por todos los medios disponibles detener el avance del comunismo y de la Unión Soviética en el continente. Una suerte de continuidad de la doctrina Monroe “América para los americanos” pero de la peor de las formas.

Hoy los tiempos han cambiado, ya no son toleradas las dictaduras militares. A ningún organismo de crédito internacional se le ocurriría prestar fondos a gobiernos autoritarios y antidemocráticos.

Existen incluso antecedentes recientes que nos marcan el camino y resultan auspiciosos al respecto. Por ejemplo, en el año 2004, gracias una iniciativa promovida por los Estados Unidos se condonó el 80% de la deuda externa contraída por Irak durante el régimen militar de Saddan Husseim.

Hoy, la región en su conjunto, y particularmente nuestro país, se encuentra sumida en una deuda externa impagable que condiciona fuertemente el funcionamiento de nuestras economías. Sobre todo, teniendo en cuenta la situación actual impuesta por el COVID, y la necesidad imperiosa de recursos económicos para hacer frente a la pandemia.

Ya no podemos hablar de una “América para los Americanos”, sino más bien de una “América para los acreedores”, ya que nuestras economías están sujetas cada vez más a condiciones impuestas por los organismos internacionales de crédito, o empujados a negociar préstamos y acuerdos comerciales bajo condiciones inaceptables para cualquier país desarrollado.

La situación que estamos afrontando y el origen ilegal de los compromisos asumidos durante las dictaduras militares de nuestra región, debieran ser motor de una revisión integral que necesariamente conducirá a una condonación de las deudas y los intereses contraídos de modo ilegal. Es tiempo de una reparación, y por su responsabilidad histórica en el proceso de endeudamiento, los Estados Unidos tendrían que ser uno de sus principales impulsores.

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