jueves 27  de  noviembre 2025
CUBA

La dictadura es el peor huracán que sufren los cubanos

Antes de criticar a la dictadura más longeva del hemisferio occidental, Regino reconoce que la culpa del actual desastre “es del pueblo, por darle un cheque en blanco a estos bandoleros"

Diario las Américas | IVÁN GARCÍA
Por IVÁN GARCÍA

Pregúntenle a Regino, 68 años, residente en el reparto Micro 3, provincia Santiago de Cuba a 957 kilómetros al este de La Habana, su opinión sobre la gestión de las autoridades del partido comunista tras el paso del huracán Melissa por la región oriental, y escuchará una respuesta donde mezcla la impotencia, rabia y el descontento que a diario padecen los cubanos de a pie.

Antes de criticar ferozmente a las instituciones de la dictadura más longeva del hemisferio occidental, Regino reconoce que la culpa del actual desastre “es del pueblo, por darle un cheque en blanco a estos bandoleros. Ellos gobiernan desde hace 66 años por culpa del miedo, por aplaudir y participar en cualquier locura sin pedir explicaciones. Yo mismo fui voluntario a la guerra de Angola. Nadie me obligó. Estábamos adoctrinados. La mayoría de los cubanos fuimos un títere en las manos de Fidel”, y argumenta:

“El concepto de gobierno se degeneró. El pueblo se debía al Estado, y no al revés. Siempre fuimos ciudadanos de segunda. Nadie tomaba en cuenta nuestra opinión. El gobierno lo controlaba todo. Desde la opción de comprar un televisor hasta poder alquilar la habitación de un hotel por la luna de miel. Un pueblo obediente al cual extirparon la capacidad de pensar. Nos tienen atrapados en una mentira y el cuento ese de la justicia social. Hace tiempo que estos sinvergüenzas (los gobernantes) han mutado a una casta con tintes feudales. No gobiernan, nos avasallan a base del temor y la represión. Son las únicas armas que les quedan para sostenerse en el poder. Ellos saben que el 90 por ciento de los cubanos quieren que se vayan”.

"Son tantos los desmanes y atropellos, que he sentido deseos de salir a la calle y gritarles a estos malandrines cuánto los desprecio. Todavía el miedo puede más, pero el temor también tiene un límite”. En los últimos días, Regino solo había tenido electricidad seis horas y el agua entró una sola vez. “Un agua turbia, apestosa, no apta para el consumo humano. A las autoridades no les importa, nos consideran animales. Desde el mes de julio no tengo gas licuado para cocinar. Tenemos que hacer la comida con leña o pagar 1,500 pesos por un saco de carbón. Estamos peor que los esclavos, porque ellos se alimentaban mejor que nosotros”.

“Hace tres semanas viví en carne propia una de las tantas arbitrariedades de la policía y el gobierno. Al mercado llegaron paquetes de salchichas y se armó una cola larguísima. Los corruptos del gobierno provincial se aparecieron y autorizaron a vender un paquete por persona. Mientras, por la puerta de atrás sacaban una pila de cajas de salchichas. La gente explotó, el robo era a la cara. Afuera, estaban revendiendo el paquete de salchicha a 300 pesos. Cuando la protesta cogió fuerza, policías jóvenes comenzaron a tirar gas pimienta. Son muchachos que pueden ser nuestros nietos y no es normal que odien a la población. Sus familias también están pasando la misma hambre. Esa mañana me di cuenta que estos tipos (los del régimen) son capaces de matarnos, masacrarnos, exterminamos por tal de mantenerse en el poder. Lo que hay ahora mismo es una guerra. Y el enemigo es el pueblo”, concluye Regino.

Ya las fuerzas policiales y grupos paramilitares del régimen no disimulan la represión. Las autoridades tienen luz verde para golpear y encarcelar a los que protestan de manera pacífica. Un jurista que trabaja en una fiscalía municipal de La Habana, revela a DLA que desde “las protestas del 11 de julio de 2021, tienen orientaciones del Ministerio de Justicia, que a su vez cumplen órdenes de arriba, de sancionar severamente las manifestaciones en la calle, pintadas antigubernamentales en paredes o muros y cualquier otro comportamiento que ‘ponga en peligro la seguridad nacional y la tranquilidad ciudadana’”.

Miguel Díaz-Canel, un testaferro designado por el dictador Raúl Castro como administrador del Estado, autorizó la violencia contra quienes salieron a las calles el 11-J en casi todas las provincias. En posteriores protestas por los extensos apagones, pésima alimentación, déficit de agua potable y mala calidad de vida, Díaz-Canel ha acusado a los participantes de borrachos, vagos, indecentes y de responder a una estrategia de influencers en Miami.

A una persona que roba lo condenan a diez años de cárcel y al cumplir un tercio de su sanción reciben pases y rebajas carcelarias, pero un disidente, un activista o un manifestante pacífico es condenado por subversión y sancionado hasta 27 años tras las rejas. En agosto de 2022, por grabar una protesta, Mayelín Rodríguez Prado, conocida como La Chamaca, residente en Nuevitas, fue sancionada a 15 años de cárcel. La misma sanción que recibió Fidel Castro por asaltar un cuartel militar en el 26 de julio de 1953 donde mataron a 18 militares del ejército de Fulgencio Batista e hirieron a 28.

La violencia del poder contra los ciudadanos va en aumento. Lucía, jubilada residente en un barrio al suroeste de la capital, comenta que “después de meses sin que nadie de la empresa de Aguas de La Habana me atendiera, y tras pedir una cita con un funcionario del partido municipal, un señor, con muy malos modales, me dijo que bastara de quejarme. Ustedes (los ciudadanos) se han acostumbrado a que el gobierno les resuelva sus necesidades. Aprendan a gestionar sus problemas”. Lucía se quedó sin palabras. “Conté hasta diez, porque soy una persona educada, y le expliqué en buenos modales que nosotros no los elegimos para que fueran nuestros representantes".

"Esa es la función de un gobierno en cualquier parte del mundo y no la de ofrecer falsas promesas y mentiras. Al funcionario le recordé que fue Fidel el que fundó este tipo de sistema donde el Estado administra, controla y lo distribuye todo. Fueron ustedes los que crearon este modelo, le dije, y si ya no funciona, díganlo y renuncien. Pero no sean irresponsables ni cobardes y deleguen sus funciones en otros. El tipo se fue por la tangente y me acusó de contrarrevolucionaria”, recuerda Lucía.

Durante un recorrido por zonas afectadas por el huracán Melissa, Díaz-Canel y altos funcionarios han respondido a quejas de los ciudadanos con inusitado desprecio. Como lo ocurrido cerca del santuario del Cobre, cuando Díaz-Canel y su comitiva -quienes siempre llegan con las manos vacías a lugares donde personas que viven en la extrema pobreza lo perdieron todo-, estaba conectado con el piloto automático ofreciendo un discurso doctrinario, y un joven del poblado de Guamuta en tono franco le dijo: “Permiso, presidente. Allá arriba -en Guamuta- no ha ido nadie”, una frase que desmontaba la puesta en escena del régimen. La respuesta fue una amenaza velada. “¿Tú me estás haciendo una directa?”, respondió Díaz-Canel con visible incomodidad.

El muchacho no se doblegó. Y repitió la frase que no era una pregunta, tampoco una queja, era una acusación: “Allá arriba en Guamuta no ha ido nadie”. Las imágenes que circularon por las redes sociales generaron críticas y un amplio descontento ciudadano, que demuestra el hartazgo y la frustración de los cubanos contra los dirigentes nacionales, provinciales y municipales.

En otro caserío intricado de la región oriental, donde once días después del paso del huracán Melissa no habían recibido ninguna ayuda estatal, una mujer se le acercó al grisáceo Díaz-Canel y entre lágrimas le pidió ayuda: “No tenemos cama”. La respuesta del gobernante fue grosera e insensible, como si fuera un matón de barrio: “Ni yo tengo pa’dartela ahora”. Y le contestó que esperara a las donaciones que llegarían. Que guapeara como pudiera.

Diana, ingeniera, indica que “ese tipo de comportamiento demuestra el odio que sienten los que sustentan el poder contra la ciudadanía. Esa imagen de Díaz-Canel y sus acólitos vestidos de militares y rodeados de guardaespaldas armados es un mensaje alto y claro: ellos no están para dar soluciones sino para que la gente obedezca”. Sergio, profesor de bachillerato, opina que “esa violencia verbal contra personas que han perdido sus casas, es de una desfachatez inaudita. El propio gobierno está dinamitando los canales oficiales, el único que tiene la gente para quejarse. Se está creando un mal precedente. Una futura espiral de violencia incontrolable”.

Los cubanos de a pie consideran que el peor desastre que sufren es el causado por la pésima gestión del régimen castrista. Similar a un huracán de categoría cinco estacionario sobre la Isla.

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