MIAMI. - La hiperinflación que afecta la economía de Venezuela desde 2017 conllevó a que el bolívar perdiera todo su valor dando paso, de manera no oficial, a la dolarización.
MIAMI. - La hiperinflación que afecta la economía de Venezuela desde 2017 conllevó a que el bolívar perdiera todo su valor dando paso, de manera no oficial, a la dolarización.
Esta realidad llegó con un complicado esquema de cambio en el que varían las tasas y los parámetros, según quién haga el canje y dónde lo haga.
Miles de hogares en Venezuela se mantienen con la ayuda de las remesas que logran enviar familiares desde el exterior, ya que los salarios en bolívares resultan inservibles. El problema se presenta para aquellos que no tienen a nadie que los ayude y dependen de un salario en moneda local que muchas veces podría ser el equivalente a 3 o 5 dólares al mes.
Un profesor contratado de la Universidad Central de Venezuela (UCV) tiene un salario aproximado de 25 centavos de dólar por hora. Es decir, si un docente de la Facultad de Ciencias tiene 3 horas de clases cada semana, ganará el equivalente a 3 dólares mensuales.
El Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores (CENDA) ubicó en enero el valor de la canasta alimentaria para el grupo familiar en $225.69. Este monto se hace imposible de pagar para una persona que trabaje en la administración pública y cobre el salario básico, ya que recibe mensualmente unos 2.500.000,00 bolívares, es decir $0.78, por lo que necesitaría unos 291 salarios básicos para cubrir sus necesidades alimentarias de un mes. No hay cambio oficial de dólares a bolívares. Pero en el mercado negro un dólar se cotiza por unos 3 millones de bolívares aproximadamente.
Ante esta crisis y en medio de la pandemia, la creatividad se ha disparado y los oficios han obtenido una especial importancia en las economías familiares, ya que se pueden cobrar en dólares y su precio irá en relación con la inflación mensual que se registra en el país. Como común denominador encontramos que WhatsApp y las redes sociales son la principal herramienta de difusión y los amigos los primeros clientes.
Yasmín Vallejo, una abogada egresada de la Universidad Católica de Caracas y Coordinadora de bienestar social en una de las alcaldías del área metropolitana, decidió complementar su sueldo con la preparación de cocteles envasados que en Venezuela se llaman “guarapitas”. Así nació Guayasfrut en el que combina los licores tradicionales venezolanos como el ron y el anís con concentrados de fruta. El emprendimiento ha resultado ser un éxito, por lo que amplió su gama de productos en otras versiones y tamaños. “Sigo con mi trabajo en la alcaldía, pero el sueldo es de 3 dólares mensuales. Con Guayasfruit gano mucho más dinero y puedo mantener a mi familia. Claro tuve que prepararme, estudiar, hacer cursos para ofrecer un producto de calidad. Y nos está yendo muy bien”.
Un ejemplo similar con el uso de habilidades es el de Carlos Delgado, un maestro jubilado que, aunque sigue dando clases de inglés vía online, ahora ofrece sus servicios como utility, por lo que en su modesto aviso publicitario tiene servicio de carpintería, plomería, albañilería y electricidad. “Cuento con algunos clientes fijos que siempre que necesitan me llaman. Hasta cuando tienen que hablar inglés por teléfono, también les ofrezco el servicio (risas) y así nos ayudamos en la casa. Con el sueldo de maestro y de la pensión no llego ni a 5 dólares al mes. Así que uso mis habilidades y no le hago daño a nadie”.
Moraima Jiménez trabaja como periodista en un portal de noticias, pero su sueldo es insuficiente. Junto a su hermana y su cuñado decidió ofrecer un servicio VIP para aquellos que se fueron de Venezuela. El servicio consiste en limpiar apartamentos y casas que quedaron vacíos con la migración. “Hacemos todo tipo de trabajo. Limpiamos las casas que a pesar de estar cerradas siempre se ensucian. También reparamos algo que se haya dañado o algún detalle en las casas debido a las lluvias o al viento. También pagamos las cuentas, vamos a los bancos y hacemos diligencias que el cliente necesite. Un servicio para que las personas puedan conservar sus bienes en Venezuela y no se les deterioro por el paso del tiempo. El precio por lo general son 120 dólares por vivienda”.
Hasta el cansancio
Carmela Andarcia es ingeniera de la industria del petróleo. Tiene especialización en EEUU y dos maestrías. Abandonó PDVSA por temas políticos y comenzó a trabajar en una empresa privada, pero el sueldo no le alcanza, por lo que ofrece apoyo a personas de la tercera edad que se han quedado solas. “Sus familiares que están fuera me llaman y me hacen pedidos que van desde comprarles la comida, hacerles diligencias en los bancos y pagar cosas en los edificios donde viven. Muchas veces también les compro las medicinas. Así me ayudo porque todo está muy caro. Lo único que comienzo a trabajar a las 7 de la mañana y termino después de la medianoche. Es agotador”.
Así de agotador es para el joven Asdrúbal Monasterio quien trabaja como community manager en una empresa privada, donde debe estar 8 horas al día. Esta actividad la compagina con un portal de noticias y con otra pequeña empresa que le pagan por horas trabajadas. “A veces me doy cuenta y estoy trabajando 14 horas o más por día. No descanso ni sábado, ni domingo, ni tengo vacaciones. Con eso ayudo con la comida de la casa, y pagar el internet. Y además debo pagar las medicinas de mi papá. No es fácil. Quiero irme, pero cómo dejo a mis papás solos. Yo no puedo. Hay días donde me frustro, pero no puedo hacer más nada sino llorar y pa´lante”.
Ante la imposibilidad de pagar las cuentas, Elba Aranguren, administradora de empresa y empleada en un hospital del estado Aragua, asegura que es poco lo que ella puede ofrecer a sus 62 años. “Limpiando una casa me fracturé la pierna, por lo que estuve 5 meses en cama. Cuando me recuperé salí a trabajar y contraje el COVID. Ya estoy recuperada, pero debe apelar a la caridad de mis amigos. La gente me ayuda. Como soy sola siempre consigo quien me de un plato de comida y gente maravillosa. Lo único que me queda es mi buen humor, porque lo he perdido todo”. Esta venezolana vive de la caridad como tantos otros que esperan que alguien, así sea un amigo lejano, los ayude con algo de dinero.