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@DesdeLaHabana
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LA HABANA.- Soplaba una brisa fresca en la barriada habanera del Vedado cuando decenas de personas comenzaron a congregarse en el parque de 21 y H en la tarde del martes para rendir homenaje al recientemente fallecido Pablo Milanés.
Aunque el encuentro trató de ser frustrado por la Seguridad del Estado, y un camión de la policía estuvo todo el tiempo merodeando la zona, un grupo de sus seguidores se juntaron para con guitarras de cajón, cantar canciones del trovador y recordar su trayectoria.
A pocas cuadras, en calle 11 entre J e I, que fuera sede de un estudio de grabación de Pablo, estuvo abierto un libro de condolencias dónde cientos de cubanos plasmaron sus firmas y mensajes de pésame.
Antes de caer la noche ya las autoridades, expertas en manipular la obra artística de decenas de intelectuales incómodos con el régimen, organizaron una cantata en la sede del recinto conocido como Pabellón Cuba, ubicado en la calle 23, en plena Rampa habanera.
Y Abel Prieto, ex ministro de cultura, lanzó un órdago: “Pablo y su obra nos pertenecen. Son nuestros”. No es una estrategia nueva de la dictadura. Desde José Lezama Lima, Virgilio Piñera, hasta la sonera Celia Cruz, furiosamente denostada por la dictadura castrista, son muchas las figuras de la cultura cubana, a las que incluso después de muertos, les intentan manipular sus obras.
Pablo Milanés Arias, nació el 24 de febrero de 1943 en Bayamo, antigua provincia de Oriente. Muy joven arribó a la capital con la intención de estudiar música en un conservatorio.
Ya era un buen exponente del feeling, movimiento musical surgido en La Habana de los años cuarenta, donde el sentimiento definía la interpretación. Un estilo influenciado por las corrientes estadounidenses en las composiciones románticas y el jazz.
Su primer gran éxito ocurre en 1965 con la guajira-son Mis 22 años, considerado un nexo entre los dos movimientos, el del feeling y la Nueva Trova, de la cual Pablo fue fundador junto a Silvio Rodríguez y Noel Nicola, que a conveniencia de la dictadura fue patrocinada y aupada por Fidel Castro.
En 1966, tal y como les ocurrió a unos 48.000 jóvenes en toda la Isla, Pablo es enviado a la UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción) auténticos gulags instaurado por la autocracia caribeña para reformar ‘vicios del pasado’.
El solo hecho de ser religioso, homosexual, amante del rock o artista contestario, constituían razones suficientes para que alguien fuera enviado a estos campos de concentración a realizar trabajos forzados.
Milanés tenía entonces 23 años. La represión contra el cantautor la vivió en primera persona la actriz y cantante Myriam Acevedo, exiliada en Italia. Se lo contó a la periodista independiente Tania Quintero [hoy refugiada política en Suiza] en una entrevista realizada en enero de 2009:
“Pablo Milanés, junto a Ricardo Barber, un actor de teatro, ambos amigos míos, fueron llevados a la UMAP y encarcelados en aquel campo de concentración. Ricardo me escribió un telegrama que decía: ‘Si no me sacas de aquí me suicido’. Di la voz de alarma, y en la Union de Escritores y Artistas se formó una comisión de diez intelectuales, entre ellos yo [Myriam Acevedo], para discutir el problema de la UMAP con el ministro de Cultura. Ni ese primer intento ni ninguno posteriores dieron resultados. Entonces Ricardo y Pablito planean la fuga y se escapan de la UMAP en Camagüey”
“Recuerdo que estaba cantando en el Gato Tuerto cuando veo aparecer el ‘fantasma’ de Pablo Milanés, a quien yo hacía en la UMAP. Lo tuve escondido tres días en mi casa. Pero tanto Ricardo Barber como Pablo tuvieron que entregarse y volver a la UMAP”, recordó Myriam Acevedo en su entrevista.
Era la época de la guerra de Vietnam. Y Pablo Milanés comienza a tomar partido por las causas sociales.
En 1968 ofrece su primer concierto con Silvio Rodríguez en Casa de Las Américas. Después de que en 1972 fuera miembro ilustre de la ‘nueva canción revolucionaria’ compartió escenario con lo más granado de la canción comprometida en el Continente y España.
Violeta Parra, Chico Buarque, Simone, Mercedes Sosa, Daniel Viglietti, Vinicius de Moraes, Milton Nascimento, Víctor Jara, Fito Páez, Joaquín Sabina y Ana Belén, entre otros muchos, han cantado con Pablo en conciertos o grabado discos.
El autor de Yolanda, a principio de los años 80, forma su grupo musical. Integrado por soberbios solistas le impregnada riqueza de recursos musicales, acertados arreglos y variedad de géneros.
Aunque en su contenido Pablo siguió apostando con fuerza a los temas sociales de marcado compromiso ideológico como Yo pisaré las calles nuevamente, No vivo en una sociedad perfecta y Hombre que vas creciendo.
Una faceta destacada de Pablo Milanés es su aporte al rescate de las ‘vacas sagradas’ de la música cubana que estaban en el olvido. Mucho antes de que el alemán Win Wenders y el gringo Ry Cooder, en 1996 se pasearan por las calles antiguas de La Habana en una moto rusa para filmar el documental Buena Vista Social Club, ya Pablo había grabado un disco con aquellos viejos músico que vivían desahuciados entre la extrema pobreza y el ron barato.
Fue en 1983 cuando grabó Años, con Luis Peña, el Albino, y una pléyade de músicos de antaño como Pio Leyva, Ibrahim Ferrer y Compay Segundo. También fue el promotor de jóvenes valores de la música como Gerardo Alfonso o los Aldeanos, a quien llevó a escena en un recital en el malecón habanero efectuado en el verano de 2008.
Mientras Silvio Rodríguez iba tejiendo una red de amistades e influencia con pesos pesados del régimen verde olivo, Pablo Milanés levantaba ronchas con el quehacer de su Fundación -luego clausurada- y sus canciones desgarradoras en apoyo de la población homosexual.
Silvio y Pablo son dos piezas clave de la llamada canción revolucionaria. Sin embargo, Rodríguez pasó de ser un crítico abierto del estado de cosas del país en los años 60 y 70 a un ferviente admirador de Fidel Castro; Milanés recorrió un camino a la inversa.
Su posición política se modificó. Públicamente criticó a los hermanos Castro, de los cuáles dijo, “no son dioses”. En un recital en Miami, en agosto de 2011, defendió a las Damas de Blanco. Sus posturas contestatarias las pagó con un discreto silencio en los medios oficiales.
Pasó de ser el autor de varios himnos de la revolución al cajón de los olvidados. Lentamente, la radio y televisión nacional lo fueron relegando y retiraron su música en fade. Las canciones de Pablo forman parte de la banda sonora de varias generaciones de cubanos.
Al trascender la noticia de su fallecimiento en España el 22 de noviembre, la ola de reacciones originadas incluyó tantos elogios como reproches. Elogios y mensajes de condolencias de parte de quienes agradecen su indiscutible aporte a la cultura y asimismo valoran la valentía de asumir públicamente el error de haber sido soporte ideológico de una dictadura.
Quienes no le perdonan, se quedan con el recuerdo de sus canciones compuestas al calor de los años en los que muchos creyeron en una revolución auténtica y posible.
Lo que nadie niega, quienes le admiraron y sus detractores, es la grandeza de su obra musical.