domingo 12  de  enero 2025
CUBA

Proponen a manifestantes del 11J para el premio Sajarov 2022

La propuesta es hecha por el Consejo para la Transición Democrática en Cuba en virtud de los acontecimientos ocurridos en la Isla es las últimas semanas

El Consejo para la Transición Democrática en Cuba realizó una propuesta al Parlamento Europeo en la que postula para el Premio Sajarov 2022, a los manifestantes del 11 de Julio en la Isla.

En un escrito difundido en los medios de comunicación señalan que "por las complejidades propias para la presentación, nominación y otorgamiento del Premio Sajarov a la Libertad de Expresión por parte del Parlamento Europeo, y por los tiempos y requisitos necesarios para su presentación formal, el Consejo para la Transición Democrática en Cuba comienza desde ya una labor de incidencia tanto en esa casa de la ciudadanía europea como dentro y fuera de la isla para solicitar la concesión del Premio Sajarov 2022 a Cuba".

En el mismo exhortan a todos los activistas, a los Premios Sajarov cubanos vivos, a los ciudadanos y ciudadanas cubanos, y a los amigos de la democracia y el respeto a los derechos humanos en Cuba de todo el mundo que los acompañen en esta campaña. "Los Manifestantes de las Jornadas de Julio, las y los presos políticos de Cuba, su nueva oleada joven y los líderes encarcelados lo merecen. Sí, y por cuarta vez para Cuba. La dictadura decana en el mundo".

El Consejo es una iniciativa de organizaciones opositoras cubanas de dentro y fuera de la Isla para coordinar el trabajo y la acción en pos del cambio democrático, la pluralidad y diversidad de actores, fuerzas políticas, proyectos y programas, en una idea estructurada de grupos que deciden trabajar por cambiar las cosas.

Transcribimos el documento:

Escrito de postulación

"Cuba, una dictadura de 62 años que acaba de renovar sus votos, en su año 63, como tiranía. Una de las tres que intentan entronizarse en el hemisferio occidental. Sin autoridad y de espaldas al propio orden constitucional del Estado, aquella estrena el 2022 condenando a casi 800 cubanos y cubanas, muchos de ellos por sedición, en su mayoría jóvenes y en un número escandaloso mujeres, por el ejercicio de sus derechos constitucionales. Los que reconocen, sin posible interpretación, las libertades fundamentales de expresión, reunión, asociación y manifestación. Derechos constitucionales para una sociedad cubana que está, de mil maneras, en rebeldía.

El Consejo para la Transición Democrática en Cuba pide al Parlamento Europeo reconozca esta rebeldía en los Manifestantes de las Jornadas de Julio, otorgándoles el Premio Sajarov a la Libertad de Expresión 2022 a través de tres de los más reconocidos exponentes actuales de las luchas del pueblo cubano por la libertad: José Daniel Ferrer García, desde la política, Luis Manuel Otero Alcántara, desde la cultura, y Félix Navarro Rodríguez, desde lo cívico y la empatía humanitaria.

Sin casualidad. Esta tiranía, que supone un nuevo desarrollo en la historia política cubana, se protege del propio pueblo refugiándose y devolviendo a Cuba al viejo esquema de protectorados rusos de soberanía cero o soberanía limitada, en el nuevo orden autocrático que potencias globales o regionales vienen construyendo, en forma disruptiva como Rusia o pacientemente como China. Lo que constituye una traición a los fundamentos identitarios, históricos y aspiracionales de cubanos y cubanas.

En el 2022 hay un vínculo estrecho entre la disolución tiránica de la condición ciudadana de poblaciones enteras y la disolvencia de la soberanía en manos de potencias foráneas. Bielorrusa, Kazajistán, Armenia, Tayikistán y Venezuela nutren este nuevo esquema. Que el gobierno cubano esté considerando su entrada a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva creado por Rusia y otras cinco ex repúblicas soviéticas es una señal cristalina de que estamos en el umbral de un regreso al Este como entidad política global. Un desplazamiento que ataca a la soberanía en su doble expresión: como Estado con determinación independiente en el orden internacional y como pueblo capaz de determinar libremente su destino.

Esto es peligroso para la paz mundial y estructuralmente dañino para las democracias.

¿Los perdedores? Las y los ciudadanos.

Hacia ellas y ellos debe dirigir su mirada la comunidad democrática internacional. Las amenazas a la paz tienen su causa y su equivalencia en el déficit de ciudadanía. Seguir privilegiando a los Estados por encima de las y los ciudadanos no está siendo la mejor contribución a la estabilidad mundial. La ciudadanía, ya no solo los movimientos cívicos, humanitarios y políticos, está marcando la diferencia en todo el universo autocrático global.

Y la cubana lo acaba de hacer. Las jornadas de julio en Cuba definieron un antes y un después en toda la historia cubana. Nunca antes, en nuestros 154 años de historia por las sendas de la independencia, las luchas sociales y la soberanía, más de 60 ciudades se habían levantado contra un poder establecido; nunca antes, en todo ese tiempo, las demandas y los sujetos fueron transversales; nunca antes estos se habían expresado desde abajo sin la conducción explícita de líderes u elites; nunca antes se habían producido en total espontaneidad, nunca antes un movimiento de expresión general de la sociedad había sido enteramente cívico y pacífico, y nunca antes se había producido una eclosión y expresión de ciudadanía como en esas fechas. Y no fueron las jornadas de ciudades rotas por la ira, fueron las exigencias ejemplares de la libertad con casi todo el inmobiliario intacto.

Con las jornadas de julio tocó a su fin la legitimidad posible del gobierno cubano. Perdió la legitimidad constitucional que intentó redefinir con la Constitución de 2019, al no respetar ni uno de los artículos que hacen a los derechos y a las garantías de las y los ciudadanos cubanos unos derechos legitimados en un referendo popular cautivo; perdió la legitimidad ideológica, las demandas de libertad y pluralismo rebasaron los límites estrechos de legitimidad política para participar en la vida pública; perdió legitimidad histórica al desatar la violencia contra el pueblo que la llamada revolución dice expresar; perdió la legitimidad política al ejercer la violencia contra una sociedad que debe proteger, y perdió la legitimidad cultural y de valores, al demostrar su incapacidad para organizar a la sociedad de acuerdo a su diversidad y pluralidad manifiestas.

Un gobierno que ya carecía de la legitimidad representativa que solo nace de elecciones libres; de la legitimidad en funciones que proviene de la capacidad para satisfacer las necesidades básicas del pueblo, de la legitimidad del saber, la que se funda en el conocimiento necesario para garantizar la gobernanza de una sociedad compleja, y de la legitimidad simpática, la que integra a la sociedad en torno al carisma personal de un individuo, o colectivo de una élite, imprescindible para movilizar y reafirmar la autoridad en tiempos de crisis .

El divorcio entre el gobierno y las y los cubanos es claro. Que las demandas de resolución pacífica de la separación no hayan podido llegar a las cortes apropiadas es culpa de una tiranía que utiliza el código penal, que está siendo reforzado, castigando la solidaridad democrática internacional y expandiendo incluso la pena de muerte, para mantener un matrimonio por la fuerza del golpe y del castigo.

Reconocer al pueblo de Cuba en los Manifestantes de las Jornadas de Julio y a través de estos líderes sería un mensaje vigoroso en tiempos de incertidumbres democráticas. La relación de los tres con el 11J es muy clara. Una línea de conexión entre estos líderes y los manifestantes se puede trazar desde varios puntos. No convocaron las manifestaciones. No era necesario. El liderazgo visible que venían manifestando sembró y propagó las palabras y los gestos del movimiento. Sus constantes llamadas al pueblo para que asumiera el protagonismo de las demandas de cambio, no de cualquier demanda, y sus luchas en las calles, removieron el terreno y prepararon a muchos ciudadanos con la pedagogía necesaria para que las palabras libertad, derechos humanos, cambio, no tenemos miedo y Patria y Vida salieran con la naturalidad de lo aprendido por medio de la persuasión y del ejemplo.

Lo más importante. Mostraron y muestran, representaron y representan, asumieron y asumen, en la lenta cocción del tiempo como prueba de lo genuino, la ética de la resistencia frente a la dictadura, que es el ámbito por excelencia de la comunidad prodemocrática y de derechos humanos a lo largo de su historia. Por años, y frente a ese pueblo que se manifestó, demostraron lo que hacen los líderes: no abandonan a los suyos. Esto es lo que se llama, en cualquier poética cívica, inspiración hacia el 11J.

Y los tres salieron a unirse y a liderar, si fuere el caso, las manifestaciones en sus respectivos territorios. Por eso fueron encarcelados exactamente ese día o el otro, para que no lideraran lo que muchos vivieron como el día final de una historia. Después de las Jornadas de Julio, ellos están penando en las cárceles cubanas. Y la razón más profunda no es la más evidente. En la fugacidad de su intento de acompañar a las y los ciudadanos en estas Jornadas comunicaron el nuevo hecho social de la vida cívica y política cubana: el liderazgo no está en el poder constituido, sino en el poder por constituir.

Cada uno de ellos tiene una relación particular con estos sucesos. Félix Navarro Rodríguez no pudo ser detenido el mismo día 11j porque el pueblo no lo permitió. Luis Manuel Otero Alcántara llamó desde sus redes a acompañar lo que ya se estaba produciendo en algunas partes del país, y fue detenido en las inmediaciones del Malecón habanero, y José Daniel Ferrer salió, y fue detenido en los alrededores de su residencia, para sumarse a la gente en Santiago de Cuba que, importante dato, le estaban llamando y aclamando en la ciudad.

Muchos manifestantes están hoy en prisión; estos líderes están junto a ellos. Y les preservan en más de un sentido simbólico. Hay ahí, entre ellos, una fusión de destinos más sólidos que los que a veces se forjan en las rutinas del acontecer social. Porque por primera vez en 62 años confluirían en la calle, en lo cívico, en lo estético, en lo cultural y en lo político el liderazgo y la ciudadanía.

Entregarles el Premio Sajarov 2022 sería distinguir tanto al pueblo cubano como a tres de sus mejores líderes en un solo acto de reconocimiento a las nuevas ciudadanías democráticas.

El documento fue firmado por Marthadela Tamayo, Parlamento Europeo; Elena Larrinaga, Secretaría de Relaciones Exteriores; Manuel Cuesta, Juan A. Madrazo e Iris Ruiz, vicepresidentes.

FUENTE: REDACCIÓN

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