@lmaracara
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CARACAS.- De 37.000 bolívares a 40.000, luego a 55.000, 69.000 y 85.000..., un incremento de 129 por ciento. Así fueron los aumentos en el precio del kilo de queso fresco en Caracas en las últimas semanas.
Pero el alza del precio de este producto, que acompaña a la arepa venezolana cada mañana, siguió en vertiginoso ascenso y de los 100.000 bolívares a que se vendía el sábado 25 de noviembre, saltó a 110.000 el domingo 26 y 120.000 por kilogramo el sábado 2 de diciembre.
Juan España, quien vive de su pensión y de lo que le dan sus hijos, se lamenta de que ya no puede comer como antes y que incluso hay días en los que apenas logra alimentarse una vez.
"Yo ya no puedo comprar queso. Un kilo de queso es la mitad de mi pensión, imagínese usted. Tampoco puedo comprar carne ni pollo. Yo compro sardina fresca y arroz picado o si me dan la caja como pasta y algunas veces arepa", asegura.
Mientras los economistas hablan ya sobre si Venezuela entró o no en fase de hiperinflación, el ingreso de la mayoría de los venezolanos se hace insuficiente para adquirir los productos de primera necesidad, para alimentarse o para trasladarse en transporte público.
Desde diciembre de 2015 el Banco Central de Venezuela no publica cifras de inflación. Sin embargo, algunas firmas privadas usan metodologías similares a las de la institución bancaria nacional para plantear sus propias conclusiones.
Una de las estas firmas –Econométrica–, registró en octubre una inflación de 50,6% y para noviembre la medición les indica que el crecimiento de los precios fue de 63,8%.
Francisco Ibarra, director de Econométrica, asegura que “ya podemos decir con confianza que el país está en un proceso de hiperinflación. El debate acerca de si estamos o no en hiperinflación ya se terminó y ahora en lo que hay que avanzar es sobre hacia dónde van los precios y qué va a hacer el Gobierno respecto a la forma de salir del atolladero en el que está o si, simplemente, se va a seguir haciendo el loco y como si esto no estuviera pasando”.
De acuerdo con la estimación de la firma privada, la inflación diaria durante noviembre fue de 1,67%, el equivalente de la inflación mensual de un país como Colombia.
El economista explicó que “las inflaciones altas suelen ser muy volátiles. Los precios suelen subir y bajar con virulencia. En noviembre vimos muchos aumentos de alimentos, vestido, calzado, alquiler de viviendas y servicios como transporte y telecomunicaciones”.
De hecho, desde el 1 de noviembre entró en vigencia un aumento de las tarifas de telefonía, que oscila entre 500 y 1.000%, dependiendo del plan al que esté suscrito el cliente.
Entretanto, el crecimiento de los precios pulveriza el ingreso de los venezolanos.
De acuerdo con el último incremento anunciado por el Gobierno, desde el 1 de noviembre un venezolano que gane salario mínimo tiene un ingreso mensual integral (salario más bonos de alimentación) de Bs. 457.506,00; el equivalente a 5,71 dólares calculado a la tasa de cambio del mercado negro al momento de escribir esta nota (en Venezuela hay control de cambio y no hay posibilidad de comprar divisas a la tasa oficial).
En cualquier supermercado o venta de alimentos es común ver a la gente dejando en la caja productos que no pueden pagar.
En un foro realizado en Caracas, el analista e instructor financiero, Henkel García, reveló que “hoy el poder de compra del salario mínimo es 20 % del poder de compra que tenía en 1998”.
En el mismo evento el profesor y economista Humberto García Larralde apuntó que “el ingreso per cápita del venezolano en 2017 ha caído 37% respecto a 2013 y esto solo se ve en países que están en guerra”.
Por ejemplo un cartón de huevos (36 unidades) a finales de octubre se cotizaba entre Bs. 55.000 y Bs. 60.000 (13% del ingreso mínimo de los trabajadores). Entre el 26 y 28 de octubre el precio escaló más de 100% y al momento de escribir esta nota su valor era de Bs. 120.000, es decir se necesitaba 26,6% del salario mínimo más bono de alimentación para comprarlo.
El kilo de cambur (banana) pasó de Bs. 2.800 a principios de mes a Bs. 5.900 la semana pasada y a inicios de esta semana ya estaba, en algunos lugares, por encima de Bs. 8.000. Un aumento de 233% en seis semanas.
No hay máximo que aguante
Aunque hay un precio máximo fijado oficialmente, la realidad en la calle es otra. No solo los alimentos se venden por fuera de la regulación, sino que el pasaje del transporte público también aumenta cada día, dependiendo de la demanda.
El transporte urbano en Caracas tiene una tarifa oficial de 280 bolívares y enfrenta una crisis tan grande (por la falta de repuestos que cuando se consiguen los precios son impagables), que hay rutas en las que trabajan menos del 10% de las unidades.
En las horas pico (mañana o tarde) la falta de unidades da pie a la desesperación de los usuarios, quienes con tal de llegar a su destino, pagan hasta las cuatro veces el precio fijado.
El aumento de la tarifa es de tal magnitud que en menos de un mes ha subido 614%. Al comienzo de mes la tarifa era 280 bolívares; los transportistas pidieron elevarla a 700 bolívares, pero el Gobierno no aceptó. Algunas rutas, hasta la semana, pasada cobraban 1.000 bolívares en horas pico y esta semana los usuarios están pagando hasta 2.000 bolívares.
La población más vulnerable resulta arrollada
Si bien las altas inflaciones afectan a toda la población en el país y a las empresas, la población más pobre es la que se lleva las peores consecuencias.
“Los procesos hiperinflacionarios son tremendamente nocivos para la población que no tiene manera de resguardar su patrimonio”, explica Francisco Ibarra, quien recuerda que no solo son los altos precios, sino que Venezuela lleva cuatro años seguidos de contracción económica y para 2018 se espera otra caída del PIB.
En primera persona
Una y otra vez Esther Inojosa revisa los precios del pescado congelado tratando de conseguir alguno que se ajuste a su mermado presupuesto.
En el mercado no hay carne ni pollo, por lo que, según explicó, hace semanas que no compra ninguna proteína.
“Mi esposo y yo trabajamos pero el sueldo ya no nos alcanza. Llevamos semanas comiendo lentejas y caraotas porque yo había comprado cuando se conseguían baratas. Pero ya se me terminaron y estoy buscando algo para que mis niñas (dos) puedan medio comer”.
Pocos carritos llegan llenos a la caja del supermercado. A la señora Esther el dinero le alcanzó para llevar una bandejita de sardinas congeladas y unas ramas de cebollín. Dice, con angustia, que no sabe qué hará para alimentar a sus hijas. “Esto ya no se aguanta. Yo lo que quiero es irme y sacar a mis hijas de esta miseria”.
Un plan de ajustes para hacerle frente
“Aquí lo único que los venezolanos pueden hacer es tratar de adelantar el consumo, no dejar saldo en bolívares en los bancos porque con tasas de inflación de 50% mensual el dinero estará perdiendo 7-10% de su valor si lo dejas una semana en el banco”, explica Ibarra.
En cuanto a las salidas para la hiperinflación, Ibarra considera que la mejor opción es llevar a cabo un plan de ajuste para corregir los desequilibrios que causan el crecimiento desmesurado de los precios.
“Lamentablemente el Gobierno no tiene capital humano ni disposición para afrontar esta crisis hiperinflacionaria y es el único responsable de la crisis que llevó a esto. Lo peor es que si el Gobierno sigue sin hacer nada, la dinámica de los precios va a seguir extendiéndose”, sentencia el especialista.
Como una advertencia, y aunque suene a cliché, Ibarra señala que “en materia de hiperinflación el cielo es el límite”.
La moneda venezolana es solo una referencia, pues los altos precios la pulverizan y hoy el billete de más alta denominación (Bs. 100.000) no compra un kilogramo de carne, primero porque no hay y segundo, en caso de haberla, por el alto precio.
Cuando ya se creía que América Latina había superado las hiperinflaciones, a los venezolanos les toca acostumbrarse al cambio diario de los precios y a tratar de no morir en el intento.