Con razón lo llaman la epidemia de nuestros tiempos, y es que de forma silenciosa pero invasiva, el estrés afecta cada vez a más personas para alterar su estado físico y mental. Consecuencia de una vida agitada y sin control, sus efectos se van acumulando a lo largo del tiempo hasta pasarnos factura.
El portal web especializado en temas de bienestar personal, Inspirulina, asegura que muchos estudios señalan que el estrés origina enfermedades al debilitar el sistema inmunológico. Y ahora se ha comprobado que un organismo estresado es más susceptible a inflamarse, trayendo como consecuencia una serie de complicaciones como asma, problemas cardiovasculares e incluso enfermedades auto inmunes.
“La razón está en el cortisol, una hormona que regula la respuesta inflamatoria del cuerpo” dice el Dr. Sheldon Cohen de la Universidad Carnegie Mellon, autor del estudio “y cuando el cortisol no puede realizar sus funciones, la inflamación corporal queda sin control”.
Pero ¿qué tiene que ver la inflamación con las enfermedades? Hay muchas señales de que la inflamación de órganos y tejidos es el primer paso para el desarrollo de problemas de salud. También se sabe que el estrés eleva los niveles de cortisol en la sangre. Por otro lado, está demostrado que altos niveles de estrés crónico insensibilizan los tejidos corporales al efecto del cortisol. Por lo tanto, a la par que el estrés obliga al cuerpo a aumentar los niveles de cortisol, paradójicamente altera su capacidad de reaccionar a la hormona. El resultado es un cuerpo inflamado y que responde de forma equivocada a las enfermedades.
En dos platos: si llevas años acumulando estrés, también estás acumulando inflamaciones que poco a poco debilitan tu organismo.
¿Qué puedes hacer?
Si bastara con pasar un interruptor para apagar el estrés todo sería más fácil. Pero el problema es más complejo y multifactorial. Además, cierto nivel de estrés es recomendable en algunas ocasiones porque activa el cuerpo y la mente para completar sus actividades. El asunto es cuando la curva de estrés está siempre por las nubes. Vivir con estrés es agotador y no tienes que resignarte a vivir así.
Lo primero es entender que estar estresado no significa vivir con los pelos de punta todo el día. El estrés puede disfrazarse de muchas maneras y llegamos a desarrollar una tolerancia a sus efectos. Así que podemos estar muy estresados y no estar concientes. Así que el primer paso es observar el ritmo de vida que llevas y sentir tus emociones y tu cuerpo. Ellos siempre nos están hablando, pero por lo general no les prestamos mayor atención. Y recuerda que relajarse no es un lujo sino es una necesidad.
Para domar el estrés puedes comenzar por aumentar la actividad física y enfocar tus pensamientos, porque como dice Karin Temple, el estrés es un verbo, no un sustantivo. Eso significa que si estás bajo estrés te estás estresando a ti mismo al procesar de forma equivocada toda la información y los sucesos que te acontecen. Un cambio de actitud puede hacer milagros en los niveles de estrés.
Y no olvides que hay cosas que puedes controlar y otras que no. Saber la diferencia te ayuda a prestarle atención a los factores que aportan soluciones, y sobre todo, a manejar mejor aquellos que traen preocupaciones. Hay un proverbio chino que da en el clavo en ese sentido. “Si el problema tiene solución, intenta resolverlo. Y si no lo tiene ¿para qué te preocupas?”
FUENTE: INSPIRULINA