MIAMI.- Un estudio de la Universidad de Harvard halla una probable conexión causal entre la presencia de un microorganismo en el intestino y la incidencia de trastorno depresivo mayor, una relación cuyo principal componente es la inflamación.
Investigadores de la universidad descubrieron que una bacteria sirve como punto de partida para nuevos enfoques terapéuticos
MIAMI.- Un estudio de la Universidad de Harvard halla una probable conexión causal entre la presencia de un microorganismo en el intestino y la incidencia de trastorno depresivo mayor, una relación cuyo principal componente es la inflamación.
Se trata de la Morganella Morganii (MM), una bacteria presente en la flora fecal, como otras enterobacterias que forman parte de la microbiota del intestino y de otras infecciones urinarias, también, en menor medida, de otros efectos en la esfera ginecológica o la herida quirúrgica.
Es necesario partir de la base de que la depresión es un trastorno complejo y multifactorial. En los últimos tiempos, múltiples líneas de investigación apuntan hacia la inflamación como un factor crucial, dice el estudio.
La inflamación del organismo puede afectar al cerebro y, de este modo, alterar el estado de ánimo. Esta constatación abre la puerta a la exploración de nuevas vías terapéuticas, algo especialmente interesante cuando un porcentaje significativo de los pacientes no responden a las opciones actualmente disponibles.
Se calcula que la depresión resistente al tratamiento afecta hasta al 30% de los adultos con trastorno depresivo mayor.
Los resultados de la nueva investigación, publicados en la revista Journal of the American Chemical Society, (Revista de la Sociedad Química Americana) revelan la implicación de una molécula que promueve la inflamación y ofrecen un nuevo indicio que podría ser útil para diagnosticar o tratar ciertos casos de depresión.
También proporcionan datos muy útiles para seguir investigando cómo otros microorganismos intestinales podrían influir en el comportamiento y los trastornos del estado de ánimo.
El estudio muestra que un contaminante ambiental conocido como dietanolamina (DEA) a veces se infiltra en una molécula que produce MM en el intestino (es decir, un metabolito de esta bacteria, sustancia que se produce cuando el cuerpo descompone alimentos, medicamentos, sustancias químicas o su propio tejido).
Esta molécula alterada activa una respuesta inmune que la molécula normal no pone en marcha, estimulando la liberación de unas proteínas inflamatorias conocidas como citoquinas; en particular, la interleuquina (proteínas que actúan como mensajeras químicas entre las células del sistema inmunitario) relacionadas con la depresión.
Los autores de este estudio advierten que sus hallazgos deberán ser corroborados por otras investigaciones. Además de corroborar si la Morganella Morganii efectivamente impulsa la depresión, habrá que averiguar qué porcentaje de casos pueden atribuirse a la acción de esta bacteria.
El estudio también refuerza la tesis de que el trastorno depresivo, o un subconjunto de casos, podría considerarse una enfermedad autoinflamatoria o autoinmune y tratarse con éxito con fármacos inmunomoduladores (que actúan sobre el sistema inmunitario).
Finalmente, los hallazgos de los investigadores de Harvard pueden servir como punto de partida para la apertura de nuevas líneas de investigación en este campo. Una vez constatado que un producto bacteriano puede alterar la función inmune al incorporar un contaminante, se pueden explorar los efectos de otras bacterias intestinales en la inmunidad y otras funciones biológicas.
Cada vez se hace más hincapié en la importancia de tener una microbiota (o flora) intestinal sana. Sus alteraciones pueden tener consecuencias en la salud tanto física como mental.
FUENTE: Revista de la Sociedad Química Americana / Cuidate Plus