MIAMI.- Con razón Argentina se ha ganado el merecido reconocimiento de ser una de las plazas teatrales más importantes del mundo. Su teatro juega hábilmente con el humor (gran atractivo para muchos), el trabajo sicológico sobre los personajes y la creatividad escénica. Se escucha mucho decir “comedias inteligentes”, pero es mucho más, es un teatro de vanguardia, con talentosos actores, directores y dramaturgos. Todo esto junto hace que generalmente en los Festivales de Teatro de Miami convocados por Teatro Avante, haya estado presente alguna producción Argentina. Se lo han ganado.
En la 38 edición del Festival trajeron La Celestina, tragicomedia de Lita, versión libre de David Piccoto y Julieta Daga del clásico de Fernando de Rojas, La Celestina, en una producción de Rey Marciali, de la provincia de Córdoba, en Argentina.
El texto de Rojas, de alrededor de 1500, conocido también como la Tragicomedia de Calisto y Melibea, es grandioso por tener 21 actos, innumerables personajes y hasta octavas acrósticas, lo que lo hace uno de los trabajos más estudiados, representados y versionados.
Y lo que trajeron los cordobeses argentinos a Miami fue otra versión que es, además, un unipersonal, o como me gusta llamarlo, un monólogo asistido por el público que se integra a la obra.
En el texto elaborado por Piccoto y Daga, e interpretado precisamente Julieta Daga, muestra a una actriz vestida de payaso, que le ha caído encima una complicada escenografía formada por cuerdas y tubos y se encuentra atrapada y adolorida bajo el enjambre de hilos que cuelgan del techo.
Esta pauta escénica es el motor de arranque para una propuesta integral, en la que la actriz acostada en el piso dice algunos parlamentos de La Celestina, mientras intenta inútilmente levantarse. A medida que avanzan los minutos la mujer intenta incorporarse sin éxito, por lo que pide ayuda a uno de los espectadores para que la desamarre de tantas cuerdas sobre ella.
Cuando llegan a auxiliarla es cuando comienza realmente el desarrollo de la obra. La actriz le indica qué hacer al joven que la ayuda, mientras le va hablando de la relación de Calisto con Melibea y “la puta vieja”, como en algunas versiones llaman a Celestina. Es un juego escénico muy bien logrado, pues la atención corre constantemente entre el comportamiento del invitado desatando el sistema de nudos alrededor del cuerpo de la mujer, y los pasajes sobre una historia de amor.
Pero Lita, el personaje que hace la actriz Julieta Daga es su propio arte ego como payasa, y va logrando un tejido de acción y emoción que se entrelaza entre lo clásico, lo contemporáneo y la propia realidad de la mujer, que clama por Santiago, su gran amor, al que ha perdido.
Uno de los aciertos de la propuesta son los cambios en el lenguaje, que va desde lo poético, a la simplicidad. Subiendo y bajando siempre adaptando la escena a lo que están haciendo los invitados para ayudarla. Teatralmente el trabajo de Daga es un tour de force que se complica por la participación, en esta oportunidad de tres personas del público, que intervienen en la puesta voluntariamente.
Mención especial requiere Santiago Pérez, creador del vestuario y la escenografía. El engranaje de alambres, cables y roldanas, que no tocan el suelo hasta el momento final de la obra, es un desafío para todo el equipo en escena.
Aguardemos al próximo Festival de Teatro de Miami, para ver qué nos traerá Mario Ernesto Sánchez desde Argentina, esperemos que sea algo grandioso.