TOULOUSE.- Leonardo Barbuy era un joven músico peruano que hace seis años tuvo un sueño: un hombre moría solo en la sierra de Ayacucho. Sin experiencia previa, decidió hacer una película y el resultado, Diógenes, acaba de ganar dos premios.
TOULOUSE.- Leonardo Barbuy era un joven músico peruano que hace seis años tuvo un sueño: un hombre moría solo en la sierra de Ayacucho. Sin experiencia previa, decidió hacer una película y el resultado, Diógenes, acaba de ganar dos premios.
El reciente festival de Málaga premió a Barbuy (37 años) con el galardón a la Mejor película Iberoamericana y a la Mejor dirección.
Diógenes concursa esta semana en el festival Cinelatino de Toulouse.
Rodada en blanco y negro, la película narra la dura vida en aislamiento de un indígena quechua con sus dos hijos en plena sierra, cerca del pueblo de Sarhua.
Diógenes, interpretado por un vecino de la localidad (Jorge Pomancachari), pinta imágenes en tablillas de madera que malvende en el pueblo.
Parco en palabras, Diógenes solamente revelará su tragedia íntima a través de una vigas que ha pintado en su humilde choza.
En esa pintura unos hombres encapuchados asaltan con rifles un pueblo.
"Si uno viaja a Sarhua puede encontrar realidades muy parecidas a las que hemos visto (en la película), y tradiciones que pueden tener cientos de años. Y las pinturas hacen parte de una tradición muy antigua que en quechua de alguna manera quiere decir el registro de la memoria", explicó en Toulouse el director.
De ritmo lento, de composición muy cuidada, la película es una colección de retablos fotográficos, de personajes y paisajes que hipnotizan al espectador.
Diógenes se inspira del trabajo de fotógrafos documentalistas como Martín Chambi (1891-1973), peruano de origen quechua que retrató durante cuatro décadas a los indígenas en su estudio.
Inspirado por Rembrandt, Chambi es reconocido en la actualidad como uno de los nombres más importantes de la fotografía latinoamericana en el siglo XX.
Tan importante era la imagen en Diógenes, que Leonardo Barbuy decidió apelar a dos directores de fotografía: Musuk Notte, peruano, y Mateo Guzmán, colombiano.
La sierra de Ayacucho fue escenario durante décadas de la violencia del grupo armado de inspiración maoísta Sendero Luminoso, que arrasó con las comunidades indígenas que se negaban a colaborar.
El espectador intuye que el drama de Diógenes tiene algo que ver con esa situación, pero Barbuy lo deja todo en suspenso.
"Es alguien afectado por ese periodo de violencia", explica sucintamente a la AFP.
La película es enigmática, cargada de simbolismos que el espectador debe interpretar a su manera.
"Para mí realmente es importante dejar esas respuestas abiertas, de modo que los espectadores puedan armar finalmente qué paso con la madre de los niños", comenta el director. "En un pueblo como Sarhua cuando una persona se aísla, especialmente si ese aislamiento está vinculado con un acto de violencia, el pueblo le coloca un estigma. Ese estigma es una maldición".
Sin luz, ni agua corriente, ni gas, Diógenes y sus chicos viven miserablemente. En la oscuridad de la noche se cuentan viejas leyendas prehispánicas.
Fueron cinco años de viajar a Sarhu para convencer a los pobladores de participar en la película.
"Hacíamos talleres de actuación. Y ahí destacaron los niños", dice, en alusión a los dos hijos de Diógenes, Gisela Yupa y Cleiner Yupa, primos hermanos en la vida real.
Barbuy quisiera ahora explicar su propia historia, la relación con su propio padre.
"Soy de Lima. Cuando yo nací mi padre tenía 60 años. Nunca pude vivir con él. Siempre pensé que si hubiera vivido con él hubiera muerto. Era alguien que no ponía límites, ninguno. Yo estuve muy cerca de la muerte, muchas veces, jugando en las calles", recuerda.
FUENTE: AFP