jueves 5  de  junio 2025
LETRAS

El erotismo en dictadura: los cuentos del escritor cubano Jorge Posada

El autor se inspira en su novela inacabada para publicar "Culos habaneros", un libro en el que se auxilia de la ficción para narrar encuentros que vivieron sus amigos
Diario las Américas | WILMA HERNÁNDEZ
Por WILMA HERNÁNDEZ

MIAMI.-Traseros, colas, derrières, fondillos son algunos de los sinónimos que el escritor cubano Jorge Posada pudo haber empleado para titular su libro, pero en honor al español que se habla en su isla natal y a la literatura que escogió pertenecer, no tuvo más opción que recurrir a Culos habaneros.

“Yo no podía soportar tener que escribir: ‘caminaba delante de mí la mujer y que trasero tenía’, porque los cubanos no hablamos así, y tampoco iba a decir: ‘mirad la cola, che’, yo no soy argentino”, explicó el autor a DIARIO LAS AMÉRICAS sobre el sugerente título bajo el cual recopila encuentros amorosos inspirados en anécdotas de sus amigos, experiencias personales y situaciones que observó.

“El libro está concebido como una conversación entre amigos, completamente contado en primera persona. Hay muchas vivencias mías, pero también mezcladas con la ficción, hay mentiras flagrantes, enormes, y realidades”, agregó.

Además, está repleto de descripciones que él mismo anotaba de cualquier pasaje que vivía y contado en un estilo coloquial y, a la vez, elocuente, con una prosa bien cuidada que atrapa al lector.

“Quise escribir como yo hablaba. Me fije mucho en no repetir palabras, de no tener en una misma página los mismos adverbios ni adjetivos”, señaló sobre la edición.

Se trata de tres cuentos que Posada eligió entre 11 textos que inicialmente conformarían una novela, que aún conserva sin publicar desde los años 70, cuando la comenzó a escribir basada en parodias que describían a sus amigos y colegas con quienes compartía jornadas en un rincón de la revista donde se desempeñaba como traductor.

“Son tres cuentos que se desprendieron de anécdotas de la novela que continúa engavetada desde ese entonces. Los retratos de mis amigos se convirtieron en una novela, que luego paré y de ahí saqué los tres cuentos”, indicó.

“Empezó como una serie de parodias que hacía de amigos míos hace más de 40 años, con los que me pasaba el día en los cines de El Vedado [barrio de La Habana] y en la Cinemateca, o historias de gente con la que trabajaba”, agregó sobre cómo surgió el libro.

Para la obra, que aún no finaliza y según comentó podría titularse La Habana es una mierda o Los fieles rompen demasiado, también se inspiró en su entorno.

“Un día se me ocurrieron ideas de narraciones como, por ejemplo, Juan Carlos y la obsesión por los frijoles negros, Esteban y las noches del titiritero, porque se disfrazaba de extranjero para ligar, como era grande, rubio, colora’o parecía extranjero. Richard y la soledad del traductor del fondo, porque trabajábamos en el último cubículo de La Pesca [la publicación donde trabajaba]”, relató entre risas.

Fueron las responsabilidades financieras al llegar a EEUU en mayo de 1980 como inmigrante [en la oleada del Mariel], además de la disociación de ideas, lo que desvió a Posada de la publicación de la novela, que lo hubiera colocado entre los precursores de la literatura erótica cubana.

“Ocupado por pagar cuentas, no la toqué en mucho tiempo, obsesionado con ella. Entonces un día me di cuenta de que esas digresiones podían funcionar como cuentos y así se convirtieron en 11 historias, y luego los bajé a nueve, porque dije no puedo con 11 cuentos a revisar, yo soy muy majadero. De nueve bajaron a siete y después a cinco, y dije es una buena cifra, me gustan los números impares, soy supersticioso. Y de cinco se convirtieron en tres”, explicó.

“Lo que pasa es que yo llegué tarde a la publicación. Mi novela está llena de malas palabras, de horrores eróticos y de más pelos que señales. No quiero coger el mérito pero ahora parece que Zoé Valdés, Pedro Juan Gutiérrez y Wendy Guerra se me adelantaron. Y eso yo lo había hecho ya en los años 70, incluso lo hice sin haber ojeado la novela La Habana para un infante difunto, de Guillermo Cabrera Infante, que leí a los 15 días de haber llegado”, señaló.

Sobre el vínculo entre el erotismo reflejado en el cine y la literatura de la isla, recordó que los europeos siempre han sido más liberados en cuanto a mostrar, ya sea en la gran pantalla o a través de las letras, una simple escena de sexo.

“El cine cubano era muy mojigato. La literatura también estaba llena de censura, políticamente correcta. Cuando se suponía que rompiera parámetros, porque al ser de una revolución debía romper con todo”, expuso.

“Sin embargo, desde los años 40, el cine francés, el italiano y el sueco era muy abiertamente sexual. Toda esa gente se desnudaba y no gratuitamente, porque si hay una escena de sexo, uno se desnuda, porque el sexo no se hace con ropa”, añadió.

Culos habaneros, al contrario de lo que pueda pensar el lector, no expone las cualidades del trasero de las mujeres de la capital cubana, sino que infiere que, al final, todos confluyen en La Habana, por esa manía del provinciano de querer pertenecer a las grandes urbes.

“No me preocupó ser mojigato. Pensé que el nombre resultaría atractivo. La intención era que yo no iba a poner nunca traseros ni fondillos, porque yo no nunca he usado esa palabra. En mi casa no se decían muchas malas palabras, pero se decían las mínimas, un coño, un carajo, un culo, un comemierda”, apuntó.

Sobre sus influencias a la hora de idear el libro, dijo haber tomado como referente al novelista Raymond Chandler, de quien halagó su habilidad para “canibalizar” sus cuentos.

“Él cogía tres cuentos cortos, de 15 páginas cada uno, sacaba personajes de una novela y les cambiaba los nombres en los cuentos”, comentó sobre cómo el escritor estadounidense concibió The Big Sleep (El sueño eterno) y Farewell, My Lovely (Adiós muñeca).

“Y yo dije: ‘puedo hacer lo mismo’, se me ocurrió tomar un poco de un cuento y algo de otro, mezclé mucho”.

Posada también cambió el inició del libro a raíz de la muerte en diciembre de 2016 de una figura clave en su vida.

“No empezaba originalmente describiendo a mi mamá, la mencionaba más adelante. Pero muy pocos días después de que muriera se me ocurrió que quería empezar el libro con la frase ‘Mi mamá’”, reveló.

“Fue un homenaje a ella, absolutamente pensado. Mi mamá era muy hermosa y mi hermano y yo nos pasábamos la vida fajados [peleados] con los hombres en la calle, porque se metían con ella y nosotros como buenos machos cubanos, un día le caímos a piedras a un tipo”, agregó.

A través de esas páginas en las que describe encuentros eróticos, también aborda las condiciones de vida en la isla después de que se instalara la dictadura castrista, algo que, según comentó, propició que el cubano tomara el sexo como escape.

“La gente se aburría y el deporte de los 60 y 70 era el sexo. Cuando no hay nada que hacer ni que perder, la gente se va por el sexo como escapismo”, dijo el autor que por esos años aprendió italiano y francés y se hizo traductor.

“El libro está lleno de ‘robos’. Yo iba en una guagua [autobús] y apuntaba lo que escuchaba, decía: ‘¡qué bueno está eso!’ Estaba en una cola y oía una conversación o en la playa y hacia anotaciones, por eso está lleno de apropiaciones, de homenajes”, concluyó.

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