martes 25  de  marzo 2025
TURISMO

Galicia, las palabras sobran

No hay más que pronunciar el nombre de esta región española para percibir el hechizo de sus pueblos y ciudades, los bosques acantilados y una gastronomía que deslumbra
Diario las Américas | JESÚS HERNÁNDEZ
Por JESÚS HERNÁNDEZ

En el extremo noroccidental de la península ibérica, donde los romanos creyeron encontrar el fin del mundo, descansa la región española de Galicia, colmada de pueblos pesqueros, ríos que son rías, impresionantes bosques acantilados y una gastronomía que tiene a los productos del mar por altar.

Comenzamos en Santiago de Compostela, meta de los miles de peregrinos que recorren los varios caminos que conducen a la gran catedral donde, según la tradición, yace el sepulcro del apóstol cristiano.

Si imponente es la fachada del templo católico construido en el siglo XII, impresionante es la plaza que la preside, Praza do Obradoiro, en lengua gallega, con sus palacios colindantes y calles intrincadas que desembocan en ella.

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Vista parcial del grandilocuente palacio municipal de La Coruña.
Vista parcial del grandilocuente palacio municipal de La Coruña.

De esas grandes mansiones destaca el Hostal de los Reyes Católicos, que fue hospital en el siglo XVI y hoy forma parte de la cadena de hoteles Paradores. A su interior, donde puede pernoctar y percibir el encanto de antaño, se puede acceder para recorrer los pasillos y salones, ir al bar o comer algo en el restaurante.

Al otro extremo de la plaza está rúa do Franco, repleta de restaurantes, tiendas de regalos y hostales, que debe su nombre a los peregrinos franceses que se alojaban en el lugar en época del Medioevo.

De hecho, muchas de las casas en esta pintoresca calle conservan aún sus viejas fachadas con símbolos tallados en piedra, como la concha que anunciaba posesiones del cabildo compostelano o el árbol que señalaba los dominios del monasterio de San Martín Pinario.

Fue en esta calle donde los estudiantes universitarios establecieron la costumbre de la juerga juvenil de ir de bar en bar, beber una copa de vino y contar un chiste, acompañado de un buen caldo gallego si la temperatura lo pide.

A dos calles de esta zona está rúa Nova, donde también abundan los locales comerciales y los café descansan en sobrios soportales, desde donde se huelen las famosas empanadas gallegas mientras se hornean o se escucha el leve sonido de una gaita escaparse por las rendijas de una ventana.

En Santiago la oferta hotelera es amplia, económica y cualquier buen hotel está cerca del centro, si no está en él, con precios asequibles que rondan los 69 dólares por una habitación doble. Consulte el portal Spain.info para obtener información detallada sobre este destino o cualquier otro en España.

La costa

Tras atravesar los bosques y mirar al cielo, a bordo de un automóvil alquilado, Galicia se abre al mar y lo deja entrar en forma de estrechas ensenadas, donde se agolpan los pueblos pesqueros y se suele comer el mejor marisco del mundo.

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Mejillones en salsa de nata fresca y vino blanco.
Mejillones en salsa de nata fresca y vino blanco.

En la costa oeste, la que baña el frío océano Atlántico del norte, está la diminuta península de Fisterra, con su pueblo a medio hacer y un faro que señala el lugar que los romanos bautizaron como el fin de la tierra hace más de 2.000 años.

Al caer la tarde, cuando el Sol desaparece en el horizonte, la siesta se apodera del lugar en medio de la penumbra y no hay sitio que ofrezca vino ni agua al viajero.

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El faro de Hércules yace sobre un gran acantilado en La Coruña.
El faro de Hércules yace sobre un gran acantilado en La Coruña.

Pero antes de llegar a Fisterra, incluso antes de cruzar la ría de Muros, salta a la vista Vila de Noia, con sus señoriales fachadas, la Praza do Tapal y la iglesia de San Martiño, que data de 1434.

Sea en la tasca Pazo Dacosta, enclavada en una centenaria edificación del siglo XIV, o la taberna Lelé, que guarda las 20.000 historias de pescadores y marinos, el vino blanco de albariño pasa por el paladar tras imponer su suave sabor afrutado.

A Coruña

Mirando al mar Cantábrico, donde el viento golpea la costa por momentos, el antiguo faro romano de Hércules, muy bien cuidado, anuncia que estamos en La Coruña.

Ante todo, es imprescindible andar por el paseo marítimo que bordea la pequeña península coruñesa por el lado oeste para tener una idea clara del paisaje de la ciudad, hasta llegar a los acantilados y visitar la torre que avisaba a los marinos en tiempos de la antigua Hispania.

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Vila de Noia guarda más de 20.000 historias de pescadores y marinos en sus bares y tabernas.
Vila de Noia guarda más de 20.000 historias de pescadores y marinos en sus bares y tabernas.

Desde allí, podemos enfilar hacia la muy señorial plaza de María Pita, con sus ventanales y grandilocuente palacio municipal, para luego recorrer las calles de la Estrella, de los Olmos, de la Galera o de Troncoso y conocer la oferta del tapeo, que tiene al polbo á feira, que es el pulpo a la gallega, por estrella y tradición.

Ya me habían contado que el secreto del buen pulpo está en su origen y frescura. Que cada mar, sea el Atlántico, el Mediterráneo o el Cantábrico, tiene sus virtudes, y que aunque todos tengan camarones, sepias o pulpo, no son iguales.

“No es lo mismo un pulpo del sur que otro de la costa gallega”, me había dicho el amigo Domingo Gándara, propietario del restaurante La Dorada, en Coral Gables. Y tiene razón.

Cerca de La Coruña, en ría de Betanzos, están algunos de los pueblos pesqueros más característicos de la zona, con unas vistas de ensueño que miran al mar.

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En ría de Betanzos abundan los pueblos y unas vistas de ensueño que miran al mar.
En ría de Betanzos abundan los pueblos y unas vistas de ensueño que miran al mar.

En Porto de Lorbé, adonde hay que llegar guiado por un buen GPS y en el que abunda el cultivo y la pesca del mejillón, hay un restaurante con igual nombre al que se le agradece la confección de unos platos muy apetitosos a precios económicos.

En La Coruña la oferta hotelera es también amplia y económica, y la media a pagar ronda los 65 dólares por una habitación doble en un buen hotel.

Recuerde, si porta un pasaporte estadounidense no necesita visa, pero si viaja con el documento de otro origen, comuníquese con la oficina consular española para recibir información adecuada.

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