WASHINGTON — El presidente Joe Biden pedirá el jueves al Congreso de Estados Unidos que proporcione más de 13.000 millones de dólares en ayuda de emergencia a Ucrania, otra descomunal inyección masiva de efectivo mientras se prolonga la invasión rusa y Ucrania lanza una contraofensiva.
La más reciente petición de este tipo por parte de la Casa Blanca, realizada en noviembre, se cumplió con creces —el Congreso aprobó más de lo que el presidente demócrata había solicitado. Pero esta vez la dinámica es diferente. Ha aumentado la división política en torno al tema y la Cámara de Representantes, dirigida por los republicanos, se enfrenta a una enorme presión para demostrar su apoyo al líder del partido, Donald Trump, que se ha mostrado muy escéptico respecto a la guerra.
La cifra de ayuda a Ucrania supera los 150.000 millones de dólares. Legisladores republicanos consideran que hay que poner coto a los envíos masivos de dinero a Ucrania con dinero de los contribuyentes.
La mayoría de los estadounidenses -según encuestas- se opone al alto costo de mantener la guerra en Ucrania y los legisladores están dispuestos a entregar una solución al tema, exigido por los electores.
Los demócratas siempre introducen alguna necesidad nacional a modo de chantaje a los republicanos para que los fondos para Ucrania sean aprobados. En esta ocasión se aprovechan de los incendios en Hawai.
Ahora se tiene previsto que la Casa Blanca solicite 12.000 millones de dólares para reponer los fondos federales para desastres, según la persona no estaba autorizada a hablar públicamente sobre la solicitud.
De igual manera es probable que el nuevo paquete se refuerce con fondos para otras necesidades nacionales, lo que podría suponer una forma de conseguir un mayor apoyo político de los republicanos.
Biden y su equipo de seguridad nacional han repetido que Estados Unidos ayudará a Ucrania “todo el tiempo que sea necesario” para expulsar a Rusia de sus fronteras.
En privado, funcionarios del gobierno han advertido a los responsables ucranianos de que la paciencia de un Congreso estrechamente dividido —y de la opinión pública estadounidense— ante los costos de una guerra (sin un final claro) tiene un límite.
FUENTE: AP