lunes 17  de  febrero 2025
EEUU

¿Espera que en el 2023 mejore la economía? 

Las grandes empresas, analistas y Wall Street vaticinan una extendida recesión económica en EEUU este año, acompañada de una inmobiliaria
Por Leonardo Morales

MIAMI- Cada vez más economistas coinciden en que el 2023 será otro año fatídico para la economía de Estados Unidos (EEUU) y para la mayoría de los más de 335 millones de norteamericanos.

Las políticas económicas del gobierno de Joe Biden han causado más desestabilización y caos en el país que la pandemia originada en China en el 2020, cuando diversos países -entre ellos grandes potencias- se paralizaron durante varias semanas, algunos por meses. En ese momento, muchos creyeron que llegaría la peor y más extensa recesión mundial.

El 2022 culminó en EEUU con la mayoría de los índices económicos en negativo, como era de suponer tras 11 meses de la mayor escalada de precios en las últimas cinco décadas, que montó la inflación en 9,1% en junio y en el 2023 aún se mantiene por encima de 7%, sin que el gobierno haya dado los datos de diciembre.

Los vaticinios y masivos despidos

Tras esos registros, la Reserva Federal (Fed o Banco Central) fue forzada a llevar la tasa de interés referencial de 0-0,25% a 4,25%-4,50%, con la tendencia de llegar a casi 6% en dependencia del comportamiento de los niveles inflacionarios en el próximo semestre.

Durante décadas, los estadounidenses se acostumbraron a gastar por encima incluso de sus posibilidades reales, utilizando el crédito como método de acceso y luego pagando altas cuotas de intereses mensualmente. Este elemento, visto por los analistas como muy favorable, en realidad es voraz para el bolsillo y las perspectivas de vida de las familias estadounidenses. Sin embargo, para las cadenas minoristas, negocios y productores es la fuente cada vez más creciente de solventes ingresos.

Esta ha sido una de las razones por las que, a pesar de una escalada de precios sumamente corrosiva para el nivel de vida de la mayoría de los norteamericanos durante dos años, aún el consumo da muestras de una subsistencia tenaz.

En un caso similar se encuentra el nivel de desempleo en 3,5%, gracias a las medidas urgentes implementadas por el gobierno del expresidente Donald Trump durante los peores picos de pandemia del SARS-COVID-2 en el país. En ese período, hubo estados que padecieron un desempleo por encima del 16%.

Aún quedan disponibles en toda la nación más de [10 millones de puestos de trabajo], mientras que los informes del gobierno dan cuenta de una tendencia alcista en la creación de empleos tanto en el sector privado como público.

Estos factores -citados anteriormente- serían una inyección de optimismo y salud para la economía en época normal; pero en medio de las medidas de la Reserva Federal por reducir la alta inflación, significa un gran muro de concreto que obstaculiza los propósitos del Banco Central estadounidense. Y, por ende, la Fed se ve forzada a continuar con el alza de las tasas de interés en un camino [devastador] para las finanzas personales y familiares en EEUU.

Las grandes empresas, analistas y Wall Street vaticinan una extendida recesión económica en EEUU para el 2023 acompañada de una inmobiliaria, luego de 10 meses consecutivos de fuertes caídas en las ventas de propiedades nuevas y de uso.

Amazon, el gigante de tecnología y ventas, acaba de ampliar a 18.000 los despidos de empleados, cuando en noviembre había anunciado que serían 10.000, según The Wall Street Journal.

El nuevo dato representa el recorte más severo en la historia de esta enorme compañía con sede en Seattle. En el tercer trimestre de 2022, los ingresos netos de la transnacional se hundieron un 9%.

Meta, la empresa matriz de Facebook, anunció en noviembre el recorte de 11.000 empleos, un 13% de su plantilla.

Twitter, comprada en octubre por Elon Musk, despidió a cerca de la mitad de sus 7.500 empleados, mientras que Snapchat suprimió aproximadamente un 20% de sus empleados en agosto, unas 1.200 personas.

Los despidos masivos de las grandes firmas de tecnología y cadenas minoristas en EEUU acuñan las elevadas preocupaciones sobre el destino del país en los próximos meses.

La actividad en la industria manufacturera en EEUU, que representa el 12% de la economía, volvió a contraerse en diciembre por segundo mes consecutivo para ubicarse en su nivel más bajo desde mayo de 2020, según el índice de la federación profesional ISM.

Miles de empresas han reducido su ritmo de producción frente al temor de una recesión extendida en los próximos meses.

El índice ISM que mide la actividad en este sector se ubicó en 48,4% frente a 49% el mes anterior.

Cualquier registro por debajo de 50% indica una caída considerable de la actividad y una visible contracción. Esta industria da señales de marcada inestabilidad desde julio del año anterior.

Las cifras no mienten

En diciembre, por ejemplo, la venta de viviendas de uso se desplomó un 35,4% respecto al mismo mes de 2021. En el caso de los inmuebles nuevos, el descenso fue de un 15,3%.

El impacto de las altas tasas de interés, unido a elevados precios, sacó automáticamente del mercado a millones de compradores que no califican ahora para préstamos hipotecarios.

En octubre, la tasa hipotecaria subió a más del 7,15% y terminó en diciembre en 6,34%, un descenso que los bancos probaron para incentivar las ventas, pero que resultó claramente ineficaz.

Los pronósticos indican que los precios caerán de forma pronunciada en los próximos meses ante una oferta que se incrementa cada mes con el abismo de las ventas y la adición de una mayor cantidad de propiedades en oferta, que se une a las viviendas congeladas durante meses en el mercado.

Mediante el efecto dominó, el sector de la construcción sentirá con mayor fuerza -entre el segundo y tercer trimestre- el efecto negativo de la desaceleración sostenida de las ventas inmobiliarias. Ambas industrias mantuvieron a flote la economía estadounidense durante el peor período de la crisis sanitaria del nuevo coronavirus, elementos que incrementan la incertidumbre para los inversionistas y los sectores empresariales e industriales dentro y fuera de EEUU.

El sector automotriz, otro de los motores de la economía estadounidense, se enfrenta casi a la misma crisis que sufre desde el 2020, primero por la pandemia y luego por la escasez de semiconductores y mano de obra, a pesar de que persisten los más de 10 millones de puestos de trabajo disponibles en todo el país.

El fantasma de la oferta de vehículos regresa como uno de los principales temores para el 2023, justo cuando la producción parecía reactivarse.

“Hay una destrucción activa de la demanda en la industria automotriz por la inflación, las altas tasas de interés, escasez y el costo de la energía. Pero la mayor afectación se concentra especialmente en la cartera de pedidos”, afirma el analista Daniel Roeska, de la firma Bernstein.

“La oferta de vehículos nuevos está mejorando, pero el sector está cambiando un problema de oferta por el otro de la baja demanda, y eso no es un buen augurio para los ingresos y beneficios este año”, considera el economista jefe de Cox Automotive, Jonathan Smoke.

Fed asegura que sigue el alza de tasas en 2023

El Banco Central de EEUU confirmó en las minutas publicadas el miércoles 4 de enero que no prevé en 2023 comenzar a bajar las tasas de interés.

Entre los indicadores económicos negativos creados por las desacertadas políticas de la administración de Joe Biden, se mantienen el déficit comercial que continúa en cifras récord por encima de los 60.000 y 70.000 millones de dólares; y la abultada deuda pública de los estadounidenses cruzó la barrera de los 30 billones (trillions) de dólares en el primer semestre del año anterior.

En el 2018 y 2019, el déficit comercial no superaba los 40.000 millones de dólares. En el 2021 y 2022, las cifras se incrementaron en varias ocasiones sobre los $90.000 millones y en dos ocasiones los $100.000 millones, más del doble.

Por un lado, la Reserva Federal intenta contener la inflación con altas tasas, menos consumo y el freno al desarrollo económico; y por el otro, el gobierno de Biden sigue inyectando liquidez al sistema financiero del país e imprimiendo dinero sin respaldo y sin retorno garantizado a las arcas federales.

Sólamente en la guerra de Ucrania, la Casa Blanca superó los 100.000 millones de dólares en ayudas, aunque realmente nadie sabe dónde termina ese dinero, mucho menos en medio de una guerra que causa descontrol y destrucción; sin entrar en detalles en el gasto general de su política internacional de máxima prioridad y los cuantiosos desembolsos directos e indirectos en Inmigración y en la frontera sur.

Todo lo anterior se suma a los dos paquetes de estímulo económico impulsados por los demócratas bajo el atgumento de la pandemia de COVID-19 (uno de 900,000 millones en diciembre del 2020 y otro de 1,9 billones de dólares en marzo de 2021).

Más tarde se le agregaron 1,2 billones de dólares al nombrado plan de infraestructura y 1,7 billones de dólares con la llamada Ley de Reducción de la Inflación, un nombre utilizado con fines políticos y contrario al rescate de la realidad económica del país.

Las repercusiones de las medidas implementadas desde enero del 2021 por la administración Biden tampoco sacan a Wall Street de la gran incertidumbre que acompaña a empresarios e inversionistas. Así lo confirman expertos.

"Seguimos en un gran compás de espera (...) luego de un año terrible en todos los frentes", dijo por Art Hogan, de B. Riley Wealth Management.

"Es difícil sostener un repunte, es difícil hacer lo que sea", resumió Karl Haeling, de LBBW, quien agregó: "No tendremos respuesta a cuestiones relevantes para el mercado hasta dentro de algunos meses, en particular la más importante: ¿qué hará la inflación?".

El freno y las esperanzas

El control republicano de la Cámara de Representantes equivale a un cierto alivio y freno a los [disparates económicos] del actual gobierno, que no le bastó con la caótica salida de Afganistán y la enorme pérdida en armamento, equipos y recursos, para comprometer nuevamente a los contribuyentes estadounidenses con el financiamiento de otra guerra en Ucrania, que mantiene en ascuas a la Unión Europea bajo una crucial crisis energética que -a su vez- ha entregado a Rusia enormes beneficios.

El tope al precio del barril de petróleo fijado en 60 dólares por los países miembros del bloque europeo hará que Moscú venda la mayor parte de su producción a China y a la India, como ya dio a entender el Kremlin. Esto obliga a Europa a comprar más petróleo a EEUU, Arabia Saudita y a otros productores a un precio mayor incluso que el de Rusia.

Las cacareadas sanciones de Washington a Vladimir Putin por su invasión en Ucrania han sido apenas un enjuague bucal para Moscú, quien además ha hecho gárgaras con los más de 20.000 millones entregados en armamento a los ucranianos.

La guerra se encuentra en un estancamiento sin salida inmediata hasta el momento y -al parecer- a la Casa Blanca no le interesa el fin del conflicto bélico, según su indiferencia y la del presidente ucraniano Volodimir Zelenski ante la petición de diálogo de Rusia para un acuerdo definitivo.

La mayor barrera para las acciones de la Reserva Federal ha resultado ser el propio gobierno de Biden, inmerso en su agenda de extrema izquierda con la búsqueda de un mayor control gubernamental en la economía y en la vida de los estadounidenses; la prioridad de la hipótesis de cambio climático, los conflictos internacionales, los temas raciales, las armas y el aborto por encima de las necesidades reales de la nación, ahora más dividida que nunca y con nuevos y graves problemas fomentados por el sector más radical de la izquierda en EEUU (los mal llamados progresistas).

Los republicanos han prometido iniciar investigaciones contra Joe Biden y su hijo Hunter Biden, contra el Buró Federal de Investigaciones (FBI), la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y piden la renuncia del jefe de seguridad nacional, Alejandro Mayorkas, por su papel en la actual política de inmigración y en otros asuntos de relevancia. Una clara señal de dos años políticamente convulsos que podrían cambiar el foco de atención sobre los problemas económicos.

Si el 2021 y el 2022 fueron sumamente difíciles, en especial para las familias trabajadoras de clase baja y media, las expectativas de una mejoría económica se reducen al mínimo con un poder ejecutivo en Washington distanciado de la realidad e inmerso en sus fines partidistas e ideológicos, mientras que una fracción de legisladores republicanos exige menos complacencia y más acciones directas contra la agenda del bando azul.

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