MIAMI- Para la economía en Estados Unidos (EEUU), y en particular para los estadounidenses, concluye un año que lejos de una mejoría respecto al 2021 se enmarca en el retroceso y sufrimiento, generado por las desacertadas políticas del gobierno de Joe Biden.
La histórica inflación y las medidas tardías de la Reserva Federal (Fed o Banco Central), que comenzaron a ejecutarse con tibieza en marzo mediante el alza de tasas de interés en 0.25%, profundizaron la peor escalada de precios en los últimos 50 años, que inició el actual gobierno con su política de cambio climático y una guerra frontal a la industria petrolera, carbón y gas en EEUU.
Lo anterior condujo al país a una recesión con dos trimestres consecutivos en negativo, algo que negó la Casa Blanca, entidades financieras y la prensa de izquierda, alineada al gobierno.
En junio, la inflación llegó al 9,1% cuando el valor promedio de la gasolina se disparaba por encima de los 5 dólares el galón regular. En algunos estados como California, el precio sobrepasó los 7 dólares.
Semanas antes, el Departamento del Tesoro y el Banco Central reconocieron su equivocación al no valorar correctamente la gravedad de los niveles inflacionarios. Entonces anunciaron que la batalla sería extensa y dolorosa para las familias estadounidenses y en general para la economía del país.
El Banco Central acaba de subir otro 0.50% las tasas de interés antes de concluir el año y pone el nivel de referencia federal a 4,25% -4,50%, cuando hasta febrero el valor era de 0%-0,25%. Es la séptima ocasión que la Fed sube las tasas en menos de 12 meses, cuatro de ellas consecutivas de 0,75%.
Aunque la moderación esperada fue precedida por cierto optimismo entre los accionistas en los mercados bursátiles, las declaraciones del presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, pusieron punto final a esas especulaciones: "Será necesario continuar con la subida de tasas de interés y llevar el rango de referencia por encima del 5% en 2023".
"La labor de lucha contra la inflación está lejos de terminar y para lograr nuestro objetivo del 2% de nivel inflacionario debemos continuar con nuestra política actual. La inflación sigue demasiado alta", enfatizó.
"Los meses con datos bajos [de inflación] son seguidos muchas veces por rebotes", matizó Powell.
El índice de inflación que mide el consumo directo (CPI) cayó a 7,7% en octubre frente a 8,2% en septiembre. En noviembre registró 7,1%.
El Comité de Política Monetaria (FOMC) de la Fed vaticinó igualmente que "serán apropiadas" nuevas alzas.
Al terminar el 2022, la incertidumbre sigue moviendo los mercados bursátiles, pero los despidos masivos de las grandes compañías han dado señales para el 2023.
"Cualquier previsión de inflación en 2023 debe considerarse incierta", advirtieron los economistas Joseph Gagnon y Asher Rose, del Instituto Peterson de Economía Internacional (PIIE), en un artículo publicado el 5 de diciembre.
"Vemos un mayor uso de créditos al consumo y tarjetas de crédito para financiar los gastos, lo que indica señales de estrés y que los esfuerzos de los hogares para mantener su nivel de vida comienzan a agotarse", indicó James Knightley, de ING.
"El mercado laboral podría no derrumbarse pero se hace cada vez más claro que el consumidor se debilita, y que la actividad manufacturera está en recesión", sostuvo Edward Moya, de Oanda.
"La combinación de un Banco Central Europeo preocupado y datos económicos débiles" en Estados Unidos y China "puso nerviosos a los mercados que hasta ahora no habían considerado el riesgo de un aterrizaje difícil" de la economía "con una recesión más marcada", dijo Karl Haeling, de LBBW.
A pesar de que el empleo no es la preocupación actual en el país, debido a que existen más de 10 millones de puestos vacantes que las empresas no pueden cubrir desde mediados del 2021, pocos desean perder su trabajo y la estabilidad.
Tras dos años de altísimos precios y el desgaste de las finanzas familiares de decenas de millones de familias estadounidenses, la situación tiende a recrudecerse para el 2023, afirman economistas.
La decisión de despidos a finales de año por parte de Amazon, Alphabet (Google), Meta (matriz de Facebook, WhatsApp e Instagram), Microsoft, Intel, Tesla, Twitter y otras avalan el temor de los inversionistas a una recesión extendida, cuando la industria de la tecnología ha sido la de mayor crecimiento financiero y expansión en los últimos 10 años.
Cadenas de televisión como CNN se unen a la lista de empresas que optaron en 2022 por reformar sus sistemas financieros mediante el despido de cientos de empleados y profesionales de la comunicación.
En el tercer trimestre, el gobierno se atrevió a decir que el crecimiento había sido de 2,6%, algo que economistas y expertos [honestos] reconocen que resulta muy difícil de creer en las condiciones económicas vigentes.
El gobierno de Biden adornó [la recesión] antes de las elecciones legislativas de medio término, siempre con el respaldo de los medios afines que se encargan de amplificar las versiones de la Casa Blanca.
Los mayores efectos de las subidas de tasas de interés hasta el momento se han reflejado en el sector inmobiliario, donde las tasas hipotecarias ya superan el 7,25%. En los primeros dos meses del año, este indicador oscilaba en apenas 3% y 3,5%.
Durante nueve meses (se espera el 10) consecutivos se han desplomado las ventas de propiedades nuevas y de uso; se han sumado valores récord como el de octubre: 28,2%.
Millones de compradores han quedado fuera del mercado por los altos precios y el ascenso vertiginoso de los valores de crédito, una combinación que hace que los bancos y otros prestamistas califiquen a un [número reducido] de personas para comprar una vivienda unifamiliar, "townhouse" o apartamento. Lo mismo ocurre en la adquisición de propiedades comerciales.
En el caso de Florida, el huracán Ian dejó serios estragos y cuantiosas pérdidas en propiedades que repercutirán directamente y con mayor fuerza en la industria inmobiliaria en el próximo año.
A mediados de agosto, el Congreso aprobó la nombrada Ley de Reducción de la Inflación por 1,7 billones de dólares, que inyecta más capital a los altos niveles inflacionarios y que incluye $350.000 millones para impulsar y subsidiar la industria de los vehículos eléctricos.
La ley firmada por Biden y fomentada por los demócratas ha generado serias tensiones comerciales con la Unión Europea, que afirma que la medida pone en desventaja comercial a los fabricantes del Viejo Continente. Este fue uno de los temas centrales durante la reciente visita del presidente de Francia, Emmanuel Macron, a Washington y en sus encuentros con Biden.
La guerra en Ucrania, que comenzó a finales de febrero, ha sumado casi 100.000 millones de dólares en ayudas provenientes de los contribuyentes norteamericanos. De aprobarse la última solicitud hecha al Congreso, el dato sobrepasaría esa cifra. En ayuda militar directa, el gasto total supera los 20.000 millones de dólares.
Entre la extensa lista de contribuciones hacia el extranjero, la Casa Blanca "destinará 55.000 millones de dólares para África durante tres años".
El consejero de Seguridad Nacional de la presidencia, Jake Sullivan, dijo que estos fondos estarán dedicados a la salud y a la respuesta del cambio climático.
Por otra parte, el caos en la frontera sur continúa y por ende el alto costo en los dos años de presidencia demócrata. La cifra total [directa e indirecta] superaría al concluir el 2022 los 300.000 millones de dólares entre subvenciones, programas federales, ayudas a inmigrantes ilegales y a países involucrados en el flujo migratorio, junto a los gastos directos en la frontera.
Sin que la prensa haga referencia al tema, como si no existiera, la deuda pública de los estadounidenses no ha hecho más que ascender por encima de los 30 billones [trillions) de dólares con la administración Biden, que ha superado cualquier expectativa de gastos posibles.
Por primera vez, EEUU cruza la barrera de los $30 billones, el equivalente a casi el 130% de la producción económica anual de la nación o del Producto Interno Bruto.
A finales del 2019, la deuda era de 22,7 billones de dólares.
Las ayudas federales fueron necesarias para frenar los nefastos efectos de la pandemia de COVID-19, pero el gobierno de Biden extendió -sin motivos suficientes- las subvenciones y prosiguió con su guerra a la industria del petróleo, lo que desencadenó la gran inflación.
Antes de la guerra en Ucrania y tras el regreso de EEUU a la dependencia energética y de los precios internacionales del crudo, el barril de petróleo se cotizaba en EEUU cerca de los 100 dólares. En Europa se encontraba por encima de ese rango.
El estallido bélico acrecentó los precios y los puso sobre los 130 dólares, pero el bajo consumo en EEUU y a escala mundial por los temores de una recesión en cadena y las estrictas medidas sanitarias en China contra el COVID-19 lo hicieron descender de forma paulatina por debajo de los 90 dólares, el nivel en que oscila ahora.
En medio de la debacle de precios, la Casa Blanca buscó opciones arbitrarias fuera de EEUU.
El 15 de julio, Biden viaja al Medio Oriente y se reúne en el Palacio Real Al Salam con el príncipe heredero saudita, Mohamed Bin Salman, para pedir un fuerte incremento de la producción petrolera en aras de bajar los precios. Las imágenes del choque de puño en el saludo del mandatario ocuparon los principales titulares en casi todos los diarios y noticieros del mundo, con fuertes críticas.
El fiasco de la visita de Biden fue visible semanas después. La respuesta de la Organización de Países Exportadores y Productores de Petróleo (OPEP y la alianza OPEP+) y de Arabia Saudita, como principal exportador, fue la reducción de dos millones de barriles diarios, lo contrario a la solicitud del Presidente.
Debido a las medias de la Reserva Federal, el dólar logró la paridad del euro y se mantuvo sobre esos valores durante varias semanas, pero en los últimos meses del año ha cedido terreno, aunque mantiene su fortaleza en medio de la incertidumbre económica en EEUU y a nivel mundial.
Por su parte, la Bolsa de Nueva York o Wall Street ha tenido uno de sus peores años con casi tres meses consecutivos de pérdidas a causa del descenso de credibilidad de los inversionistas sobre el rumbo económico de EEUU por la agenda globalista y de extrema izquierda de Washington, que prioriza el controversial cambio climático, las inversiones sociales irrentables, planes a largo plazo y el regreso a las multimillonarias ayudas a entidades y organizaciones internacionales.
Estas cifras se agregan al despilfarro de fondos en la frontera sur y los miles de millones hacia Ucrania. EEUU se ha convertido en el subsidiario del ejército ucraniano y de las necesidades de ese país en general.
A pesar de lo anterior, en ocasiones durante el 2022 ha reinado en Wall Street un falso optimismo que ha permitido mantener a los mercados financieros adormecidos, según las valoraciones de algunos expertos.
La economía de EEUU concluye un año sumamente complejo y con perspectivas más oscuras para el 2023. Mientras, los asesores en Washington hacen creer a Biden que realiza un buen trabajo, pero [por infortunio] la gran mayoría de las familias estadounidenses seguirá pagando las fallidas políticas de la Casa Blanca.